Arqueólogos sobre dos ruedas en Lima
Un grupo ciudadano recorre en bicicleta los lugares sagrados prehispánicos del área metropolitana y alerta sobre su estado para impedir su destrucción
Entre 70 y 200 personas, convocadas por los siete fundadores del Círculo Ciclista Protector de las Huacas, recorren en bicicleta cada mes las distintas ubicaciones de las huacas (antiguos templos piramidales de varias plantas), los lugares sagrados del Perú prehispánico que, pese a haber sido reconocidos por el Estado como patrimonio cultural, están abandonados, amenazados por la basura y la construcción de viviendas. Son activistas de dos causas casi perdidas: cada semana hay atropellos de ciclistas en la región metropolitana de Lima, y el cuidado del patrimonio interesa poco a ciudadanos más preocupados por la inseguridad.
“Surgimos como grupo después de que una inmobiliaria destruyese una de las pirámides de la Huaca Paraíso en 2013 y el Ministerio de Cultura cancelase la puesta en valor del lugar”, recuerda el educador y fundador del Círculo, Nils Castro, sobre el ataque al sitio de 4.200 años de antigüedad en el distrito de San Martín de Porres, en Lima Norte.
Los otros miembros de la agrupación son un diseñador gráfico, una actriz, un administrador de un pequeño negocio, una comunicadora, y una pareja de arqueólogos. Uno de ellos, Alberto Tapia, refiere que tomaron como base un inventario de monumentos arqueológicos realizado por Rogger Ravines en 1984 y esperan recorrer las 400 huacas de los valles de Lurín, Chillón y Rímac, en Lima. “Es bien interesante porque siempre hay huacas nuevas. Ya hemos visitado más de 100”, añade Castro. En su circuito del mes de agosto encontraron dos huacas secuestradas, una dentro de un instituto privado de educación técnica y otra en un local deportivo del Estado: “No nos dejaron entrar a ver en qué estado están, ni siquiera para tomar una foto”, lamenta el educador.
Una semana antes de cada visita, el grupo sale en inspección para determinar la ruta y los lugares de descanso en los que un narrador oral aprovecha para contar algunos mitos de las huacas y los hombres de Huarochirí, la provincia de Lima que es el núcleo de la antigua tradición oral. En el recorrido de 45 kilómetros, todos se cuidan: avisan si hay un hueco, uno detiene el paso de los autos en un cruce sin semáforo, otro toca el timbre pidiendo respeto a quienes invaden la ciclovía de la avenida Universitaria, en Lima norte. En la ciclovía, interrumpen neumáticos tirados, desechos, y autos mal estacionados.
En la salida preparatoria del circuito del 20 de septiembre, encontraron quema de basura en la Huaca Chacra Colorada 2; una ruma (cúmulo) de desechos en la entrada de la larga muralla de Tungasuca, al lado de un parque infantil; y el incremento de venta de lotes de vivienda en la que fue la plaza central del templo de piedra, en forma de U, de Huacoy, de 2.500 años de antigüedad.
En contraste, decidieron incluir en la ruta la casa de la señora Gladys, en el pasaje Rázuri de la urbanización Retablo, que descubrieron por casualidad mientras buscaban la Huaca Chacra Cerro 1: el jardín exterior, muy bien cuidado, está habitado por decenas de figuras de cerámica, duendes, cisnes, blancanieves, hongos, y por mensajes en color de los vecinos agradecidos.
Huacas solas
“En cada recorrido, pedimos a los participantes que revisen el estado de la huaca y luego escogemos uno de los carteles con los que nos tomamos una foto grupal con la leyenda: Huaca protegida, ¿Huaca protegida?, Huaca en destrucción o Destruida. La mayoría de las huacas que hemos visitado están desprotegidas”, afirma Castro a EL PAÍS. El grupo registra el estado de las huacas cada vez que las visitan, y sistematizará esa información para hacerla pública.
“En el anterior recorrido, este letrero era visible”, apunta Castro en la Huaca Alborada 3 el domingo pasado. Los sitios inscritos por el Estado como patrimonio monumental tienen un sólido cartel en azul con el nombre y la antigüedad del lugar, pero en este caso ha sido grafiteado y está totalmente ilegible. El Círculo intenta tocar las puertas de los vecinos e involucrarlos con la historia del lugar: a los residentes de la Huaca El Oro les pidieron permiso para usar el parque ubicado al lado de la huaca en una ceremonia de ofrenda a los antepasados, y tuvieron acogida.“Siete se han comprado una bicicleta para salir con nosotros, es un indicador de que esto tiene relevancia para las personas”, añade el fundador.
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