La vieja masculinidad y la nueva Europa
Jerry Seinfeld se ha sumado al debate sobre la masculinidad dominante después de que el futbolista Harrison Butker les dijese a las mujeres que su verdadero éxito es el matrimonio y los hijos. Si no sabes cómo ser un gran hombre, haz pequeña a tu mujer
De ser yo asesora política, sugeriría al gobierno que saliese a la calle con fotos de Carlos Cuerpo a ver si alguien le reconoce. Ningún discurso explicaría mejor cómo van las cosas del dinero que el desconocimiento que la ciudadanía tiene de él. Que cueste identificar al Ministro de Economía, Empresa y Comercio tiene explicación, carece de presencia mediática, la oposición lo ignora, ni una pregunta le han hecho en cinco meses. O la economía, la empresa y el comercio van de maravilla o la oposición le importan un comino. No es un fenómeno local, aquello de “es la economía, estúpido” que llevó a Clinton a la Casa Blanca ha pasado de moda como el Pipermint, ni es central en las elecciones europeas ni parece que vaya a serlo en las presidenciales estadounidenses. Las cifras son difíciles de retorcer, por eso las derechas han virado el mensaje de los datos a las pasiones.
En Estados Unidos el debate que está dominando la actualidad es el de la masculinidad. El último en incorporarse ha sido Jerry Seinfeld: añora la “masculinidad dominante”, a pesar de saberse un representante endeble de la misma. El truco para convertirse en un macho alfa se lo dio el jugador de fútbol Harrison Butker en un discurso ante un grupo de estudiantes: la vida real de la mujer solo empieza después del matrimonio y del nacimiento de los hijos, sentenció sin inmutarse porque su mayor enemigo no son las defensas de los equipos rivales sino su propia inteligencia. Si lo traducimos del machismo al castellano, viene a significar: “si no sabes cómo ser un gran hombre, haz pequeña a la mujer”.
Sorprende poco viniendo de los conservadores, sí impacta la justificación por parte de mujeres que se dicen feministas, aunque el término se ha degradado tanto que ya identifica a cualquier mujer con poder o éxito en su trabajo. La presencia de mujeres en las listas electorales, aunque sea por imposición, sirve a muchos partidos para blanquear el machismo rampante que revelan sus programas y sus mantras. Ahora apelan a la supuesta fragilidad de las mujeres para justificar el odio a los inmigrantes, jalean “más muros y menos moros” mientras se acomodan en un palco esponsorizado por Emirates y extienden la alfombra roja a los jeques, gritan eso porque decir “más muros y menos pobres” —su traducción aproximada del clasismo al castellano— todavía les da cierto pudor. Si el domingo obtienen los resultados que pronostican las encuestas, ya no necesitarán disimular.
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