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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Figuras recordadas

La actitud epistomológica frente al acto creador ofrece la más cierta clave para entender la poesía de José Angel Valente. Su poder se nutre no del hecho de un depurado lenguaje, sino a causa de alienada identidad empleada como un espejo para reflejar los errores de una sociedad o la constante otredad de poeta, la recognición del ser como ruptura y renacer. Como indican varios ensayos de su libro de crítica Las palabras de la tribu (1971), el poeta va alientas, buscando por medio del lenguaje el hallazgo y la solución de una realidad problemática. No se trata de una teoría neoromántica, sino de una postura filosófica de interrogación perpetua ante, el paso del tiempo, que dirige la palabra aí la urgencia de un penseé de Pascal.En su nueva aportación, Interior configuras, Valente escribe desde un escenario desnudo, un interior donde las figura, son briznas de su memoria y espejos nublados de un futuro imposible. El título recuerda su autorretrato, El autor en su treinta aniversario (La memoria y los signos, 1966), hasta que, en el texto Criptomemorias, como en el anterior, emplea ideas espaciales: la «ventana abierta» y el «fondo blanco» (previamente «gris»,) para simbolizar el recorrido temporal de la vida. Y como en el precedente cuadro del tiempo, declara (precisamente allí donde esperamos encontrar a su persona), «El centro es el vacío», ahora, en Criptomemorias, concluye, «De ser posible, nada».

Interior con figuras, de José Angel Valente

Colección Ocnos. Barcelona. 79 páginas.

La nada para Valente no implica una acerada negación de su pasado, sino un angustiado sentido de cómo los instantes aislados de nuestro vivir se desprenden catastróficamente de la mesa. Quizá Valente, que hizo una magistral introducción a la Guía espiritual (1974, primera edición, 1975), de Miguel de Molinos, también quiere recapacitar en el sentido especial de la nada, usado por el místico aragonés como aniquilación de la entera vanidad de uno mismo y como (dice Molinos) «atajo para alcanzar la pu reza del alma ... ». A este respecto, el libro de Valente termina con un texto, «Antecomienzo», en el que insinúa una purga del espíritu con el claroscuro de una imagen paradójica y mística a la vez: «beber aún en la desposesión oscura,/ en donde sólo nace el sol radiante de la noche». El tema del beber se repite con dos vertientes, «la sed inagotable de la noche» y la «tiniebla» de «la verdad», precisamente en los poemas que en cabezan la segunda, y la cuarta y última sección del libro («la noche» y «Eneas, hijo de Anquises, consulta a las sombras»), subrayando así el ahinco de ascética purficación interior y exterior que caracteriza al poeta.

Sin plasmar un dogma, Valente ha efectuado una aproximación importante entre su predilección por lo informe de su experiencia y la privación del ser en el pensamiento místico. Asío, el estilo críptico e irónico de su última serie, Treinta y siete fragmentos (1973; incluida en sus poesías Completas hasta esa fecha, Punto cero), breves apuntes a veces con aversión, se da ahora a un tono más profundo y más elegíaco. El lacerante poeta social de las flaquezas humanas, tan palmario en El inocente (1970), se ha vuelto más alegórico o más personal. Si en ese libro escribió «desde un naufragio» social en «Sobre el tiempo presente», ahora en «Tango» de Figuras, se siente aún más su propio «corazón naufragado», o el destino «aciago» (palabra a menudo empleada). Los rasgos kafkianos o cruentos de su prosa poética en El fin de la edad de plata (1973) toman lugar, además de la tercera sección en prosa, en una acertada, aunque grotesca, fábula de la vida moderna, el circo de nuestra miseria, «Invención sobre un perpetuum mobile». Aquí, por laconismo, se añade misterio a la sátira romana.

La postura de asombro o la alambicada meditación de como. asimilamos nuestro existir abrevia muchos de estos textos más de lo que la demostrada madurez de la experiencia requeriría. Incluso contra el muro del saber, el lenguaje a veces sólo logra insistir en sus aseveraciones a base de recurrencia. Pero si Valente, como un Lázaro perpetuo, procura resucitar y encarnar sus teorías en verso haciendo referencia al Aleixandre de Pasión de la tierra (en Las palabras) como «un mundo donde la forma existe menos que la formación», Figuras nos deja más, que fragmentos transicionales. En tres de sus más logrados poemas, hace espléndido tributo a la. memoria personal de un amigo, en «intimations to inmortality», ahonda en la horrenda bombilla del Guernica de Picasso para conmemorar la memoria colectiva y traza un poema de amor contra el fondo de «un universo concentracionario». Si busca en parcas imágenes de luz y noche su sombra y su rayo, la síntesis ambigua de toda auténtica creación poética, deja intacto el secreto de su sueño. De algún modo, la más escueta realización aún provee sugerencias por el cañamazo y desarrollo dela palabra símbólica entre múltiples textos. Sólo, sintiendo la transparencia de la identidad poética o su ausencia, como dijo Keats, podemos evaluar lo que vale Valente.

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