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'Regreso al futuro', 25 años después

La trilogía de Robert Zemeckis vuelve a las pantallas para alegría de los aficionados, pero tras cinco lustros los viajes en el tiempo ya no son los de entonces

El retorno de Regreso al futuro hará felices a millones de nostálgicos en todo el mundo. El primero de octubre próximo, en Londres, se estrenará una nueva versión que saldrá en DVD y Blu-ray el 25 del mismo mes. La trilogía remasterizada, escenas inéditas y un buen número de extras completan el menú del lote. Michael J. Fox será aún Marty McFly, un joven listo, descabellado y valiente, Christopher Loyd otra vez Doc, un científico estrafalario que sueña con las novelas de Julio Verne, y Estados Unidos un sitio apacible donde Ronald Reagan ha inaugurado una nueva era de optimismo especulativo y los únicos problemas de seguridad los causan una pandilla de bravucones de barrio y unos libios codiciosos de plutonio.

Robert Zemeckis, que ha vuelto a enfrentarse al tema de los viajes en el tiempo el año pasado, con Cuento de Navidad, debe a la trilogía de Regreso al futuro gran parte de su fama. Sobre todo las primeras dos partes fueron un éxito taquillero; la original fue la película más vista de 1985, mientras la segunda, en 1989, se posicionó tercera detrás de Indiana Jones y la última cruzada de Steven Spielberg y del inmortal Batman de Tim Burton. El cóctel que permitió aquel éxito fue una historia que giraba alrededor de temas clásicos del cine de instituto estadounidense: un joven de buenos sentimientos con algunos problemas de socialización, un grupo de prepotentes que suelen humillar al primero, una chica guapa con el pelo cardado que infunde coraje y un personaje de edad avanzada que otorga todos los consejos que la generación de los padres no supo dar. Justo un año antes, Karate Kid triunfó con los mismos ingredientes, incluidos coches años cincuenta restaurados, pero lo que le dio el punto que le concedió la inmortalidad a Regreso al futuro fue la coctelera en la que se mezclaron: la de los viajes en el tiempo.

La posibilidad de remediar los errores cometidos volviendo al pasado y la de ver lo que reserva el futuro para corregir el tiro en el presente era un componente muy preciado, y con poco rigor científico, pero mucha maestría narrativa, Zemeckis y Bob Gale, el otro guionista, supieron aprovecharlo al máximo. Y consiguieron trasladar definitivamente la épica y la narrativa que está detrás de los viajes en el tiempo desde las páginas de los libros a las pantallas de los cines.

De las estanterías a las butacas y aún más allá

En el mundo de papel, La Máquina del tiempo de H.G. Wells es la obra de referencia ineludible. Publicada en Londres en 1895, fue la primera novela en la que se empleaba un trasto tecnológico, aunque muy diferente del De Lorean utilizado por Michael J. Fox 90 años después. Seis años antes se había publicado Un yanqui en la Corte del Rey Arturo de Mark Twain, que contaba las vicisitudes de un contemporáneo del autor que viajaba y vivía en la Edad Media, pero la obra de Wells fue la primera que se enfrentó al reto de describir un artefacto con el que desplazarse en el tiempo. Gracias a esto, el protagonista es catapultado de la Londres victoriana de fin de siglo XIX al año 802.701. Allí encuentra a los Eloi, una raza de humanos holgazanes y debiluchos (degeneración de la clase burguesa inglesa del tiempo de Wells) que conviven con los Morlocks, seres violentos y voraces que se han desarrollado en las vísceras de la tierra (degeneración de la clase obrera de ese mismo tiempo) y que durante la noche suelen cebarse con los Eloi.

Otro padre de la literatura de ciencia ficción, Ray Bradbury, medio siglo más tarde retomaría con su pluma el tema de los viajes temporales para escribir un cuento , El ruido de un trueno en 1952, que contribuiría a difundir la expresión efecto mariposa. El protagonista se apunta, en el año 2055, a un safari en la era prehistórica para matar un dinosaurio. Se aleja del camino que la compañía de safari ha preparado para no influir en el futuro y al volver se da cuenta de que bajo su bota ha traído consigo una mariposa, "muy hermosa y muy muerta". Las consecuencias son que en su tiempo, además de haberse producido algunos cambios lingüísticos, el ganador de las últimas elecciones había sido el candidato que era "el antitodo, militarista, anticristo, antihumano, antintelectual". El mismo candidato que, antes de que el protagonista se fuera al pasado, había perdido.

Un matiz político que está mucho más presente en Matadero Cinco, novela de Kurt Vonnegut de 1969. Dejando fuera toda pretensión explicativa sobre los instrumentos que se necesitarían para viajar en el tiempo y sus implicaciones, el autor estadounidense escribió una obra clave del pacifismo moderno mientras su país estaba involucrado en los peores años de la guerra de Vietnam. El protagonista, Billy Pilgrim, viaja en el tiempo de manera casual, tal vez por sus extrañas relaciones con los alienígenas de Tralfamadore, un planeta de otra galaxia cuyos habitantes viven en cuatro dimensiones: estar mal o bien es solo un estado momentáneo de una existencia que ellos consiguen contemplar en su totalidad, espacial y temporal. Un poco peor le va a Billy, dado que en su ser "un espástico en cuanto al tiempo", está incluida la oportunidad de volver a vivir una y otra vez los momentos del bombardeo sobre Dresde durante la Segunda Guerra Mundial, al que él asistió como prisionero de guerra de los alemanes.

Si la obra de Vonnegut no fue decisiva desde un punto de vista técnico, sí lo fue en relación al anclaje de la temática de los viajes en el tiempo con la actualidad. Después de esta novela, el cine se apoderó de manera prepotente de la temática y en ella se ha reflejado a menudo el espíritu del tiempo presente más que el del futuro o del pasado que se iba a visitar. Mientras las películas de Zemeckis fueron un festival de buenos sentimientos y optimismo, las películas que siguieron fueron mucho más oscuras y perturbadoras. Entre versiones cinematográficas olvidables de La Máquina del tiempo de Wells y un Efecto Mariposa tampoco trascendente, dos obras de celuloide tuvieron impacto en la taquilla y en el imaginario colectivo: Doce monos (1995) del Monty Python Terry Gilliam y Donnie Darko (2001) de Richard Kelly. En el primero, Bruce Willis vuelve al pasado para impedir la propagación de un virus letal para la raza humana que se cree difundido por una banda de terroristas. En el segundo, una película de culto de la generación que ha sido adolescente a caballo entre dos milenios, un joven sensible y psíquicamente turbado pretende arreglar el mundo y la propia existencia intentando dominar el mecanismo de los viajes en el tiempo. Aunque la historia se desarrolla en los mismos años ochenta de Regreso al futuro, y en el mismo ambiente de instituto, la atmósfera de la película delata que el año de producción es otro. Mientras Marty McFly resolvía casi todo con actos de heroísmo baratos y simpatía, Donnie Darko es un adolescente atormentado al que ni siquiera la cercanía con una mujer que lo comprende (y que por cierto, ya no lleva el pelo cardado) consigue llevarlo a un final feliz. En un momento de la película, Donnie se acerca al simulacro de la figura paterna, un profesor de física, y mientras hablan de las posibilidades de viajar en el tiempo, hace referencia a Regreso al futuro, que en el tiempo de la película se había estrenado hace apenas tres años. Un guiño que no basta para colmar las diferentes actitudes e inquietudes de las dos épocas que vieron nacer las respectivas películas.

El más allá

Pero el tiempo pasa y no cambian solo los mensajes que se lanzan con historias sobre desplazamientos por la cuarta dimensión, sino también el medio que se utiliza para hacerlo. La gran pantalla ha dejado de suponer en los albores del siglo XXI una herramienta creadora de iconos que pasen a formar parte de nuestra cultura popular. Como los libros dejaron paso al cine, este lo ha dejado a Internet, como plataforma democrática de inacabables posibilidades y, como reflejo de la interactividad entre usuario y creación artística, los viajes en el tiempo han desembarcado en los videojuegos.

La Leyenda de Zelda: la Ocarina del Tiempo es una aventura para aquellos que quieran saber cómo comenzó la historia de Link, el joven duende rubio de verdes vestiduras que Nintendo creó en 1998. La ocarina y la música se convierten en el portal mágico que transporta al héroe a un mundo que sólo ha visto en sueños. Es el reflejo de lo onírico como un déjà vu. En el mundo de los videojuegos, La leyenda de Zelda juega el papel fundacional que tiene Wells en la literatura y Regreso al futuro en el cine.

En otras aventuras, como las del Prince of Persia, el tiempo pasa de ser un inconveniente a un arma en sí misma. El jugador tiene la posibilidad de usar la daga mágica para retroceder al pasado en tonos sepias y cámaras lentas hasta que la daga se vacía de las "arenas del tiempo", que dan nombre a esta entrega de las aventuras del Príncipe. Mientras en este capítulo solo tiene el tiempo como aliado (puede retroceder 10 segundos para deshacer lo que ha hecho mal, incluso su propia muerte si tiene reflejos), en la segunda entrega luchará contra el llamado Guardián del Tiempo, en una maniobra clásica que atemoriza a todos los que juegan con el pasado, sea en formato digital, papel o en pantalla: dejar el mundo tal y cómo estaba en un principio y borrar cualquier huella del propio guardián.

Un paradigma complicado de lo que los viajes en el tiempo pueden suponer para el mundo del videojuego es la saga Red Alert de Command & Conquer. Como una muestra de que los viajes temporales pueden llegar a ser el centro absoluto de la acción y no algo accesorio, en esta serie de juegos encadenados Albert Einstein viaja a 1924 para evitar que Adolf Hitler llegue al poder. Al mismo tiempo, dará la supremacía en el futuro a los soviéticos. En la segunda entrega, precisamente los soviéticos son los que van al pasado en una máquina del tiempo (esta vez, rusa) para detener a Einstein y que nunca llegue a presentar sus estudios atómicos al Gobierno estadounidense. Como resultado, más desequilibrios en las potencias mundiales: los japoneses, ajenos a la Segunda Guerra Mundial, y ante dos protagonistas de una Guerra Fría en la que el armamento atómico aún no se ha inventado, se convertirán en la tercera potencia internacional, con máquina del tiempo propia y otra línea cronológica. Una locura trazada de manera compleja para barajar lo que podría haber sido la historia con viajes en el tiempo de por medio.

Mientras Regreso al futuro vuelve a los cines, aunque en España no podrá verse en la gran pantalla, al menos por ahora, los videojuegos marcan la nueva frontera de los paseos cuatridimensionales. Como colofón a los festejos del 25º aniversario de la primera cinta de la trilogía, Telltale Games ha confirmado que sacará una versión en videojuego de la película en formato de "aventura gráfica episódica en descarga general", para que el paso del testigo no resulte tan traumático. A cada época, su manera de viajar en el tiempo.

El De Lorean, el coche de 'Regreso al futuro' con el que Marty McFly (Micheal J.Fox) y 'Doc' (Christopher Loyd) se desplazaban en el tiempo.
El De Lorean, el coche de 'Regreso al futuro' con el que Marty McFly (Micheal J.Fox) y 'Doc' (Christopher Loyd) se desplazaban en el tiempo.
El protagonista de 'Regreso al futuro', Michael J.Fox, en un fotograma del segundo episodio de la serie (1989).
El protagonista de 'Regreso al futuro', Michael J.Fox, en un fotograma del segundo episodio de la serie (1989).

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