Cansadas de las zapatillas y de los tacones
Nuria Varela publica un ensayo sobre la nueva misoginia que niega la desigualdad
El economista Adam Smith (Escocia 1723, 1790) creía que la cena cada noche estaba en su mesa “no por la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero”, sino por las miras de estos comerciantes “al propio interés”. Así explicaba el autor de La riqueza de las naciones su teoría sobre el libre mercado. Pero en algo se equivocaba o era incompleta dicha teoría: la mano invisible que le servía la cena cada noche era la de su madre, que toda la vida se encargó de cuidarlo, como relata Katrine Marçal en su libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?. Otro punto de vista.
El de Nuria Varela, que firma el libro Cansadas. Una reacción feminista frente a la nueva misoginia (Ediciones B), recuerda de nuevo que las comidas no son gratis y que tanto vale el trabajo del panadero como cuesta el de las mujeres que en todo el mundo desarrollan labores invisibles e impagadas. Y recuerda otras muchas cosas, mil veces repetidas pero aún no asumidas, por lo que se ve, que han llevado a su generación, la que está entre los 40 y los 50, al cansancio, un hartazgo de siglos.
Periodista, escritora y experta en violencia de género, Varela (Turón, Asturias, 1967) alza de nuevo la voz para explicar qué es eso de la nueva misoginia, con qué sutileza se está “negando la desigualdad, disimulando su existencia, metiendo bajo la alfombra las cifras que no acaban de cuadrar, haciendo valer palabras como neutralidad, mérito, incluso desde un aparente progresismo, como campan con fuerza los expertos en el negacionismo de la discriminación”.
Mientras esto ocurre, las nuevas generaciones de niñas, educadas en esa supuesta igualdad, “se están encontrando con una infancia hipersexualizada, con una adolescencia de tacones imposibles y recargados maquillajes "bajo la excusa de gobernar su cuerpo con libertad, mientras las políticas de igualdad no han entrado en las aulas todavía, a pesar de que todo el artículo 1 de la Ley de Violencia de Género, por ejemplo, está consagrado a eso”, explica Varela.
"Todo eso me preocupa, porque son niñas que están recibiendo unos mensajes contradictorios".
Y sus madres, las que tienen entre 40 y 50 años, esa generación que Varela califica como “desperdiciada”, que no perdida, están cansadas. ¿Cansadas de qué? Así se despacha Nuria Varela:
“Cansadas de leer necrológicas de mujeres cada día.
Cansadas de rastrear como detectives nuestra propia historia.
Cansadas de leer entre líneas nuestros éxitos.
Cansadas de no poder llevar a la práctica la teoría.
Cansadas de las Iglesias, de todas las Iglesias, empeñadas en robarnos la libertad.
Cansadas de no tener.
Cansadas de que los grandes ideales que mueven el mundo nunca incluyan a las mujeres (la revolución francesa prohibió el feminismo por innecesario y burgués, y Olimpia de Gouges, que escribió por entonces la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, acabó en la guillotina).
Cansadas de las excusas de la Real Academia y de los medios de comunicación.
Cansadas de haber pasado décadas poniendo cifras y datos a todas las discriminaciones y que baste un ejemplo en contra para que la piedra de Sísifo vuelva a caer.
Cansadas de que todavía haya que explicar que feminismo no es lo contrario de machismo
Cansadas del jefe que te recuerda condescendiente que tú todavía eres una niña, aunque lleves trabajando los mismo años que él y siendo incluso mayor, o de que se requiera una participación femenina, casi siempre vetada, porque es el Día de la Mujer.
Cansadas, en fin, de pintar las paredes sin tocar los cimientos".
¿Y de qué más?
"De las mentiras, de las medias verdades, de la soberbia, de la postergación, de la crítica, del menosprecio, de los micromachismos, del paternalismo, de que se castigue la apología del terrorismo pero no hay ni una sola condena por apología de la violencia contra mujeres, de que la palabra de la mujer valga la mitad (como ocurre con las supuestas denuncias falsas por violencia de género, que no llegan al 0,1%) y un largo etcétera…".
Varela, autora también de Feminismo para principiantes, constata en esta obra cómo los indicadores más fiables para medir el machismo, quizá los únicos, siguen inalterables: las muertes de mujeres y los económicos (brecha salarial, tipos de contratos, paro, pensiones, pobreza). Por no hablar del uso del tiempo, “donde el 80% del trabajo doméstico sigue recayendo en las mujeres”. “Y se declaran más cansadas y ocupadas las madres casadas, que las madres solteras”, lo que quiere decir, señala, que el trabajo de cuidar al compañero adulto es un añadido más a la jornada de las zapatillas. A lo largo del día, fuera de casa, se ha satisfecho la jornada del buen aspecto, mejores modales y altos tacones.
Las que están entre los 40 y los 50, dice Varela, se saben más modernas que lo que les depara el día a día, están atrapadas entre un mundo de empleadas impecables y poco reconocidas y un regreso, por la tarde noche a los roles tradicionales, ese es el "sincretismo de género". “Entiendo que las más jóvenes no quieran repetir este mundo de locura en el que se desenvuelven sus madres, pero es que se han ido al de las abuelas y quizá ese no sea el camino", lamenta Varela.
"Hay mucho que discutir, pero entre feministas, es decir, hombres y mujeres que crean en la igualdad, que no es solo condenar las declaraciones simplonas y crueles de Trump o las salidas de tono de un eurodiputado polaco. Estamos muy cansadas, sí, pero vamos a seguir convenciendo", dice Varela, "porque la clave más relevante de las acciones feministas ha sido el convencimiento, lo que de por sí es un aporte democrático a la cultura y la convivencia si se considera el ambiente hostil, la descalificación y hasta las maneras bravuconas imperantes”.
Mientras tanto, Varela recuerda que el bíblico Salomón no era un sabio, don Juan no era un héroe ni Lolita es una historia de amor, sino una violación a una niña.
Babelia
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