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Columna
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Alba

A mi última heroína la observo en un programa de Telemadrid llamado ‘Gente maravillosa’. Demuestra coraje, solidaridad, sentido de la justicia, ovarios

Alba, en el programa Gente Maravillosa que reconoce la valentía de madrileños anónimos que luchan contra las injusticias.
Alba, en el programa Gente Maravillosa que reconoce la valentía de madrileños anónimos que luchan contra las injusticias.
Carlos Boyero

El alba es un acto de afirmación en la vida, el final de la noche, la llegada de luz. Aunque en épocas duras me dejara arrullar una y otra vez por estas desoladas palabras del inmenso poeta Claudio Rodríguez: “Si tú la luz te la has llevado toda, ¿cómo voy a esperar ya nada del alba?“.

Alba es el justificado nombre de mi última heroína. Y ya sé lo que pensaba Bowie respecto al heroísmo: “Podemos ser héroes. Solo por un día”. La observo en un programa de Telemadrid llamado Gente maravillosa. Esta chica está en una peluquería e ignora que una cámara oculta está filmando una representación. A su lado una señora no para de darle la bronca a su anciana madre. Le dice: “Qué vergüenza que tengas un novio. Me da asco que te comportes como una vieja verde. Se van a reír todos de ti”. Alba escucha atónita esta cruel diatriba. Y reacciona. En un parlamento torrencial y con los ojos empapados de lágrimas le escupe a la hija: “¿Qué coño es esto? No lo soporto. No quiero gente así. Deje a su madre que sea feliz. La gente debe vivir y disfrutar. Es lo que quisiera para mi madre si fuera su caso“. Y me emociona. Alba demuestra coraje, solidaridad, sentido de la justicia, ovarios. Ella ignoraba que se trataba de una farsa. Explota, da la cara, defiende al acorralado.

Y pienso en todo lo contrario. En ese fotógrafo viejo tirado en la calle y que muere congelado a lo largo de la noche. No sabemos si su derrumbe se debió a un infarto o a que iba demasiado puesto. ¿Qué más da? Solo sabemos que centenares de personas pasaron a su lado y nadie le ayudó. Es probable que yo también hubiera pasado de largo. Qué vergüenza, qué espanto.

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