Roberto Brasero: “La Semana Santa es mi cruz: me ha salido un herpes de los nervios”
El periodista y ‘hombre del tiempo’ más popular del país cuenta por qué la primavera le altera la sangre y se confiesa, ahora mismo, uno de los tipos más estresados de España
Llega a la redacción de EL PAIS, a primera hora del miércoles 29 de marzo, puntualísimo, entusiasta y jovial. Pide, por favor, hacerse una foto con la cabecera del diario de fondo, con la pasión del chaval que salió de la casa-cuartel de Talavera de la Reina (Toledo), donde su padre era motorista de Tráfico, para estudiar Periodismo en Madrid. Saluda efusivamente a todo el mundo que se le queda mirando como preguntándose “¿este es Brasero-Brasero?” y pregunta a su vez, con ilusión de fan, por algún colega reportero a quien sigue. Roberto Brasero, en vivo, es tal cual aparece en la tele. Locuaz, arrollador, campechano, simpatiquísimo. Eso sí, sin el maquillaje de plató, hoy se le aprecia un rosetón púrpura en todo su esplendor sobre el labio superior. Se lo señala él mismo, quien es, ahora mismo, uno de los hombres más estresados de España.
¿Y esa calentura?
De los nervios previos a Semana Santa. Me salen cuando estoy estresado y bajo de defensas. La última fue días después de Filomena [la borrasca que colapsó España en enero de 2021], de la paliza y la tensión de esos días. Y eso que acertamos el pronóstico. Pero es casi peor esto. La Semana Santa es mi cruz, y la de todos los hombres y mujeres del tiempo todos los años.
¿Por qué?
Porque es un momento crítico. La ciencia nos dice que en primavera no tienen sentido las previsiones a 7 días, porque lo más probable es que cambien, incluso varias veces. Pero, como, la semana previa, hay tanta demanda de información sobre esta semana en concreto, las hacemos. Si no se cumplen, la culpa no es del pronóstico, sino nuestra por contarlo con tanta antelación.
¿Recibe altas presiones?
Directamente, no. Ya me las pongo yo solo. Más que presión, responsabilidad. Mi manera de combatirla es contar lo que hay en cada momento y ser sincero sobre la incertidumbre. Huyendo del sensacionalismo y cruzando los dedos. Ahora [información actualizada el viernes 31 de marzo a mediodía] vemos que no habrá lluvias hasta el viernes, o el sábado, pero no sabemos más. Lo ideal sería que entrara un anticiclón, nos evitaría disgustos.
O sea, que Brasero no se moja.
Me mojo a diario cuando creo que puedo, cuando sé que hay agua, sustancia. No me gusta jugar con el ocio de unos y el negocio de otros. Hay quien decide si sale o no de vacaciones, si reserva o anula hoteles oyendo lo que dices. La gente quiere hacer planes justo cuando el tiempo hace más difícil adelantar planes. Por eso me ha salido el herpes.
¿Por qué los adultos hechos y derechos llevamos tan mal que nos fastidien los planes?
Mira, el otro día me preguntaron por si iba a llover el 27 de abril, porque tenían un evento y no sabían si hacerlo fuera o dentro. Si aún no sé si va a llover en Viernes Santo, ni dónde, imagínate entonces. Nos hemos acostumbrado a que los avances tecnológicos han hecho más fiables las previsiones. Ahora, al contrario que antes, lo más normal es que se cumplan, pero no siempre. Y no acabamos de aceptarlo.
Y usted paga los planes rotos.
Es normal: te cabreas con el tiempo y con quien te lo cuenta. No me importa, me va en el sueldo. Lo que me importa es haber hecho bien mi trabajo. No deja de ser paradójico: como ahora, más que nunca antes, solemos acertar en el pronóstico, cuando no se cumple es como si te traicionaran.
Su sello es inconfundible. ¿Cómo definiría el ‘estilo Brasero’?
Al acabar Periodismo, empecé mis prácticas en la tele, como reportero de calle. Primero en Antena 3 y luego en Telemadrid. Fue allí, haciendo calle y algo de plató, cuando a alguien se le ocurrió ofrecerme presentar el tiempo y pasé de contar lo que pasaba a contar lo que iba a pasar de la misma forma clara y entretenida. Y funcionó. No es nada premeditado. Ni seguí ningún manual ni tengo un manual propio. Me gustaba mucho y me gusta el científico Manuel Toharia, que, a sus años, tiene la misma curiosidad y pasión que un chaval. Creo que tan importante es lo que cuentas como cómo lo cuentas, para que la gente te crea y, si es necesario, modifique su comportamiento. Durante Filomena, mucha gente nos creyó y no salió de casa arriesgándose a quedarse aislada. Fueron minoría quienes lo hicieron. Eso es un orgullo profesional, más que cualquier premio. Estoy orgulloso de haber llegado hasta aquí sin haber metido mucho la pata.
¿Cómo de fina es la línea entre hacer atractiva la información meteorológica y montar un circo de tres pistas?
Finísima. Es una materia muy sensible. Y esta nueva tendencia de los titulares atractivos para atraer visitas no ayuda. Yo, si tengo un 55% de posibilidades de que llueva y un 45% de que no, puedo decir que va a llover a cántaros y asegurarme así pinchazos, porque, ¿y si luego no vienen, qué? No se puede jugar a que viene el lobo porque cuando viene es tarde.
No es meteorólogo, pero, después de 20 años cantando el tiempo, ¿pasaría un examen oficial?
Los de Física no creo que los pasara. Pero yo tengo un examen diario: salir a dar la cara y hacer una apuesta que luego, la mayor parte de las veces, se cumple. Digamos que paso el examen de la audiencia y de que la gente se fíe de ti.
¿Por qué nos encanta hablar del tiempo?
No solo es eso. Hay verdaderos fanáticos de la meteorología, para mí sigue siendo un misterio. Hay algo atávico en ello. En el fondo, creo que ese deseo de anticipar el futuro nos va en los genes. Woody Allen decía que le interesaba el futuro porque era donde iba a vivir el resto de su vida. Quizá, en estos tiempos de incertidumbre general, en la Bolsa, en la política, en el mundo en general, ver algún tipo de previsión, aunque sea falible, ese poder anticiparte a la adversidad, y a la felicidad,
Apellidándose Brasero, parecía estar predestinado a lo suyo.
Mi padre y mi abuelo fueron guardia civiles, si a algo estaba predestinado era a eso, pero no lo pensé nunca. Yo lo que quería desde pequeño era observar el mundo y lo que pasaba alrededor, hablar y contar las cosas, quizá para comprenderlo mejor.
¿Se ve jubilándose como hombre del tiempo o nos sorprenderá con algún volantazo?
Mira, los volantazos te los da la vida. Cuando me decías lo del estilo Brasero, mi padre sí que tenía una marca personal, cuando no existía el término. Brasero padre era un guardia muy querido y muy conocido en el pueblo, ponía multas, claro, pero ayudaba a la gente, asistía a los accidentados en carretera, era útil con su trabajo [se emociona]. Esa bonhomía es mi herencia. Mira, tengo un recuerdo imborrable. Cuando llegamos a La Palma, en plena erupción del volcán, buscábamos desde donde emitir para la tele, dimos con un hombre que estaba cerrando la cancela de su casa, y le pedimos permiso para grabar desde su terreno, que tenía unas vistas privilegiadas sobre el Cumbre Vieja. El hombre nos dio las llaves, nos dejó su casa y, al día siguiente, vino su mujer con una tarta para todos. Me emociona la gente buena.
¿Este calorazo todavía en marzo es buen tiempo?
Malísimo. Aunque nos guste ir a la playa en marzo, que haya habido 33 grados en Valencia y en Canarias, es un tiempo pésimo. Es el escenario y la prueba de que el cambio climático, que llegará en 50 años, se está forjando ya, y sufrimos las consecuencias.
¿Qué diría a un negacionista?
Que podemos avanzar sin ellos. El cambio climático es una evidencia y, mientras seamos mayoría los que lo constatamos, podemos cambiar las cosas.
Si Filomena fue su gran acierto, ¿cuál fue su gran fallo?
La nevada que colapsó el aeropuerto de Barajas el 9 de enero de 2009, por la que la entonces ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, tuvo hasta que dar explicaciones en el Congreso. Me despertaron de madrugada de la tele diciendo: ‘vente a hablar de la nevada’. Y yo: ‘¿qué nevada?’ No la vimos venir. Nos la comimos. Lo asumimos. Lo explicamos. Acabamos tirándonos bolas de nieve con los del equipo.
¿Por qué está siempre tan contento?
¿Y por qué no? No lo elijo, no es una pose, es lo que me sale. Pero si tuviera que elegir, mejor estar contento que amargado, ¿no?
Es usted el tipo más popular de su empresa entre los chóferes y los camareros de la casa. Doy fe de que le adoran.
Pues mira, eso también me emociona. Para bien y para mal soy exactamente igual que aparezco en la tele. Puede que no sea muy sorprendente, pero no sé ser de otra manera.
No sé si es creyente, pero, en una procesión, ¿qué lugar ocuparía, como hombre del tiempo?
De momento, hasta que pasen unos días y se afinen los pronósticos, soy el penitente, con la cruz a cuestas. Solo aspiro a no acabar siendo el crucificado.
ALTAS PRESIONES
Roberto Brasero (Talavera de la Reina, Toledo, 52 años), es el hombre del tiempo en la tele y la radio del grupo A3 Media. Periodista de formación, comenzó a trabajar como reportero de calle hasta que una jefa le propuso, hace 20 años, pasar a contarle el tiempo a la audiencia. Ahí sigue. Por el camino ha encontrado una pasión y un estilo propio de comunicar la actualidad y las previsiones meteorológicas que convoca cada día a un público fidelísimo a sus augurios. Aunque dice no recibir más presiones que las suyas propias, admite que la responsabilidad de acertar con sus pronósticos le ha quitado alguna vez el sueño. Hasta que no llegue Viernes Santo y comience sus vacaciones, no descansará tranquilo.
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