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Reportaje:

El 'síndrome de las ventanas'

El sistema operativo que utilizamos la mayoría es el denominado Windows. Si la marca se hubiese registrado en castellano diríamos: yo utilizo el Ventanas, ¿y tú? El nombre escogido por Microsoft tiene su razón de ser. Este sistema fue concebido para que el usuario pudiera tener activas varias ventanas a la vez. Cada una de ellas constituye un canal de comunicación a través del cual una persona desarrolla una tarea determinada. Hay personas que mantienen abiertas más de veinte al mismo tiempo. Basta con accionar un solo botón para saltar de una tarea a otra: el usuario graba un fichero, contesta un correo electrónico, avanza en un texto a medias, abre un e-mail entrante, lo reenvía, visualiza un vídeo, luego imprime una fotografía, minimiza esa ventana y se va a una hoja de cálculo para proseguir con ciertas operaciones...

Este modo de enfrentarse al trabajo se ha ido extendiendo al mundo real. Cuando un joven se comunica, lo hace con diversas personas y a través de distintos canales al mismo tiempo. Desde su ordenador chatea en dos o tres ventanas distintas con diferentes grupos de personas; tiene abiertos dos blogs; contesta un sms en su móvil, comiéndose letras para comprimir el espacio del mensaje, y todo ello mientras juega con la Play y dialoga a voces con su madre desde la habitación contigua.

El sistema de ventanas abiertas simul-táneamente ha provocado un cambio formidable en las habilidades personales. Se ha desarrollado, sobre todo entre los más jóvenes, una inaudita velocidad para cambiar de asunto. Se aumenta la adaptabilidad y capacidad de descodificar en pocos segundos los estímulos recibidos. Procesamos y reaccionamos ante la información a mayor velocidad. También ha mejorado la posibilidad de avanzar varias tareas en paralelo, la denominada multitarea (multitasking), una especie de pluriempleo de las neuronas. Asistimos a lo que podría denominarse horizontalización de la concentración. Es decir, abarcamos muchos más frentes.

Pero no hay mejora que no suponga una renuncia. "Quien mucho abarca, poco aprieta", dice el refranero. La tendencia a abrir más y más frentes simultáneos desemboca en una reducción de la capacidad de concentración. Más amplitud supone menos profundidad. Se pasa por la información de puntillas, quedándonos con lo esencial, sin ir a la esencia y causas primeras de las cosas.

La multitarea ha traído el denominado síndrome de las ventanas, que debe su nombre a las ventanas de Windows. Un síndrome que provoca ansiedad por abrir el máximo de canales de comunicación o áreas de trabajo posibles. Inconscientemente buscamos pasar menos tiempo en una tarea determinada y, si es posible, aumentar el número de frentes abiertos. Desacostumbrados a profundizar, buscamos sentirnos útiles aumentando el número de temas que abordamos de forma somera y superficial. Una persona ante un ordenador con una sola ventana abierta tiene la sensación de que está siendo poco eficiente, de que le faltan estímulos, de que permanece ociosa.

Investigaciones recientes han demostrado que la multitarea tiene un límite. Neurólogos, psicólogos y profesores de escuelas de negocios norteamericanas sugieren que deberíamos controlar el número de tareas que atendemos en paralelo. Jonathan B. Spira, analista jefe de Basex, una empresa de investigación sobre prácticas empresariales, estimó que en Estados Unidos el coste de las interrupciones debidas a la multitarea rondaba los 650.000 millones de dólares al año. Un coste calculado a través de la pérdida de productividad que supone el cambio constante de frentes a los que se presta atención.

Los síntomas del síndrome de las ventanas son muy similares a los de los niños con déficit de atención. Recientemente se ha hablado mucho sobre el aumento de niños con síntomas de hiperactividad. Educadores y profesores denuncian que la capacidad de concentración de los jóvenes alcanza niveles inferiores a los exigidos en los planes de estudios. La semana pasada, un profesor de instituto me comentó que encontraba problemas para lograr la concentración de sus alumnos. Todavía más sangrante es el caso de una madre cuyo hijo preparaba un examen, pero no lograba concentrarse. El problema, me decía, era que deseaba concentrarse, pero no sabía cómo hacerlo. Su mente había perdido el hábito. No hay más hiperactivos, sino más jóvenes normales con efectos secundarios debidos al síndrome de las ventanas.

La importancia de concentrarse no puede ser subestimada. En el año 2005 se realizó en Cuba una prueba científica con dos muestras de deportistas. Se midió previamente su capacidad de concentración según la técnica de los anillos de Landford. Los resultados demostraron empíricamente que los deportistas con mayor capacidad de concentración lograban mejores resultados en las competiciones.

Sin duda, el día de mañana, la capacidad de concentración de una persona será un factor de éxito, algo que marcará la diferencia. No es de extrañar que, ante esta realidad, estén apareciendo nuevos conceptos de academias para enseñar y ejercitar la concentración mediante juegos y aplicaciones de las matemáticas.

Capacidad de concentración

Algunos consejos para desarrollar la capacidad de concentración: fomentar lectura de libros (no de textos comprimidos en pantallas) y marcar con una señal las frases que han sido comprendidas (no pasar a la siguiente si la anterior no está marcada, para evitar leer entre líneas y saltar frases reteniendo sólo algunas partes del texto). Es importante obligarse a un mínimo de tiempo diario de trabajo en una sola tarea, aislándose de otros estímulos externos. En ese sentido, más que estudiar ocho horas seguidas es preferible hacerlo en bloques de veinte minutos con descansos de cinco, para recuperar la capacidad de atención.

Fernando Trías de Bes es profesor de Esade, conferenciante y escritor.

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