El delicado arte de lograr audiencia de verano

Que, cuando nadie te ve, puedes ser o no ser es una afirmación que comparten Alejandro Sanz, Schrödinger y la parrilla televisiva de verano. Cuando llega el calor, la audiencia se evapora —esto también se puede leer cantando—, lo cual provoca que la inversión publicitaria sea menor y, por tanto, también lo sea la partida destinada a producción propia. Pero cierto desdén en la programación de julio y agosto también nos ha traído sorpresas gratas.

Todos los años por estas fechas me acuerdo de Los misterios de Laura, una de las series más maltratadas por TVE. Las andanzas de la inspectora Lebrel comenzaron a emitirse el 27 de julio de 2009, ni siquiera a principio de estación; ahí, a capón. Cinco años después, la NBC estaba estrenando la versión norteamericana protagonizada por Debra Messing. Pasapalabra también comenzó en verano (se estrenó el 10 de julio del 2000) y ahora es el programa más visto casi a diario. Muchos presentadores también tienen su oportunidad en estos meses en los que sustituyen a la alineación habitual.

Los éxitos de este verano han sido detonaciones controladas. Lo del Grand Prix no era descabellado de prever, y puede ser un argumento en ciertos despachos para empujar la vuelta de otros programas. Si yo mandase en el Ente, ya estaría encargando la vuelta de Qué apostamos para compensar otras producciones arriesgadas. Y qué decir del verdadero orgullo de la audiencia veraniega, el mundial de fútbol femenino. 5.599.000 de espectadores ha tenido en España la final. “5.599.000 corazoncitos”, que diría Noemí Argüelles. “5.599.000 personas que están: ‘¿Qué dice? Eeeeh, lo vamos a hacer”. Nuestras futbolistas ya eran antes de que las vieran, y su gran victoria está en el campo, no en la tele. Pero esta audiencia de verano habla mejor de nosotros que cualquier otra.

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