Del humor inteligente al humor agelasta
Al humor tonto se le pueden poner límites, pero quien se los marque al humor inteligente corre el riesgo de quedar como idiota
Me dijo un cómico una vez, como quien revela su secreto, que lo mejor que le puede pasar a un humorista es que adjetiven su humor de inteligente. Al humor tonto se le pueden poner límites, pero quien se los marque al humor inteligente corre el riesgo de quedar como idiota. Y hubo un tiempo lejano, antes de la venida de los tuiteros (hoy, equiseros), en que a los idiotas les preocupaba que los tomaran por tales.
El humor en la tele española pasó de tonto a listo en una hora chanante. De pronto, la carcajada ya no era la reacción de un bruto ante un chiste verde, sino una seña de identidad cool. Desde aquella feliz revolución de la banda de Joaquín Reyes, los chistes y los números de variedades se refugiaron en los hoteles de Benidorm en temporada baja, y el paisaje general se llenó de tipos barbudos, verborreicos, neuróticos y a veces dadaístas, como el caso extremo de Ignatius, que lo mismo encajaban en un programa de monólogos que en una performance en el Reina Sofía. Su legado es inmenso, y su reinado, irrepetible: los viejos chanantes deberían reunirse para celebrarlo, aunque sea en un teatro ante los barbudos que aún cantamos el hit Hijo de puta, hay que decirlo más.
Poco a poco, ese humor salvaje y un poco cínico se ha visto arrinconado por otro antihumorístico. La cómica australiana Hannah Gadsby acalló las risas en su brutal monólogo Ninette, y desde entonces, el humor ya no quiere ser inteligente, ni siquiera divertido: el humor quiere reconvenir, concienciar e incluso catequizar. Y no me parece del todo mal que se usen los recursos del cómico para reflexionar o provocar catarsis, pero empiezo a echar de menos los tiempos en que seguíamos a los humoristas por algo tan poco inteligente como el hecho de que nos hacían reír.
Puedes seguir EL PAÍS Televisión en X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.