_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘El código que valía millones’, una historia de nuestro tiempo

Esta serie alemana enseña cómo la voracidad financiera de las grandes empresas es ilimitada, cuestión que, aunque sabida, es conveniente recordar con cierta frecuencia

Ángel S. Harguindey

Los que pertenecemos a la generación que pidieron a sus nietos que programaran la grabación de un vídeo o que les explicaran los entresijos elementales de las aplicaciones del ordenador, es decir, los analfabetos digitales, podemos pensar que una serie sobre algoritmos robados es una prueba de fuego para nuestra capacidad de entendimiento. Pues no, El código que valía millones (Netflix), una miniserie alemana de cuatro capítulos, no sólo es perfectamente comprensible sino que, además, es muy entretenida y didáctica: enseña cómo el pez grande se come al chico o cómo la voracidad financiera de las grandes empresas es ilimitada, cuestión que, aunque sabida, es conveniente recordar con cierta frecuencia.

Carsten y Juri, dos amigos berlineses, crearon a principio de los años noventa del pasado siglo un algoritmo, con las imágenes de los satélites de la NASA, que permitía al usuario localizar y visualizar cualquier lugar del mundo con gran precisión. Terravision lo llamaron, y con la ingenuidad de los genios de la informática y la torpeza para los negocios que les suele caracterizar, comprobaron en sus carnes como 10 años más tarde, el gigante Google lanzaba su Google Earth, un presumiblemente infame robo del algoritmo original con la misma utilidad.

La serie, según su promoción, se basa en hechos reales y tiene dos grandes fases que se entremezclan con constancia y sencillez: una inicial sobre los esfuerzos de los jóvenes alemanes hasta acertar en su descubrimiento y una segunda sobre el complejo y largo proceso que generó la demanda judicial de Carsten y Juri contra el coloso informático. El resultado está ahí: Google Earth sigue triunfando y Terravision no existe. Real como la vida misma o cómo es más fácil plagiar que crear.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_