Resines apuesta por un discurso breve y poco aguerrido

Era una de las grandes incógnitas. ¿Qué diría Resines en sus primeros Goya como presidente de la Academia? ¿Seguiría la senda aguerrida trazada por su antecesor, Enrique González Macho, y aquel "hacer películas en España es un acto heroico"? La respuesta llegó tras poco más de una hora de gala, a través de un discurso de los más breves que se recuerde y, desde luego, lejos de los ecos de guerra de otros años. Resines mencionó el IVA cultural al 21% y el poco interés que los políticos muestran hacia el cine y la cultura, pero sus palabras optaron claramente por destacar más las luces que las sombras.

“A todos los espectadores, aquí en sus casas, no olvidad nunca que nosotros somos contingentes, pero vosotros sois necesarios. Gracias Cuerda. Buenas noches", concluyó el presidente de la Academia un discurso que atacó con fuerza la piratería —un caballo de batalla habitual en él— pero dejó a un lado cuestiones como el fraude taquillazo que investiga las subvenciones a unas 40 películas entre 2012 y 2014, la polémica aprobación de la nueva Ley del Cine o los cuatro años de enfrentamientos del sector con el Gobierno del PP.

El presidente empezó recordando la reciente creación de la Fundación Academia de Cine, “cuya finalidad será llevar a cabo proyectos educativos, orientados principalmente a la infancia y la juventud”, así como el lanzamiento de una colección de libros “sobre los actores de reparto del cine español”. También la Academia ha arrancado Nuestra memoria. El cine español, un proyecto de entrevistas a grandes profesionales que repasan sus vidas y sus trabajos.

Resines mandó “un abrazo” a todos los que mantienen abiertos videoclubes en España. Agradeció la labor de su junta directiva y de los académicos, de los que él tan solo es el “cabezón visible”. Y continuó: “Os deseo mucho trabajo y todo lo mejor para este año. Y aun siendo consciente de la decepción y la tristeza que os va a inundar a todos, lamento comunicar que no voy a terminar con un rap". Una pena. ¿Otra?