_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘Invisible’ y ‘La enfermera’, dos series sobre la crueldad

Norte y Sur, anverso y reverso de un mundo variopinto y desigual con un denominador común

Una imagen de 'Invisible', de Netflix.Vídeo: EPV
Ángel S. Harguindey

Las enseñanzas, conscientes o inconscientes, que aportan las series de televisión sobre el mundo que vivimos cada vez resultan más evidentes. Los seis capítulos de la primera temporada de la sudafricana Invisible nos muestran la vida cotidiana de una asistenta doméstica con un doble empeño: encontrar a su desaparecido marido y al asesino de su hijo, y para ello no dudará en dejar un rastro de cadáveres. ¡Es la jungla de asfalto, estúpido! Claro que para que el espectador no se distancie de la, presumiblemente, segunda temporada, sus guionistas dejan un final abierto, lo que, imaginamos, satisface a la cadena o plataforma que la exhibe (Netflix) en igual medida que deja insatisfecho a quien ha visto la primera.

Y del sur, de la Ciudad del Cabo más paupérrima, pasamos al norte, a Nykøbing Falster, en Dinamarca, en cuyo hospital, tan civilizado y pulcro como la pequeña ciudad en el que se desarrolla la acción, trabaja una enfermera, igualmente civilizada y pulcra, que se sorprende con las inesperadas e inexplicadas muertes de varios pacientes. Como dijo el clásico, algo huele a podrido en Dinamarca aunque, eso sí, todo de una manera pulcra y civilizada, sin miseria ni malos modos y con mucho diazepam y una ventaja: el final es completamente cerrado.

Los guionistas daneses de La enfermera, también en Netflix, no aspiran a una segunda temporada quizá porque, finalmente, las inexplicables muertes del hospital son explicadas: la persona responsable de las defunciones fue condenada a cadena perpetua por tres asesinatos y un intento de homicidio, condena que posteriormente fue rebajada a 12 años de cárcel que aún cumple. Norte y Sur, anverso y reverso de un mundo variopinto y desigual con un denominador común: la crueldad.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_