‘Barracuda Queens’ o las adolescentes suecas
Da igual el empeño de las plataformas en señalar que una serie “está basada en hechos reales”: realidad o ficción, da igual, lo importante es que la historia conmueva o entretenga
Tras el canto al pragmatismo que nos recordó Felipe González en 1985: “Gato blanco o gato negro, da igual; lo importante es que cace ratones”', cabría decir algo similar sobre ese empeño de las plataformas en señalar que “esta serie está basada en hechos reales”: realidad o ficción, da igual, lo importante es que la historia conmueva o entretenga. Es el caso de la sueca Barracuda Queens, las andanzas de cinco Lolitas nabokovianas adineradas en el Estocolmo de los años noventa que encuentran pocas cosas atractivas en su privilegiada vida salvo beber como cosacas, lo que a su vez las obliga a endeudarse tras una de sus intensas fiestas.
Y ahora surge la pregunta que ya se hizo Lenin: “¿Qué hacer?”. El ruso decidió hacer la revolución; las suecas, más pragmáticas, decidieron robar a sus ricos vecinos. Y lo que comenzó como la necesidad de pagar una deuda importante se convirtió en una adrenalínica adicción de adolescentes que lo tienen todo menos el interés de disfrutar del confortable orden establecido. Y en eso están. Netflix, por su parte, insiste en que lo narrado es una adaptación libre de unos hechos reales: la libertad consiste en que la banda de ladrones ahora lo son de ladronas, aunque no está claro si el cambio se debe al movimiento Me Too, el rechazo al prepotente Weinstein, o un simple capricho de producción.
En todo caso, las barracudas no dejan casoplón que visitar en el elitista barrio en el que viven, ni botella de vodka con algo de alcohol. Y un dato real, que no ficticio: la banda llegó a realizar cerca de 50 robos, entre ellos 20 automóviles de lujo, por un total de más de 23 millones de euros.
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