La extraordinaria normalidad de Miren Ibarguren
Miren trabajará por divertirse, pero lo que contribuye a la diversión ajena no está pagado
Cuando le preguntan si no teme encasillarse por interpretar siempre personajes cómicos, Miren Ibarguren responde, como es de cajón, que hay muchos tipos de comedia y que en todos se divierte. Como se lo preguntan mucho, otras veces responde que así paga sus facturas, una manera estupenda de quitarle a su oficio esa mística tan dañina que muchas veces lo rodea. La suma de sus dos contestaciones es la variante Ibarguren de aquel “si no gano dinero, no me divierto” de Concha Piquer a Lauren Postigo: me divierto y gano dinero, ¿qué mejor forma de afrontar el trabajo?
Ella lo hará por diversión propia, pero lo que contribuye a la ajena no está pagado. Brilló a la sombra alargada de Pepa y Avelino en Escenas de matrimonio, supo cogerle el relevo a Carmen Machi en Aída, y pasó de tener una madre presa por salvarle la vida a aguantar a otra —Loles León— loca por arruinársela en La que se avecina. Nos ha hecho troncharnos de risa en Arde Madrid cuando enfurecía al creer que su marido se la había pegado con Ava Gardner —”¿Esta ruina a mi casa, Vargas?”—. Y ha conseguido que se nos salten las lágrimas corrigiéndole un “trajistes” a Joaquín Reyes —otra de sus madres estelares— en la parodia de Grey gardens que ambos protagonizaron en Capítulo cero. Ojalá encasillarse con tanta versatilidad.
Su último personaje, la protagonista de Supernormal (Movistar +), es una ejecutiva que gana mucho dinero y se divierte muy poco, una tipa que presume con falsa modestia de ser súper normal cuando sabe que lo que saca adelante —una familia y un trabajo muy exigente— para muchas es una quimera. Miren, en cambio, no presume de normal, lo es. Una persona normal con un talento extraordinario.
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