Perra de Satán: “Lo que llamamos cancelación no existe, es un linchamiento”
La copresentadora del podcast ‘¡Puedo hablar?’ reflexiona sobre los tuits homófobos y racistas que publicó hace diez años y que acaban de volver a salir a la luz, sobre el juicio público en redes sociales y la redención a través de deconstrucción
Beatriz Cepeda (Zamora, 35 años), alias Perra de Satán, copresenta junto con Enrique Aparicio, Esnorquel, el podcast ¡Puedo hablar? Activistas contra la gordofobia y por los derechos LGTBIQ+, su trabajo visibilizando los problemas de salud mental ha sido alabado por el presidente del Gobierno. Hace un mes, varios tuits homófobos y racistas que Cepeda escribió hace 10 años volvieron a salir a la luz y con ellos las críticas y también ataques. Acto de contrición y propósito de enmienda mediante, la humorista reflexiona sobre la cancelación, la deconstrucción y la resurrección.
Pregunta. ¿Qué pensó cuando exhumaron sus tuits homófobos y racistas de 2011?
Respuesta. Experimenté mucha vergüenza y una suerte de disociación: yo no soy esa. Lo que más me dolió es haber sido la causa del dolor de otras personas. No puedo cambiar lo que escribí, solo puedo asumirlo y pedir perdón. Lo que me consuela es que me podía haber quedado ahí: ser esa persona y continuar lanzando ese tipo de mensajes, porque esa gente sigue existiendo a día de hoy y algunas es demasiado pública.
P. Dice que recibió muchas amenazas de muerte.
R. Cualquier persona con cierta visibilidad las recibe y desgraciadamente lo hemos normalizado. Piensas que es una manera en la que alguien te desea lo peor sin que eso signifique que va a ir a tu casa y te va a matar. Me había pasado puntualmente, pero esta vez fueron muchas y tuve miedo. Un amigo policía me recomendó que cerrase mis redes sociales.
Para que desaparezca la gordofobia tienen que cambiar muchas cosas. Empezando porque se deje de fomentar la idea de que un gordo lo es porque quiere
P. ¿Cómo lo gestionó?
R. Lo primero que hice fue hablar con la persona que llamó a mi linchamiento en Instagram. Le expliqué que no odiaba a nadie y que llevaba muchos años trabajando contra la discriminación, porque yo también la había sufrido, aunque entiendo que la gordofobia no se puede comparar con el racismo.
P. ¿Aceptó sus disculpas?
R. Me dijo una cosa que sinceramente agradezco. Muchísima gente me escribió para preguntarme por qué no había hecho la limpia. Algunas personas que hace 15 años generaban ese tipo de contenidos, simplemente habían tenido el tiempo o la vergüenza de quitarlo, y yo no. Pero ella me explicó que el hecho de que esos mensajes hubieran sido escritos hace tiempo, no significa que no puedan hacer daño hoy. Por eso los borré.
P. Usted acaba de contar en su podcast que es bisexual. ¿Lo de decir que las lesbianas son una aberración es como cuando los niños en el recreo gritan a otros maricón para que nadie piense que son gays?
R. Yo no sentía odio ni desprecio, sino que era el momento de hacer esa gracia. Y soy consciente de que no tenía ninguna. En junio del año pasado empecé, como digo yo, a pensar pensamientos. Tuve unos meses de dudas, de redefinición no solo de mi sexualidad, sino de mi propia persona. Cuando escribí esos tuits no estaba en ese punto.
P. ¿Qué le dijeron sus amigos homosexuales de que buscara en Google “insultos para lesbianas”?
R. Mis amigos no me pidieron explicaciones, mis padres sí.
P. ¿Y qué les dijo?
R. Que esto me pasaba por ser idiota, que entonces eso era lo que supone que tenía gracia en Twitter, y que a ese carro me subí yo. Entrabas a ese juego tóxico porque querías sentirte validada o incluso deseada, admirada. Para ellos fue un shock. Date cuenta de que yo les sermoneo mucho, que cuando vemos el telediario y hay alguna opinión chirriante en la mesa, les doy una homilía sobre igualdad.
P. Un poco esquizofrénico.
R. La persona que yo era antes de ir a terapia en 2017 y la persona que soy ahora son radicalmente opuestas. La gente que me conoce por el podcast no se imagina la persona tremendamente amargada y frustrada que era. Pero eso no justifica nada. Tomar el camino fácil que es decir ‘pues ahora me voy a cagar en estas personas que están peor que yo’.
La persona que yo era antes de ir a terapia en 2017 y la persona que soy ahora son radicalmente opuestas
P. ¿Por qué estaba tan enfadada?
R. Podríamos estar hablando 19.000 horas de esto o podríamos escuchar mi podcast, que para eso lo he hecho [se ríe socarrona]. Pero hay un cúmulo de factores: una autoestima muy baja, una frustración muy grande y un trastorno de la alimentación. Me costó mucho encontrar trabajo, di muchos tumbos, tuve unas relaciones amorosas desastrosas. Todo se juntó.
P. ¿Sabe por qué sacaron esos mensajes en ese momento?
R. Blanco y en botella. Acababa de participar en un programa -¿Quién se ríe ahora? (TVE1)- donde se analizaba el humor de hace décadas desde una perspectiva contemporánea, y de repente aparecieron.
P. ¿Temió que le anulasen trabajos, que la gente dejase de ir a sus espectáculos?
R. Siempre hay incertidumbre, pero ¿a cuánta gente han cancelado el año pasado? Todos siguen trabajando. Lo que llamamos cancelación no existe. Es un linchamiento, es señalar públicamente una persona y que mucha gente durante dos, tres o cuatro días fije su atención sobre ella, y dentro de dos, tres o cuatro días aparezca otra persona a la que atacar. La mayor parte de las veces no tiene ningún tipo de efecto más allá del terrorismo psicológico. Entiendo que después de una situación así, haya mucha gente que diga ‘no voy a abrir la boca, porque no tengo por qué pagar este precio’. Pero yo no. Tuve muy claro desde el primer momento que iba a seguir con la boca bien abierta.
P. La lucha contra la gordofobia es una parte fundamental de su podcast ¿Hemos avanzado algo?
R. Para que desaparezca la gordofobia tienen que cambiar muchas cosas. Empezando porque se deje de fomentar la idea de que un gordo lo es porque quiere, que es un dejado y que toda la responsabilidad caiga sobre él.
P. En su podcast, hablan de trastornos de la alimentación y de otros problemas de salud mental de una forma que no era habitual y que les ha traído muchos seguidores.
R. Empecé a hablar de mi propio proceso cuando descubrí que había sido engañada. Que a mí las mentiras sociales me habían destrozado la vida, y no iba a caer en el juego de perpetuarlas.
P. ¿Qué mentiras?
R. La mentira del amor romántico, la mentira de que si estás delgada eres feliz o te sientes validada o más querida. Hice el compromiso conmigo misma de que iba a decir la verdad. La divulgación científica sobre la salud mental es muy importante, pero creo que mucha gente se siente acompañada cuando nos escucha a Enrique [Aparicio, su compañero en ¿Puedo hablar?] y a mí hablar de terapia a nivel usuario. Es decir, de por qué hemos ido, de las consecuencias de vivir con ansiedad o cómo ha modelado nuestro día a día. Y eso es lo que no se había escuchado hasta ahora.
P. Su trabajo visibilizando los problemas de salud mental les valió las alabanzas del presidente del Gobierno, que los invitó a Moncloa.
R. Me hubiese encantado saber a qué huele Pedro Sánchez, pero la invitación coincidió con mis vacaciones en Sitges y decidí no acudir, porque si algo me ha enseñado la terapia es que hay que tener las prioridades muy claras y mi descanso está por encima de Pedro Sánchez. Lo siento, Pedro, fue Enrique en representación. Quedó muy bien en las fotos. Necesitaba esos días porque mi último cuatrimestre de 2021 fue muy jodido. Estuve muy mal. De hecho, esa fue una de las razones por la que mucha gente se preocupó cuando desaparecí de las redes sociales: se temieron cosas graves. Pero el linchamiento, más que hundirme, me hizo reaccionar y decir ‘lo que de verdad importa era otra cosa’.
P. Después de más de 100 capítulos de ¡Puedo hablar? ¿A quién le gustaría invitar?
R. A Pedro Almodóvar, claro. Pero también a los compañeros del podcast de Todopoderosos, que son Arturo González-Campos, Rodrigo Cortés, Javier Cansado y Juan Gómez-Jurado. Cuatro señores hablando desde un punto de vista totalmente señoro, pero que muy graciosos e interesantes. Lo que pasa es que son heteros, y nosotros no trabajamos mucho el hombre hetero, pero no les vamos a discriminar por ser como son.
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