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CINE / "SI EMPEZARA OTRA VEZ"

Imitación de la vida

Esta mala imitación de la vida que Lelouch nos ofrece ahora responde rigurosamente a las reglas consagradas hace tiempo por los más ilustres creadores de folletines. Algunos de sus filmes anteriores también incluían tales esquemas y si algo les salvaba era, sin duda, una mayor inspiración, tal vez una vaga frescura, donde gracia y oficio venían a otorgarles un cierto aire de espontaneidad muy del agrado de cierto tipo de jurados.Desde sus filmes primeros, el arte de Lelouch ha ido cumpliendo etapas obligadas en su modo de hacer, de ilustrar con imágenes «elegantes» cierto tipo de historias, cierto tipo de sueños en los que vida, amor, cárceles y muertes no ofenden, resbalan por la pantalla sin molestar al espectador por el camino de los bellos rostros y exteriores más o menos insólitos. En tal sentido, el estilo de Lelouch, si es que tal estilo existió alguna vez, se ha convertido con el tiempo en un arte de encargo. Sirve a su público lo que este público espera de él, sin molestarse en ir un poco más allá, eliminando todo riesgo, sin guardarse ningún as en la manga, no se sabe bien si por exceso de honestidad o por carecer de cualquier tipo de bazas o de cartas, vaciándose en cada historia, mostrándose a la vez vacío y hueco.

Si empezara otra vez

Argumento y guión, Claude Lelouch. Fotografía, Jacques Lefrancois. Música, Francis Lai. Intérpretes: Catherine Deneuve, Anouk Aimée, Charles Denner, Francia. Melodrama. Color. 1976. Local de estreno, Amaya.

Bien es verdad que entre paisaje y paisaje fotográfico, entre alardes de cámara y situaciones para nada pecaminosas, Lelouch sirve a sus seguidores unas gotas de su habitual filosofía, dejadas caer como al azar, a modo de justificación ante el destino, pero tales pensamientos, comunes, por otra parte, a toda una escuela de cine francés con pretensiones, no son capaces de hacer tomar tierra a estos absurdos melodramas de secretaria violada por el jefe, cómplice involuntaria de su muerte por el novio ofendido y madre al fin, una vez en la prisión, de un hijo, en colaboración con el enfermero al que le es preciso, a su vez, poco menos que violar.

Sus relaciones con el hijo antes de darle a conocer su verdadera personalidad alcanzan cimas dignas de serial y la amistad con la antigua compañera de prisión, con su lesbianismo insinuado y su parentesco de cama a través del hijo, rayan con lo decididamente humorístico.

Este filme, que, a fuerza de querer caer simpático, se nos vuelve antipático y, a fuerza de querer ser discreto, se nos convierte en tonto, a medida que las puestas de sol o el paisaje se nos ofrecen una y otra vez a ras de tierra vil o desde las alturas de las nubes como una cuña publicitaria de viajes o ferrocarriles, los personajes resultan necios a cualquier edad, en cualquier estado, a cualquier velocidad, tanto como la protagonista que, empleada o mecanógrafa, viste como una señora burguesa de gran clase, cruzando altiva e incluso inmarchitable los pasillos de la prisión o los caminos de su doble personalidad de madre y posible amante de su propio hijo.

Al final, el tal hijo, enamorado de su amiga -hasta en esto la historia desea ser tópica y, a la vez, discreta- acabará buscando un nuevo amor para la madre en la persona de un profesor, simpático, feo, sentimental y deportista, gracias al cual los cuatro vivirán felices.

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