La poesía se alía con la Red
La línea de los poemas claros, directos y precisos parece conquistar a una nueva generación de lectores. El ciberespacio ha contribuido a su propagación
Hay una distancia imaginaria entre prosa y poesía que hoy parece más corta. Casi de repente, los poetas venden miles de ejemplares y sus lectores forman colas en la Feria del Libro de Madrid. Algo pasa en la poesía. Pasa que tienen que pasar todavía más cosas, según Manuel Vilas (1962), que acaba de reunir su obra poética desde 1980 y el pasado domingo llegó desatado al Retiro. “Los poetas tienen que dejar su pedestal absurdo” y contar el mundo como lo haría un periodista o un novelista, con un lenguaje “contundente, claro, preciso y literario a la vez”. Algunos han empezado a hacerlo, y el resultado es que “la poesía vuelve a las librerías y se venden miles y miles de ejemplares”. Se remite a Octavio Paz: “La poesía ha de salir de las catacumbas”.
Karmelo Iribarren (1959), cuyos versos vertiginosos caben en unas pocas letras, salió, y en plena Feria volvió a extrañarse “de la variedad de gente que me lee: jóvenes, viejos, trabajadores, catedráticos. Hasta algún crítico literario”. La poesía, “por más que les pese a algunos, no es un coto cerrado para amiguetes; es un lugar de encuentro”. En ese espacio inesperado ha sucedido lo impensable: que este género ha inventado lectores que no existían. De repente, son miles, y jóvenes. “Algo se ha removido, y me parece digno de mención, y quizá de estudio”, dice Jesús Munárriz, editor de Hiperión, cuya caseta se visita en la Feria como si fuese un templo.
Elvira Sastre, Diego Ojeda, Escandar Algeet, Victoria Ash, Marwan, Irene X o Defreds son nombres, en algunos casos vinculados a la canción, que llevan más de dos años transformando el modo de comprar poesía. Loreto Sesma (Zaragoza, 1996) llegará este fin de semana a la Feria para firmar 317 kilómetros y dos salidas de emergencia, con el que ha vendido más de doce mil ejemplares. De un modo distraído, distintos movimientos habían estado ocupando las calles, hasta que “el murmullo acabó convirtiéndose en un fenómeno gracias a los blogs, las redes sociales o, como en mi caso, YouTube”, señala. “La poesía ya no es lo que era, aunque bueno, en realidad nada lo es”, añade. De hecho, Vilas admite que a él lo ha influenciado más Lou Reed que Juan Ramón Jiménez. “Estamos ya en un territorio fronterizo”, en el que importa “ganar lectores para la poesía”. Y al fin está pasando.
El fenómeno asombra a los más incólumes. “Nunca, nunca, ni con Ángel González, ni con Miguel Hernández, ni con Gil de Biedma, ni con Machado, se acercó tanta gente a la poesía como ahora”, afirma Chus Visor, que editó su primer libro de poemas en 1968. En su catálogo también hay mucha cultura popular, como Bob Dylan, Leonard Cohen, Violeta Parra o Joaquín Sabina. Pero esto es diferente. “Me pregunto si estos jóvenes que compran tanta poesía seguirán leyendo dentro de cinco años, y si darán el salto a autores más exigentes”. Elena Medel (1985), una de las poetas más exquisitas de su generación e impulsora de la editorial La Bella Varsovia, admite que “en un principio creí que los lectores de una escritura se interesarían por la otra, pero cada vez me parece más evidente que no ocurrirá así, y que ambas discurren en paralelo”.
Munárriz aviva cierta esperanza en los lectores jóvenes. Cuando aparecen, siempre es posible que, en su entusiasmo, “un día descubran que existen Rilke, Rimbaud o Hölderlin”, y que la poesía, cuando es buena, lo será sin importar los siglos que pasen; es buena para siempre.
Luis Alberto de Cuenca (1950), Premio Nacional de Poesía en 2015 por Cuaderno de vacaciones y una de las voces más reivindicadas por los nuevos creadores, enfatiza que “la poesía es una manera de vivir la historia”, que no puede soslayar que la realidad es tecnológica. Internet y las redes se han vuelto herramientas para incidir en el entorno. Paradójicamente, los jóvenes autores no son sociales, sino intimistas. “Su poesía es neorromántica, fácil, cercana, hermosa, con una sensibilidad a flor de piel”. Su impacto, sea como fuere, cree que beneficia a la poesía en general. Elena Medel juzga que esta escritura clara y directa, quizá “más anclada en la música que en la literatura”, no está sirviendo para dar mayor visibilidad a la poesía más canónica. Salvo algún nombre con una trayectoria prolongada, aquélla “sobrevive como puede en las librerías más fieles”.
En tal escenario, la Feria del Libro llega como un milagro puntual. Con tantas librerías sin apenas sección de poesía, “aquí podemos mostrar todos nuestros títulos”, indica Chus Visor. De hecho, sólo en la Feria pasa algo tan fascinante, dice Munárriz, como que el primer día “se presenten algunos lectores y soliciten nuestro catálogo, que seguimos editando, y a la vuelta de unas jornadas regresen con los títulos que quieren subrayados”.
“La intensidad tiene que ver con la juventud”
Marcus Versus (1978), editor de los sellos Harpo y Ya lo dijo Casimiro Parker, asume que la poesía "se ha fortalecido con elementos musicales y teatrales, al más puro estilo juglar, pero su esencia se mueve por vertientes sólidas que evolucionan muy despacito". En el fondo, "espero de la poesía que no se utilice como arte puramente estético, sino para el mundo y las personas". Abelardo Linares, al frente de Renacimiento, incide en que los calendarios no miden adecuadamente el tiempo de la poesía: la llegada de "una nueva época" siempre se conoce "con retraso". Aunque la poesía nace de una “intensidad que tiene que ver con la juventud”.
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