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Víctor Clavijo: “La España privilegiada del franquismo no ha desaparecido, se ha transformado”

El actor es el gran antagonista de la miniserie ‘El marqués’, que estrena este miércoles Telecinco y que se inspira en un crimen real para ficcionar la España de la Transición, llena de tensiones sociales

El actor Víctor Clavijo, en Jardín de Arzabal del Museo Reina Sofía de Madrid, el 1 de mayo.
El actor Víctor Clavijo, en Jardín de Arzabal del Museo Reina Sofía de Madrid, el 1 de mayo.Pablo Monge
Héctor Llanos Martínez

El marqués, la miniserie que estrena Telecinco este miércoles (22.50), se ha inspirado (que no basado) en un crimen real ocurrido en una España no tan alejada del presente. La hemeroteca sirve a sus creadores para ficcionar un país en transición y lleno de tensiones sociales, justo antes y justo después del fin de la dictadura franquista. Su trama recupera el asesinato múltiple en la finca andaluza Los Galindos, en donde aparecieron los cadáveres de cinco personas. Todas ellas pertenecían a la clase trabajadora.

En la historia real, el caso nunca quedó resuelto. El sumario se cerró apuntando a uno de los muertos como culpable, sospechando que se habría suicidado después de asesinar al resto. Posteriores autopsias revelaron lo débil de esa versión de los hechos, pero el caso prescribió en 1995. El guion de El marqués, producida por Unicorn Content, construye un relato imaginado que sí va a dar una resolución al crimen que presenta en su trama. Víctor Clavijo (Cádiz, 50 años) interpreta a Rafael Pertierra de Medina, marqués de Bahía y Sobrarbe, el aristócrata al que hace referencia el título de la serie y su gran villano.

Pregunta. ¿Es cansado interpretar a un alguien con tan pocos escrúpulos?

Respuesta. Pues en realidad no es tan agotador como otros personajes. Los que sufren te exigen mucho más desde el punto de vista emocional. El marqués es un tipo que cree controlar la situación, que no tiene muchos remordimientos de conciencia, y eso permite al actor afrontar las escenas de otra forma. El buenísimo no es interesante en la ficción. A los personajes inmorales hay que mostrarlos tal y como son.

P. En el caso de este aristócrata, no es uno de esos antagonistas que resulten divertidos.

R. Esa es la parte más complicada de este personaje, encontrar un punto en el que el espectador pueda entender sus motivaciones y pueda empatizar con él. No va a ocurrir en el primer episodio, pero poco a poco se irán desvelando sus matices, su falta de autoestima y su necesidad de reafirmación. Es como ocurre en el Ripley de Netflix, aunque no apruebes su forma de actuar, entiendes por qué hace lo que hace.

P. Quizás lo más inquietante de este marqués es la sensación de impunidad que lo rodea.

R. Eso está determinado por su clase social. Ha sido así en algunos lugares de España. Y sigue siéndolo. Sobre todo en Andalucía. El señorito andaluz de hoy no va a caballo, pero sí en un Mercedes. Y hace negocios en otros lugares, pero con esa impunidad que le da su red de contactos. La España privilegiada del franquismo no ha desaparecido, se ha transformado.

P. Paco Tous, actor secundario en esta miniserie, celebraba hace poco que esta vez no tiene que disimular el acento andaluz en una ficción española.

R. A muchos compañeros míos les dijeron en su día: o te quitas el acento o aquí no vas a poder trabajar. Yo nunca he tenido ese problema, porque siempre asocié el trabajo actoral con el acento neutro. Desde que empecé a hacer teatro, castellanizaba sin que nadie me lo pidiera. Es cierto que muchos de los personajes que he hecho en los que el origen no era determinante podrían haber sido andaluces sin ningún problema. Ahora, en Andalucía se hace un cine muy interesante que ayuda a mostrar personajes con acento andaluz alejados del cliché del gracioso y el sirviente.

P. A usted, que comenzó con una ficción diaria de la que rodó casi 500 capítulos (Al salir de clase), ¿le parece una buena noticia que el formato de miniserie se haya puesto de moda?

R. Es un formato ideal para contar relatos como este, que necesitan algo más de tiempo para desarrollarse del que dispone una película. Y, al no tener que estirarla en varias temporadas, evitas tramas secundarias innecesarias y permite sorprender y descolocar al espectador, que los giros dramáticos no sean tan previsibles.

El actor Víctor Clavijo, en Madrid el día 1.
El actor Víctor Clavijo, en Madrid el día 1.Pablo Monge

P. Desde El caso Asunta a El rey del cachopo, el llamado true crime está dominando por completo tanto la ficción como el género documental. ¿Por qué nos enganchan tanto los crímenes?

R. Es que, más allá del morbo, estos actos extremos ayudan a mostrar y entender la psicología y el alma humana. Yo he sido un fanático del género, como espectador y como lector, porque despierta la curiosidad de quienes no nos movemos en ese terreno. En la resolución que ha imaginado El marqués, el conflicto social que se vivía en esa España tiene mucho que ver con los crímenes que aparecen en la trama.

P. Usted se ha hecho a menudo viral en redes sociales por significarse desde el punto de vista político.

R. Uno tiene el derecho de posicionarse cuando considere necesario, pero tampoco debería convertirse en presa de la opinión constante. Cuando lo he hecho, es porque sentía la necesidad de hacerlo. Ante la duda sobre si debía autocensurarme, he preferido no hacerlo. Las redes han dado a conocer mi trabajo e incluso me han dado trabajo, pero mi intención no es convertirme en un actor pancarta.

P. ¿Se ha sorprendido a usted mismo pensando: esta semana no he subido contenido?

R. Ha habido muchas veces que me he obligado a parar para no convertirme en el chico de las redes sociales. No quiero ser esclavo de los me gusta ni de la dopamina que genera.

Las redes sociales me han dado trabajo, pero no quiero convertirme en un actor pancarta”

P. Usted no solo opina en redes sociales. También recita, crea doblajes, comparte fotografías… ¿Le han permitido ser más creativo?

R. En la pandemia, me ayudaron a estar activo y a explorarme como intérprete. Lo que compartía generaba muchas reacciones y eso me devolvió un sentido de utilidad de mi oficio que a veces los actores perdemos.

P. Una de sus acciones en redes defendía que hace falta más poesía en el diálogo político actual.

R. Hace un par de años comencé un experimento en el que añadía poesía en escenas clásicas hasta que un día decidí hacerlo con un pleno del Congreso. Me preguntaba qué pasaría si Pedro Sánchez, Abascal y compañía estuvieran en el estrado recitando poemas en vez de lanzándose dardos. Era una forma de reivindicar un lenguaje más cuidado y una actitud más conciliadora en el ámbito político.

P. Lo que sí hay en política es mucha teatralidad mal entendida.

R. Sí, una teatralidad en el mal sentido del término. El teatro es mucho mejor y mucho más elevado que lo que estamos viendo últimamente con nuestros políticos. Lo que hay es mucho histrionismo. Dejémoslo ahí. Cada uno, aprovecha las circunstancias y exagera lo que ocurre en beneficio propio. Es un bucle del que va a costar mucho salir.

P. Comenzó en una serie juvenil y da la sensación que siempre ha sido un actor muy respetado y valorado.

R. Yo me fui de Al salir de clase por voluntad propia. Podía haber estado algunas temporadas más, pero ya me sentía demasiado cómodo y me pareció un peligro. Aunque al principio tuve que rechazar algunos trabajos en series diarias en los que me ofrecían el papel de malo, a la industria no le costó mucho verme en otros registros. Al público sí que le costó. Por más personajes que hacía, creo que el espectador no dejaba de verme como Raúl.

P. ¿Cuándo sintió que se había desprendido de la etiqueta de Al salir de clase?

R. Muchos años después. Hasta que no hice el Lope de Vega en una serie de gran impacto social como El Ministerio del Tiempo, no borré de la memoria popular mi presencia en esa serie.

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Sobre la firma

Héctor Llanos Martínez
Redactor especializado en nuevas narrativas audiovisuales (streaming, pódcast, redes sociales) y en el género documental, con varios años como autor del blog 'Doc&Roll'. Formado en Agencia Efe y elmundo.es, antes de llegar a Verne y la sección de Madrid de El País, escribió desde Berlín para BBC, Deutsche Welle, Cineuropa, Esquire o Yorokobu.
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