Pompeya renace y deja atrás su “segunda destrucción”
Matteo Renzi proclama “el retorno de la belleza” a la ciudad romana tras restaurarse seis casas. “Italia está en condiciones de decir ‘basta’ a las obras incompletas”, asegura
“La belleza ha vuelto a Pompeya”. Con esta frase, el primer ministro de Italia, Matteo Renzi, celebró ayer la restauración de seis domus (casas romanas) en el yacimiento arqueológico de Pompeya, la ciudad romana sepultada por la erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79, redescubierta en 1748 y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997.
La presencia de Renzi en Pompeya simboliza la importancia de la restauración. “Pompeya ya no es noticia por los derrumbes; sino por las restauraciones”, dijo, al tiempo que proclamaba el orgullo de Italia por, finalmente, “haber vencido una batalla difícil”.
Y no es para menos. El yacimiento arqueológico situado en el golfo de Nápoles ha sufrido en los últimos años lo que se conoce como “la segunda destrucción de Pompeya”. Se derrumbó una parte del templo de Venus y uno de los muros de la necrópolis de Porta Nocera. También se robó, el año pasado, un fresco que fue arrancado con un cincel.
Pompeya se acostumbró a los cada vez más frecuentes derrumbes, los constantes robos, las huelgas de personal, la mala administración y a la omnipotente sombra de la Camorra, la mafia napolitana. Con el incesante deterioro y la falta de soluciones, incluso se llegó a poner en duda que mantuviera el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad.
Espanto y placer entre las ruinas
La erupción del Vesubio del 24 de agosto del 79 devastó todo el territorio circundante, destruyó al menos 8 ciudades —las más notables Pompeya y Herculano— y mató a miles de personas (entre ellas a Plinio el Viejo que se acercó demasiado para verla). Paradójicamente ha hecho avanzar dos ciencias: la arqueología y la vulcanología.
Goethe señaló la contradicción entre el espanto y la maravilla que provoca la contemplación de las ruinas al decir que "ninguna catástrofe ha proporcionado más placer al resto de la humanidad que la que sepultó Pompeya".
Recientemente, ha vivido la paradoja de que a pesar de que había recibido financiación de la Unión Europea, los fondos estaban bloqueados. Y llegó el colapso. Los numerosos filtros establecidos por la administración para evitar que las obras de restauración terminaran siendo adjudicadas a empresas controladas por el crimen provocaban un hecho insólito: Italia no era capaz de gastar en tiempo y forma —antes de diciembre de 2015— los 105 millones de euros destinado al Gran Proyecto Pompeya. Por fin, el plan da frutos. Y lo hace, en parte, gracias a que el elegido para dirigir el proyecto fue Giovanni Nistri, un general del arma de Carabinieri, la policía militar italiana.
Renzi aprovechó el ejemplo de Pompeya para afirmar que “Italia está en condiciones de decir basta a las obras incompletas. Italia ha dejado de llorar”. El primer ministro incidió en que el objetivo de su país es “ser lugar de la belleza y la cultura”.
Para llegar a esta última fase de una Pompeya que renace, se han invertido tres de los 105 millones de euros (27 de las arcas italianas y la mayor parte de los Fondos para el Desarrollo Regional de la Unión Europea) del plan.
Los trabajos de restauración han devuelto el color a las imágenes mitológicas que adornan las paredes de las domus. Han recobrado la luz las figuras de Hércules, Narciso y Apolo y Dafne que adornaban las estancias en el siglo II a. C. También brillan con más potencia los mármoles de los suelos y los mosaicos bicolores del centro de las estancias.
Nuevos objetivos
Son seis las domus restauradas: Fullonica di Stephanus, la casa del Criptoportico, la del Paquius Proculus, la casa del Sacerdos Amandus, la del Fabius Amandio y del Efebo. Estancias en las que los antiguos romanos vivían, dormían, lavaban los vestidos, se reunían y se daban baños termales. Y en las que quedan restos de un valor incalculable que, sin embargo, se estaban perdiendo por falta de cuidado.
Las seis casas romanas representan también el punto de partida para el renacer de las ruinas, que aún tienen que cumplir nuevos objetivos, aunque ya se ha satisfecho la mitad de lo propuesto y lo ha hecho al ritmo de un millón de euros a la semana de inversión. El reto ahora es, según explicó el ministro de Cultura de Italia, Dario Franceschini, concluir la restauración en 2017 y, a partir de entonces, mantener el yacimiento en las mejores condiciones, favorecer la accesibilidad y desarrollar una nueva web.
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