Sargento Garcia: "Las fronteras son el error más grande del Siglo XX"
El músico hispano francés regresa con un nuevo trabajo titulado Una y otra vez
Bruno García, alias Sargento Garcia fue el inventor del concepto 'salsamuffin', una coctelera de sonidos basados en el hip hop y los ritmos latinos, pero siempre con un compromiso político debajo del brazo y tras cada una de sus canciones. Con su primer trabajo de larga duración, Viva el Sargento (1997) García se convirtió en uno de los grandes exponentes de la apuesta por el mesticismo y la fusión de los ritmos latinos con el hip hop y ciertos ecos de electrónica. Es contemporáneo de Manu Chao y ambos beben de las mismas raíces, pero mientras aquel apostó por unas producciones limpias y simples, éste es capaz de cazar a lazo a 27 músicos de distintos lugares del planeta y grabar en cuatro países distintos para parir su último trabajo Una y otra vez.
Pregunta. ¿Qué hay de nuevo para el Sargento García?
Respuesta: Mis tres primeros discos los grabé en Europa y después emprendí un camino hacia la música que me había influenciado siempre. Primero Cuba y Jamaica y después México. Después me fui a Colombia un poco por casualidad y me enamoré de ese país como me enamoré de Cuba y de México antes. Así que decidí que decidí entrar en las raíces de sonidos como la cumbia. La efervescencia, dinámica y creatividad que había en Bogotá, me dejaron flipado. Era como París hace 15 años. Así que grabé este disco allí con 27 músicos. 12 son de Colombia, otros son de París; la banda que me acompaña de costumbre en directo, mitad cubano mitad franceses. Una y otra vez es otro paso más hacia otro tipo de composición y de investigación. Sí hay algo nuevo como un bolero, un guaguancó, electrocumbia... Pero siempre con el sello del Sargento García.
P. ¿Cómo se hace para pasar del punk a la electrocumbia?
R. Cuando tenía 14 o 15 años caí en el punk. El verbo es ese: caí. Para mí ver a los clash fue como una revelación. Por su actitud política y musical, así como por el mensaje de apertura y contra el racismo. Fueron uno de los primeros grupos punks que tocaron reagge y ska. Yo había crecido en una familia franco española que no había escuchado mucha música, pero sí muy variada. De pronto había un disco de Quilapayún y otro de Marley hasta de discos de Pablo Ibáñez y uno de los Beatles...
Cuando empecé a tocar punk seguía una energía que correspondía a aquellos años, pero siempre estuve cerca de la música negra y del reagge. Cuando vi a los Gladiators tenía 12 años y aluciné con esos negros. Todo eso me gustó mucho. Con mi grupo hacíamos una mezcla entre Siniestro Total y la Polla records, pero con un compromiso muy fuerte. Yo vivía en las afueras de París y mis amigos eran negros, árabes, portugueses, Españoles. En esa época llegó el hip hop y fue muy fuerte. Aunque aquella música viniera de los Estados Unidos la gente de los barrios en Europa la hizo propia.
Los africanos que vivían en aquellos suburbios no se identificaban mucho con AC/DC, se identificaban más con Michael Jackson, pero tal vez aquello no era exactamente lo que buscaban, así que cuando llegó el hip hop fue una revolución: tenían para vestirse, ser negros y escuchar música todo a la vez. En París los barrios eran muy mestizos y crecí en ese ambiente. Poco a poco me fui yendo hacia el mundo del dj, por el hip hop también y empecé a trabajar con grupos, con máquinas, me compré un sampler y empecé a hacer cosas que no había hecho hasta entonces. Así empezó el raggamuffin en Español y gustó a la gente.
P. ¿Le molesta que le comparen con Manu Chao?
R. Creo que le molesta más a él que a mí. Hemos sido dos artistas con destinos paralelos, aunque el suyo vaya mucho más arriba. Pero cuando él terminó Mano Negra yo estaba en un momento en el que nos iba muy bien. Mano Negra paró por problemas internos y yo ya había hecho Qué viva el sargento y él me conocía y hasta me llamó para ver si le producía Clandestino. Pero no tenía mucho tiempo en aquella época y no lo hicimos. La comparación creo que no va mucho más lejos, porque musicalmente somos muy diferentes. Él es mucho más minimalista y yo un arreglista de orquesta.
P. ¿Se puede decir que su música también es política?
R. La inmigración es uno de mis temas favoritos y también odiados. Nunca se mira el lado positivo del asunto. Hoy los países europeos están cometiendo un gran error histórico. Encerrarse detrás de unas sólidas o virtuales barreras y fronteras es lo más contraproducente que se puede hacer a todos los niveles. Para nosotros los artistas es una catástrofe. Si queremos trabajar con un músico africano, a veces no le dan la autorización para venir a trabajar acá, es complicadísimo. España está perdiendo la oportunidad de hacer muchas cosas grandes con Latinoamérica. España tiene la suerte de tener una inmigración con la misma religión, el mismo idioma... Mucho más fácil que en Francia donde la integración es más difícil. Creo que las fronteras son el error más grande del fin del Siglo XX
P. Usted ha vivido en París, Bilbao, Barcelona y Valencia. Puede decirnos cuál le gusta más.
R. París ha sido la ciudad cruce entre las culturas. Muy mestiza. Era como el supermercado mundial. Allí tuve la posibilidad de trabajar con grandes músicos de casi todos los lugares de la Tierra. Africanos, latinos, balcánicos... Tengo una relación de amor odio con París. La amo y al mismo tiempo la odio porque podría ser mucho más grande y luminosa todavía.
Barcelona me encantó. Viví allí en el 84. Eran los años en los que se consideraba España como África, no como Europa. Es muy chistoso ver cómo en muy pocos años España ha recuperado su plaza y ahora muchas veces es más europea que la propia Europa. Me gustaba la Barcelona de antes, aquella Barcelona bulliciosa y caótica. Es una ciudad muy interesante por muchos lados, pero musicalmente le faltó algo. Su fama de ciudad mestiza era un poco mentira.
Bilbao la conocí muy punk. Para mí era la ciudad negra. Cuando vi la ciudad limpia por primera vez, aluciné. Yo era amigo de toda aquella gente de Eskorbuto, las Vulpes, RIP... Me encantaba ese frenesí que había en las calles de Bilbao. Los vascos eran inteligentes porque miraban mucho lo que se hacía en Francia, el rock alternativo, y ellos lo mejoraban, hasta encontraron una manera de crear las distribuidoras propias, que era nuestro mayor problema en Francia.
Valencia. Hay tan poco apoyo de la ciudad, tan poco espacio... Están poniéndole precio a todo y vendiéndolo todo. La están matando. Valencia para mí es una cáscara vacía. Es muy bonita, pero se podrían hacer miles de cosas, pero políticamente el PP lo jode todo.
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