‘Suburra. La serie’, una excelente despedida
La tercera temporada mantiene la calidad y confirma la constancia de las relaciones entre las mafias locales, una Administración Pública corrupta y la hipocresía de una parte de la curia vaticana
La tercera, y suponemos que última, temporada de Suburra (Netflix) mantiene la calidad de las dos primeras y confirma la constancia de las relaciones entre las mafias locales, una Administración Pública corrupta y la hipocresía de una parte de la curia vaticana. Un panorama desolador y real que no es exclusivo de la capital italiana y ratifica la convicción de que “el poder corrompe”.
La serie está basada en una exhaustiva investigación judicial a cargo del fiscal Giuseppe Pignatone que en 2014 destapó las conexiones entre la Mafia y la Administración Pública, un suculento negocio en base a las concesiones de las obras y servicios públicos, subastas fraudulentas y las omnipresentes recalificaciones urbanísticas. En la tercera temporada de la serie surge un nuevo y atractivo negocio, la celebración del jubileo católico que el Vaticano pretende celebrar fuera de Italia, lo que enfurece a la delincuencia romana y siciliana, pues la previsible afluencia multitudinaria de fieles y las ineludibles obras de infraestructuras conllevan siempre comisiones extraordinarias. Superadas las iniciales disputas entre los Anacleti y los Adami por los territorios del puerto de Ostia, clave para la introducción de droga en Roma, dejan paso a una mayor presencia de la curia cardenalicia y, naturalmente, con la inevitable participación municipal.
Una historia basada en hechos reales exige personajes reales: es el caso del llamado Samurai, el individuo que representa los intereses de los sicilianos en Roma y que tiene relaciones con todos los poderes fácticos de la ciudad. Massimo Carminati fue condenado a 14 años de cárcel tras la redada del fiscal Pignatone. Consiguió la puesta en libertad seis años más tarde. Son las ventajas de tener una agenda importante y, quizá, de haber sido en su juventud miembro de un grupo neofascista, los Núcleos Armados Revolucionarios. Basta con señalar que hoy preside el consejo de ministros de Italia Giorgia Meloni.
Y aquí cabe dejar constancia de la impecable labor de la dirección artística de la tercera temporada, capaz de recrear lo que imaginamos sería el sueño de Jesús Gil y Gil, pues pocas veces se habrán reunido tanta ostentación y mal gusto como en los decorados y vestuario de la residencia de los Anacleti, la poderosa familia gitana. Un delirio kitsch del que, lamentablemente, desconocemos el nombre del o de los responsables por esa desafortunada tradición de silenciar buena parte de los oficios que dan consistencia a las narraciones audiovisuales.
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