Meryl Streep nunca brindó por la cándida adolescencia
La recientemente fallecida Rosa Guiñón fue la voz de Meryl Streep, también de Andrews, MacLaine y Streisand y eso es como ser la derecha de Graf, la cabeza de Santillana o los dedos de Lang Lang
Hace poco más de dos décadas, los subtítulos eran una anomalía relegada a las madrugadas televisivas y los cines de arte y ensayo. Motivo por el que la devoción que tantos sentimos hacia estrellas como Meryl Streep esté cimentada no solo en su talento, también en el trabajo de actores de doblaje como Rosa Guiñón, que es a quien solemos imitar cuando creemos imitar a Streep.
Streep nunca brindó por la cándida adolescencia en Memorias de África —una cita a la que jamás me resisto cuando toca chocar copas—, tampoco el guionista Kurt Luedtke escribió tal cosa. Fue Guillermo Ramos, el adaptador, otro oficio cinematográfico fascinante y desconocido. “Doncellas de labios rosados, muchachos de pies ligeros”, el verso de Housman, era el brindis original.
Guiñón no fue solo Streep, que ya habría sido suficiente para dedicarle esta columna y hasta una avenida. Su primer papel relevante llegó con Debbie Reynolds en Cantando bajo la lluvia, tal vez la película que mejor cuenta la importancia de la voz. Después fue todas las grandes: Andrews, MacLaine, Field, Streisand… la lista es deslumbrante y ser la voz de esas estrellas es como ser la derecha de Graf, la cabeza de Santillana o los dedos de Lang Lang.
También habló por las no tan buenas. Bo Derek parece una actriz de fuste en Bolero y las capas de profundidad que aportó a Jennifer Beals hacen que en versión original Flashdance sea una película distinta, y peor.
Su voz es parte de la banda sonora emocional de muchos y su fallecimiento deja un vacío tan grande como el de cualquiera de las luminarias a las que dobló. No puedo dedicarle una avenida, ojalá, pero sí esta columna y todos los futuros brindis por la cándida adolescencia que nunca más me recordarán a Meryl Streep, solo a Rosa Guiñón.
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