Kamala Harris o por qué dan tanto miedo nuestras risas
A Kamala ha salido a defenderla hasta la exmujer de su marido y a mí eso no me ha provocado risa, sino emoción, y ese es el material con el que ahora se construyen las campañas electorales, los republicanos deberían tenerlo en cuenta
Estoy tan implicada en la campaña electoral estadounidense que el algoritmo me sugiere a diario que me registre para votar. Vivo con tanto interés la política ajena como desencantada la patria, tan predecible que sólo me sacan del sopor las gafas de bakala del juez Peinado.
Si no han visto los vídeos de campaña de Kamala Harris se están perdiendo el mejor estreno del año; con el que se centra en su biografía política, creí estar ante Ley y Orden: fiscal del distrito, tiembla Olivia Benson. En segundos, alguien que se deshizo como un azucarillo en las primarias de 2020 se había convertido en un titán. Es una cuestión de desesperación, como cuando en la tercera visita al Tinder ya no descartas perfiles con tanta ligereza. Pero también de imagen: desde que Kennedy vapuleó a un sudoroso Nixon en el primer debate electoral televisado, no se trata tanto de ser el mejor como de ser el más vendible. No son tiempos para líderes que inspiren biografías monumentales como los cinco volúmenes que Robert Caro dedicó al correoso Lyndon B. Johnson. Ya no queremos grandes relatos, sólo sinopsis. Las ideas complejas han dejado paso a los memes y los grandes discursos a TikTok, y ahí Kamala es imbatible.
En un alarde de estupidez sorprendente hasta para los políticos, los republicanos han decidido atacar su risa. Es “rara” dicen, han hecho memorándums del tema, intentan movilizar a sus bases contra la alegría porque piensan que una mujer que se ríe es una mujer peligrosa. ¿Puede haber un ataque más gratuito? No los infravaloren, el aspirante a vicepresidente J.D. Vance ha criticado a las mujeres que tiene gatos, pero no hijos, y ha conseguido soliviantar a las que no los tienen porque no quieren; a las que quieren, pero no pueden; a las que, como Kamala, ejercen de madres de los hijos de sus parejas, y hasta a las que simplemente amamos a los gatos —y somos legión, J.D.—. Es lo más idiota que ha hecho un aspirante a vicepresidente desde que Dan Quayle criticó a Murphy Brown por ser madre soltera. A los conservadores les molestan las mujeres que toman decisiones sobre sus cuerpos, incluso cuando son personajes de ficción. A Kamala ha salido a defenderla hasta la exmujer de su marido y a mí eso no me ha provocado risa, sino emoción, y ese es el material con el que ahora se construyen las campañas electorales, los republicanos deberían tenerlo en cuenta.
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