Dolores Vázquez y el pecado de parecer villano
Entre todos la culparon, por parecer fría y por ser lesbiana cuando las únicas conocidas eran villanas de ficción, pero cuando se descubrió la injusticia, nadie se disculpó, ni se la indemnizó

Nadie pidió perdón a Dolores Vázquez después de que pasara 519 días en prisión por un asesinato que no había cometido. Ella lo lamentó en su última declaración pública, recogida a modo de conclusión en el sobrio documental de Netflix El caso Wanninkhof-Carabantes, digirido por Tània Balló. La historia la conocemos: entre todos la culparon, pero cuando se descubrió la injusticia, nadie se disculpó, ni se la indemnizó. Y la culparon por parecer fría y por ser lesbiana cuando las únicas lesbianas conocidas eran villanas de ficción como Rosa Klebb y la Señora Danvers. No había premeditación, pero sí ganas de encontrar un culpable y muchos prejuicios. Era, como señaló Ángel Acebes, “la persona que parecía reunir el perfil delincuencial más verosímil” a pesar de que ni una prueba la inculpó.
Netflix nos tiene acostumbrados a rememorar injusticias judiciales en documentales que funcionan como actos de contrición audiovisuales. Juicios mediáticos de hoy a los casos de ayer. No suelen aportar novedades periodísticas, pero los vemos y nos llevamos las manos a la cabeza por cómo éramos los espectadores y los medios, como si hoy fuésemos mucho mejores. Todos tienen una moraleja más o menos evidente. La de este es que a veces un enemigo adecuado es lo único que necesita una historia para convencer. ¿Cómo velar por la presunción de inocencia cuando un jurado avala la culpabilidad de alguien solo porque encaja en su idea de mala del cuento? Que Dolores Vázquez merece ese perdón y que toda indemnización es poca lo creemos todos. Lo creemos a la vez que media España vuelve a dejarse llevar por otros juicios mediáticos, ajena a que para ser Dolores Vázquez no hace falta ser un villano, basta con que la tele te haga parecerlo.
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