La era de los hombres sin atributos
Un congreso analiza el anonimato como arma de resistencia en la sociedad de la sobreinformación - Artistas y pensadores subvierten la idea tradicional de autor
Nuestro mundo moderno vive sumido en una paradoja: el anonimato, lejos de representar una exclusión social, se está convirtiendo en una estrategia -tanto individual como colectiva- que se opone a la inflexible lógica del control. En unas ciudades literalmente plagadas por cámaras de vigilancia, donde cada individuo está férreamente identificado, la fuerza del anonimato radica en su capacidad para abrir espacios de libertad no fiscalizados por el poder. Durante tres días, artistas, antropólogos y filósofos han debatido durante unas jornadas celebradas en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) sobre este fenómeno, que hace más de cien años anticiparon escritores como Poe y Baudelaire al hablar del hombre de la calle; ese desconocido del que nada sabemos, oculto e invisible entre la multitud. Un hombre anónimo que es cada uno de nosotros y a la vez ninguno de nosotros.
El antropólogo Marc Augé cree que hoy no hay poder sin cobertura mediática
Como se encargaron de recordar Santiago López Petit o Wenceslao Galán, la sociedad de consumo es un mecanismo que favorece -al mismo tiempo- el anonimato y la exposición absoluta. Lo cual genera desconfianza hacia el juego político convencional, tras el que se sospecha la existencia de un poder en la sombra constituido por sociedades anónimas. La única forma de oponerse a ese poder nebuloso es no disponer de nombre o atomizar la propia identidad. Así se explica la eclosión de movimientos desterritorializados, como los antiglobalización iniciados en Seattle. Movimientos de lo social -que no sociales- sin rostro y sin siglas, expresados en las movilizaciones tras el 11-M -el famoso "pásalo"-; o en las campañas por la vivienda y su conocido eslogan: "No tendrás una casa en la puta vida", de las que hablaron Amador Fernández-Savater y Leónidas Martín. Así como nuevas formas de entender la identidad, que se expresa en mundos virtuales como Second Life, o en proyectos artísticos como Luther Blisset, seudónimo utilizado por varios creadores a la vez. En este campo la lista sería variada, desde narradores que se han ocultado al público -como en el caso de B. Traven, J. D. Salinger o Thomas Pynchon-, hasta grupos musicales que guardan celosamente su anonimato, como los Residents, Bob Log III o Daft Punk. En este sentido fueron presentados proyectos como Kid A -a partir de un LP de Radiohead-, mostrado en el museo de arte contemporáneo DUOLUN de Shanghai por Eric Bordeleau; o el famoso sol de Olafur Eliasson mostrado en la Tate Modern de Londres, del que habló Carles Guerra. Exposiciones destinadas a diluir la relación clásica entre obra, autor y espectador.
Entre los ponentes a estas jornadas despertó especial interés la intervención de Marc Augé (Poitiers, 1935), ex director de l'École des Hautes Études de París y autor del célebre concepto de los no-lugares, refiriéndose a grandes superficies comerciales, aeropuertos o autopistas. Según la visión de este antropólogo, nuestro tiempo se define por la sobremodernidad, donde no hay poder que se ejerza sin cobertura mediática. Con él hemos podido hablar de sus ideas y de su último libro: Casablanca (Gedisa, 2008).
Para Augé, en los últimos años se ha experimentado un incremento considerable de los no-lugares, "en la medida en que por no-lugares entendemos los espacios de consumo, de circulación y de comunicación. Además, hay otros aspectos nuevos, como los no-lugares de la miseria, los campos de refugiados, que son una expresión de la desigualdad". Las nuevas tecnologías también han supuesto una expansión en el fenómeno del anonimato. En ellas podemos utilizar distintos nombres, distintas identidades al comunicarnos con los demás. "En la medida en que es un juego, no parece ser muy peligroso. Lo preocupante es que si necesitamos este tipo de vida alternativa quiere decir que algo no está bien en nuestra vida real. No es solamente la adicción a la tecnología, sino una pérdida de interés por todo lo que constituye nuestra vida cotidiana. La relación virtual sustituye en este caso a la relación cara a cara", afirma. "A veces, en el metro o en la calle, observamos a personas que están juntas, pero cada una está con su móvil o con su ordenador, dándose una intensidad mayor a través de esos aparatos que en su relación física. Lo cual indica que la realidad se está convirtiendo de algún modo en ficción", añade.
Su último libro versa sobre el cine y sus recuerdos personales al hilo de Casablanca. "De alguna manera, también el cine sería una metáfora del anonimato, inducida por la sala a oscuras, en la que los únicos que no son anónimos son los actores".
Babelia
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