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Caña y pepito para cerrar El Palentino

El icónico bar de Malasaña ha servido sus últimas cervezas y bocadillos este jueves tras 80 años de servicio. La muerte de su dueño, Casto Herrezuelo, ha precipitado su cierre

Bar El Palentino en la calle del Pez 8 de Madrid.Vídeo: Claudio Álvarez / JAVIER JIMÉNEZ

María Dolores López y Juan Carvajal viven esta semana días atípicos. Son las once de la mañana y no hay asientos libres en El Palentino, el legendario bar de Malasaña regentado durante décadas por el incombustible Casto Herrezuelo, fallecido el pasado 22 de febrero a los 79 años. Mientras Loli, como la llaman todos, se ocupa de servir cañas y atender al teléfono, Carvajal se encarga de poner los bocadillos. Casi todos los que se piden son los famosos pepitos. Han sido los últimos de este lugar, que ha echado el cierre la noche de este jueves.

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“Solo esperamos que se acuerden de nosotros”, desea López. A sus 67 años, admite que ya no puede, ni quiere, hacerse cargo de tal responsabilidad. El Palentino era la razón de ser de Casto, pero López quiere “recuperar” el tiempo. En esta decisión también ha influido que ninguno de los hijos de Casto ni los de la propia Lola se han querido hacer cargo del local. Era un bar a la medida de Casto. López tiene claro que si Casto sigue vivo, “no se cierra el bar”. “Era su vida”, asegura.

Pero El Palentino ya ha echado el cierre definitivamente. “Malasaña después de El Palentino va a ser nula”, explica a su manera López. Esta afirmación se corrobora con las muestras de cariño de los vecinos que no paran de llegar durante toda la mañana y en los días previos al cierre. Un ramo de flores, bizcochos caseros… Si quedaba algo del antiguo barrio de Malasaña, eran El Palentino y la tienda de ropa infantil La Moda. Ahora solo queda la segunda.

“Esto es un trozo del barrio que se va. Se le va a ir un trozo a todo el mundo”, comenta Carvajal, para el que también se va un trozo de vida. De los 80 años de El Palentino, ha trabajado la mitad aquí. A sus 56 años y un horizonte laboral nada claro, admite que descansará “unos días” antes de volver a buscar trabajo “y seguir”.

Begoña ha nacido en este barrio y es clienta habitual. “Se pierde un poquito lo que es el alma del barrio, porque lo bueno que tiene El Palentino es que no segrega a nadie”, señala. En el bar hay gente de todas las edades y oficios. Entre ellos, Miguel Marcos, un músico gallego. Para él, este bar ha sido un “punto de encuentro” para muchos artistas. Marcos apura su caña y comparte la misma sensación que todos: “No sé Malasaña, pero esta esquina va a ser un lugar de recuerdo y vacío”.

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Dos jóvenes disfrutan su desayuno. Es la primera vez que entran a este lugar, aunque ya habían escuchado de él. No tenían conocimiento de que fuesen los últimos días de El Palentino. "Da un poco de miedo pensar que todo se va pareciendo. Todo es lo mismo, todos los bares van teniendo el mismo aspecto. Todo se convierte en lo mismo", concluye uno de ellos.

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