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Continuidad o ruptura en la gestión de la frontera: el incipiente papel de Sheinbaum ante las elecciones de EE UU

El control migratorio ejercido por las autoridades mexicanas es vital para las aspiraciones del presidente Biden a la reelección en noviembre

Patrulla Fronteriza
Agentes de la Patrulla Fronteriza procesan a inmigrantes que cruzaron la frontera a San Diego, California.Mike Blake (Reuters)
Luis Pablo Beauregard

México tiene un rol tras bambalinas en la lucha entre Joe Biden y Donald Trump por la Casa Blanca. La crisis en la frontera sur es uno de los temas que más preocupan al votante estadounidense. El Gobierno mexicano tiene una oportunidad de incidir por su capacidad de regular los flujos migratorios que llegan a su vecino del norte, inmerso en una intensa campaña electoral. A este contexto se añade una nueva variable. Claudia Sheinbaum, la presidenta electa mexicana, puede marcar un periodo de continuidad en la gestión de la frontera común o marcar un nuevo giro a la espera de que Estados Unidos elija a un nuevo líder.

Las autoridades estadounidenses detuvieron en mayo a 118.000 migrantes después de cruces ilegales. Esto hizo del mes uno de los más bajos en aprehensiones en los 40 meses que Biden lleva en la Casa Blanca. La cifra contrasta con el récord histórico registrado en diciembre de 2023, de 250.000 aprehensiones (el año cerró con 2,5 millones de encuentros en la frontera, un número sin precedentes). El balance de mayo, en contraste, alarga una tendencia a la baja en lo que va del año. En Washington atribuyen este descenso en los flujos a la colaboración de México.

Las cifras del Gobierno mexicano confirman el trabajo de contención de los flujos migratorios. En los primeros cuatro meses de 2024, las autoridades mexicanas han detenido a 368.000 migrantes irregulares. El número es poco menos del total documentado para el segundo semestre de 2023. En los meses finales del año pasado, las autoridades procesaban a unos 70.000 extranjeros cada mes. Desde el arranque de este año, la cifra se acerca a los 100.000 migrantes mensuales, de acuerdo a la Secretaría de Gobernación.

El aumento de ritmo representa una encrucijada para Claudia Sheinbaum, quien asumirá el poder el 1 de octubre. La presidenta podrá decidir entonces si continúa o modifica la estrategia de gestión de la frontera que Estados Unidos propuso y la Administración de López Obrador adoptó. Esta semana, el mandatario mexicano comentó con resignación a la prensa que su país debe aceptar la deportación de algunos ciudadanos no mexicanos a su territorio. “¿Por qué han de venir aquí? Nosotros no tenemos problema, tratamos a los migrantes muy bien, a todos, pero ¿por qué triangular?”, aseguró el presidente en su conferencia matutina. El país acepta cerca de 30.000 deportaciones al mes de personas originarias de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela.

“Lo que el nuevo Gobierno debería hacer es llegar a nuevos acuerdos no basados en devoluciones masivas y la pérdida de protecciones y no seguir con esta dinámica de cortar los movimientos del sur a norte, que lo único que hacen es aumentar el sufrimiento de las personas y ni siquiera frenan la migración”, asegura Stephanie Brewer, la directora para México de Wola, una organización de derechos humanos para las Américas.

A pesar de que Biden llegó al poder con la promesa de reformar un sistema roto, el presidente estadounidense terminó por adoptar muchas de las medidas establecidas por Donald Trump en su radical visión antiinmigración. Esta semana, el mandatario desveló una polémica orden ejecutiva que cierra la frontera cuando se superen las 2.500 aprehensiones de migrantes diarias a lo largo de una semana. También impuso más obstáculos a los solicitantes de asilo, una de las figuras de protección que han hecho del país una tierra de libertades.

El demócrata mantuvo tras la pandemia una norma que Trump hizo entrar en vigor en la emergencia sanitaria. Esta, llamada Título 42, le permitió deportar rápidamente a extranjeros que cruzaban de forma irregular. La Administración la hizo expirar en mayo del año pasado, dos años más tarde de la llegada de Biden a la Casa Blanca. El 62% de los estadounidenses reprueba la gestión de Biden en la frontera sur, de acuerdo al promedio de encuestas de Real Clear Politics

Tras el fin de la norma sanitaria, Washington incrementó el ritmo de los vuelos de deportaciones para desahogar la frontera. Son seis al día, en promedio. En mayo, por ejemplo, se registraron 151 vuelos que despegaron desde Estados Unidos. Es el número más alto registrado desde agosto de 2023, de acuerdo a la organización Witness at the Border (testigo en la frontera). La mayoría tuvo como destino Guatemala (47). Otros 29 fueron a Honduras. México ocupa el tercer lugar de la lista, con 18. Seguido de Ecuador, con 17.

La defensora Stephanie Brewer señala que el modelo actual “no beneficia al Gobierno de México, ni a nadie”. “Crece la población en el norte, por las personas devueltas y las varadas que están esperando que su caso avance en la aplicación CBP One. Y también en el sur, ya que México mueve a las personas detenidas a Tabasco y a otros Estados. Cualquiera puede ver que no hay condiciones ahí para albergar a estas personas”, señala la integrante de Wola.

López Obrador aseguró esta semana que Biden “pasará a la historia como el presidente que no construye muros, sino puentes”. La frase es uno de los pocos elogios recibidos por su homólogo estadounidense en una semana donde le han llovido críticas desde la derecha e izquierda por su decreto. Pero es también una referencia literal. Ambos presidentes discutieron la enésima medida de control fronterizo en una llamada telefónica. Biden recordó al presidente mexicano que su plan de infraestructura llevará a la línea entre ambos países tres nuevos puentes fronterizos y la construcción de la garita Mesa de Otay II, la frontera más transitada del mundo, entre Tijuana y San Diego.

Algunos analistas han criticado la dinámica transaccional que ha cobrado la gestión de la crisis en los últimos meses. “Hay que cuestionar la idea de negociar en su beneficio cuando se usan como moneda de cambio seres humanos”, recuerdan desde Wola.

Si la estrategia de Biden no resulta exitosa, el diálogo entre los dos países podría empeorar con la vuelta de Trump al poder. “Quizá la presidenta Sheinbaum pueda negociar con Biden, pero Trump es más enfático y es muy posible que con él comiencen otra vez las exigencias y la imposición de aranceles”, asegura José Rodríguez-Sánchez, investigador del Instituto Baker de la Universidad Rice, en Texas.

El académico cree que lo primero será saber la opinión de la presidenta electa sobre la crisis fronteriza, un tema con el que tendrá que lidiar tarde o temprano. “Hasta el momento es una interrogante porque habló de muy poco en la campaña. La migración no es su prioridad, pero puede ser más astuta y buscar cooperación con Estados Unidos y las agencias para el desarrollo en un momento donde todo indica que estará marginada en su presupuesto por el crecimiento de la deuda”, añade Rodríguez-Sánchez. México puede también ejercer presión para obtener más visados para trabajadores temporales y buscar que el Congreso de EE UU amplíe los techos de algunos permisos. Todo esto depende de quien ocupe la Casa Blanca en enero de 2025.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.
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