Fidelidad imaginativa en "La familia de Pascual Duarte"
La familia de Pascual Duarte -explica Marañón-, «ha tenido el privilegio, excepcional en la literatura, de pasar, en términos breves, desde la categoría de un libro juvenil y de batalla a la de libro clásico. Y esto que siempre es difícil, alcanza en la presente ocasión categoría milagrosa, por dos razones: porque es un libro violento y porque es un libro español. La violencia hace también vivir a la obra de los hombres, pero la aleja de las latitudes clásicas por lo menos durante largos años, hasta que el tiempo le lima los dientes, lo cual acaba siempre por suceder». Y añade en el prólogo, más adelante: «La historia de Pascual Duarte es sólo en apariencia violenta. Esto me parece esencial. En ella suceden, sin duda, episodios atroces. Pero lo atroz puede no ser violento si brota de esa profunda raíz vital por donde sube y baja la savia de todo lo existente ».Así pues, nos hallamos ante una obra clásica y violenta en apariencia. Las opciones que suelen ofrecerse a quienes en tal caso deciden llevar a cabo la experiencia de su paso al cine suelen ser varias, como se sabe: tomar el libro como pretexto para apurar las propias experiencias; respetar únicamente su espíritu, interpretándolo a su modo, o por el contrario, serle fiel, no paso a paso, sino inventando si es preciso, personajes y situaciones equivalentes allí donde la palabra, con su capacidad de síntesis, de expresar directamente conceptos no tiene en el cine equivalencia. En este caso se ha aplicado acertadamente esta tercera solución, añadiendo ciertas, anotaciones de época con que fijar la acción en el tiempo, lo que no mengua su continuidad ni por supuesto, su carácter inconfundible de tragedia. Falta sólo lo que el cine no puede dar o da muy raramente, aunque su esencia venga a ser más narrativa que dramática: la ironía, a veces agresiva y a veces patética, el cabalgar constante del autor a medias entre el humor y la poesía, decir, esa serie y suma de valores que entendemos por estilo. Sin embargo todo arte debe hablar su propio lenguaje y aunque al cine le haya sido vedada la profundidad psicológica e incluso la libertad de la novela, aquí tenemos a este Pascual Duarte actual, en pie, rodeado de su familia y de su tierra. Al ser protagonista principal, al ser su propia vida quien lleva y trae los momentos principales del drama, del pueblo a la prisión y de la cárcel hasta su final definitivo, se corría el riesgo de que, al fallar el personaje tan difícil y complejo, toda la historia se viniera abajo. No ha sido así. El personaje, como todos los demás, salvo la madre que aquí tiene menor importancia que en el libro, se corresponde con el que el autor describe en sus primeras páginas: «Yo señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos los mortales al nacer, y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en vaciarnos como si fuéramos de cera y destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte».
Adaptación de la novela de Camilo José Cela
Dirección, Ricardo Franco. Fotografía, Luis Cuadrado. Interpretes: José Luis Gómez, Héctor AIterio, Diana Pérez de Guzman, Eduardo Calvo, Paca Ojea, Marible Fresno, José J. Hinojosa. Producida por Elias Querejeta P. C. Dramática. España. 76. Local de estreno, Cine Bulevar.
Es mérito especial del director no sólo la elección de actores cuyos rostros no demasiados conocidos dan, si cabe, mayor veracidad a la película, sino también haberles sabido sacar partido máximo sin llegar a forzarles. Lo es así mismo la elección de paisajes y ambientes naturales que la fotografía ha sabido reunir en un conjunto a la vez expresivo y trágico.
Se ha suprimido alguna parte de la anécdota, como el viaje a Madrid y algunas muertes. Alguna escena de amor ha cambiado de lugar, mas a pesar de todo, cuando la historia acaba con la secuencia impresionante de la muerte, puede decirse que el espíritu de la obra original no se ha perdido, ni en esa muerte que el autor apunta en el epílogo del libro, ni en ese Pascual que conocemos desde niño, ni en la novia, ni en la hermana, ni en el acento extremeño que subraya y llena de encanto especial todo el diálogo como aportación del cine a la novela, a través del sonido directo. Por supuesto que hubiera sido más fácil recurrir a la socorrida voz en off para explicar aún más el drama de Pascual, pero aparte de romper la estructura bien diáfana del film, concebido en grandes silencios, en espacios concretos y en ritmo lento, el buen arte de José Luis Gómez no lo merecía.
Babelia
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