Una adaptación no tan creativa
Cuando se adapta a la pantalla una novela de gran éxito, que ha sido escogida por los productores porque estos cuentan con una realidad de miles de lectores que contemplan como potenciales espectadores, lo más lógico es ser tan fiel como sea posible al texto literario. Y hay que serlo por dos razones: porque hay en él un núcleo argumental y unos detalles que funcionan, una ficción cuya eficacia ya ha sido comprobada, y porque no hay que decepcionar a quienes acuden al cine esperando encontrarse con algo que ya conocen pero que ahora podrán vivir en una nueva dimensión. Cada lector de Wilt había imaginado el físico de los personajes, las características del decorado, las expresiones irritadas del inspector Flint. Encontrar su plasmación visual era relativamente arriesgado, dado que suponía unificar miles de imágenes en una sola, pero ésa es una operación de la que un buen productor siempre sale victorioso.Las razones por las que los guionistas de Wilt se han sentido obligados a inventar una nueva estructura argumental se me escapan. La novela de Sharpe es lineal y se limita a jugar, en algunos pasajes, con la alternancia de acciones y decorados. Muchos de sus gags son muy fácilmente transportables al cine. En la película, Marshall y Renwick han creído necesitar una intriga policiaca sobre la culpabilidad de Henry Wilt, considerando que un supuesto misterio es mejor que la trama de enredo de Sharpe, que lo atractivo para los lectores no era la capacidad del autor para reírse de un cierto mundo escolar, de los tópicos del progresismo y para desplegar su misoginia, sino que todo el gancho descansaba en cómo se resolvían las acusaciones policiacas.
Wilt
Director: Michael Tuchner.Intérpretes: Griff Rhys Jones, Mel Simth, Alison Steadman, Diana Quick y Jeremy Clyde Guión: Andrew Marshall y David Renwick, basado en la novela homóriuna de Tom Sharpe. Fotografía: Norman Langley. Música: Anne Dudley. Británica, 1989. Madrid: Novedades, Proyecciones, Pléyel, Vaguada M-2, Parquesur.
Enmendar la plana
Parece claro que los guionistas no han leído la misma novela que el resto de los lectores, puesto que no la han disfrutado y se sienten obligados a enmendarle la plana al autor. Así, Wilt y Flint son viejos conocidos, ya que el primero frustró sin querer una redada antidroga dirigida por el segundo, o puesto que toda la situación final, con la explosión de delirio sexual a cargo de Gaskell y Sally, ha sido sustituida por la amenaza de un párroco que, en vez de borrachín, es un estrangulador. Y todos esos cambios se hacen en detrimento de los alumnos de Wilt o de la tontería de Eva Wilt.A fin de cuentas, uno de los atractivos de la novela radica en que Wilt es incapaz de matar una mosca pero piensa en asesinatos sangrientos: es intelectualmente culpable, y él lo sabe. Es una versión británica del Archibaldo de la Cruz buñueliano.
En otros países, Wilt ha sido un éxito. Nadie puede demostrar que no hubiera resultado mayor de ser más inteligente y fiel la adaptación. Es lo que parece lógico teniendo en cuenta los valores de la novela, pero no parece decepcionar a quienes nada saben de Tom Sharpe y se acercan sin prejuicios a lo que la pantalla propone. No es mi caso.
Babelia
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