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58º Festival de San Sebastián
Columna
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Pastel espiritual al servicio de la reina

Carlos Boyero

Ni el misógino más cerril podría negar la hermosura de Julia Roberts, poseedora de un rostro del que es imposible desviar la enamorada mirada. Todo en ella chorrea atractivo, clase y sensualidad. No hace falta exprimirse el cerebro para comprender el eterno estrellato de esta preciosa mujer, que aunque las arrugas empiecen a amenazarla siga gustando a todo cristo. También es una excelente actriz. Pero si repasas su obra descubres una lamentable ausencia de grandes películas, admitiendo el derecho y la sinceridad de los infinitos admiradores de Pretty woman a considerarla como lo más inolvidable y emocionante que les ha ocurrido en una sala de cine.

El Premio Donostia a la carrera de justificados dioses le ha caído en otras ediciones a actores y actrices que no solo eran majestuosos en su arte sino que tuvieron la intuición, la lucidez o la suerte de protagonizar bastantes obras maestras. Hablo de Mitchum, Peck, Glenn Ford, Pacino, De Niro, Bette Davis, Meryl Streep, gente así. Al concedérselo no solo estás homenajeando a auténticas leyendas, sino que también garantizas la presencia en el festival de esos mitos, algo que va a concentrar el fervor del público y el generalizado interés de los medios de comunicación. Si además de contar con ellos en el escenario, en entrevistas y en la calle, se da la fortuna de que al exhibir su último trabajo este tenga las características de una obra de arte, el éxito es absoluto, el festival ha salvado esa edición.

Imagino que están calculadas las entradas que puede vender esta señora
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Come, reza y recibe el Premio Donostia

Lo incongruente es que a cambio de disponer en vivo y en directo de la estrella, tengas que promocionar el horror que acaba de interpretar. Come reza ama (el título ya induce al mosqueo) es un lujoso y cursi vehículo al servicio exclusivo de su majestad Julia Roberts y lo que te fascina es como se diseña un producto como este. Imagino que están calculadas las entradas que puede vender a nivel planetario cada nueva película de esta guapísima señora, que se gasta tanto en marketing como en la producción de la película, que la historia y el guión están calculados al milímetro para que Julia Roberts ofrezca a su anhelante público lo que esperan de ella, que es condición obligatoria que aparezca en cada plano, que halla un ejército de sastres y maquilladores adornando su presencia hasta el mínimo detalle. Inevitablemente, el resultado nunca será una película de autor, sino de un mercenario que sabe conducir inmejorablemente a su destino la carroza de la reina.

El origen literario de Come reza ama es un best seller que no he tenido la previsible desgracia de leer. Al parecer, la autora cuenta las experiencias reales que le ocurrieron cuando intentó solucionar su crisis sentimental y de identidad viajando a Italia, India y Bali en busca de espiritualidad, meditación, mantra, karma, paz interior, esencias de la religión y todo tipo de cosas trascendentes para el alma. Imagino que un equipo de psicólogos y sociólogos deducirían que este personaje era ideal para que lo encarnara Julia Roberts, que estaría irresistible haciendo de yuppy atormentada, con matrimonio quebrado y otra relación amorosa amenazada por el vacío, llena de incertidumbres y de miedos, que va a redimirse y a encontrar el equilibrio interior gracias al dolce far niente italiano, la oración hindú y los consejos y las predicciones de un chamán de Bali. Pero no todo van a ser rezos, búsqueda interior y misticismo. Tratándose de Julia Roberts, tiene que andar cerca algún enamorado príncipe azul que le devuelva la alegría de vivir en la cama y en las puestas de sol, la necesidad de volver a entregar su hipersensible y temeroso corazón.

El director Ryan Murphy no busca complicaciones en una historia en la que cualquier espectador con dos dedos de frente sabe todo el tiempo lo que va a ocurrir. Y lo que ocurre responde a la cursilería sentimental, el exceso de merengue, el discurso pretendidamente trascendente, la espiritualidad de manual, el turisteo de lujo, el empalago visual, el desfile de modelitos exóticos que exhibe la deprimida que quería encontrarse a sí misma, el infalible happy end. Casi todo resulta falso, indigerible, artificial, meloso y pesadito. Imagino que a dos actores tan sólidos y preocupados por su currículo como Richard Jenkins y Javier Bardem les tienen que haber ofrecido un pastón por hacer de mariachis humanistas de la reina. Y a ella, aunque la estética sea relamida y una majadería el argumento, siempre apetece mirarla. Pero lo que verdaderamente me agrede en esta tontería de diseño es que en su banda sonora aparezcan dos canciones sublimes de mi amado Neil Young y fragmentos de la música verdaderamente romántica y lírica que compusieron Gato Barbieri y Oliver Nelson para Último tango en París. La lógica exigiría que ambientaran esta película con canciones del juglar Julio Iglesias.

La sala Kursal de San Sebastián se llenó anoche para ver a la ganadora del último premio Donostia. De la mano de su último compañero de reparto, Javier Bardem, Julia Roberts recogió el galardón y mostró su total gratitud a San Sebastián a la que calificó como  "la ciudad con más entusiasmo" que jamás ha conocido. Roberts ha confesado sentirse una mujer muy afortunada y ha agradecido el cariño que ha recibido en Donosti. Es el reconocimiento a toda una vida cinematográfica marcada por la entrega y la versatilidad.Vídeo: AGENCIA ATLAS

Babelia

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