‘Pose’, el milagro trans que ha cambiado la historia de la televisión
Llega a su fin la obra más personal del prolífico y brillante Ryan Murphy, algo más que un ejercicio de estilo, una reivindicación de la familia elegida, el valor de uno mismo, y de todas las historias que jamás fueron contadas
En un momento dado del último episodio de Pose, virtuoso artefacto metarrepresentativo de aquello que de ninguna forma había sido representado, Blanca (una siempre espléndida MJ Rodríguez) dice que para triunfar no existen los atajos, que una debe, primero, soñar a lo grande, y luego, no rendirse nunca. Y parece que Ryan Murphy, el hombre que ha acabado uno a uno con todos los estigmas de lo televisivo y ha cambiado — hiperrepresentado, con una brillantez exquisita— la historia de la televisión, está diciéndole al mundo cómo lo hizo. Yo estaba ahí, harto de no verme en ninguna parte, y soñé con que nuestras vidas importaran a todo el mundo, porque lo hacían, y al final he conseguido que lo hagan, parece estar diciéndose.
Eso mismo le ha dicho Pose al mundo. Porque Pose (disponible en HBO España) ha sido mucho más que un revulsivo y deliciosamente barroco drama sobre la cultura del ballroom, el subterráneo universo de la comunidad gay y trans neoyorquina —de los ochenta y principios de los noventa— que convertía, como dice en otro momento el mayestático Pray Tell (un laureado, y con razón, Billy Porter), las poses de las modelos en revistas en algo vivo e impulsaba el sentido de las casas, las casi dickensianas familias elegidas. Pose ha cartografiado el mapa de un continente inexplorado y ha dado valor —he aquí uno de los mantras que más se repiten en la serie, el eje sobre el que pivota todo— a aquello que creía no tenerlo y, al hacerlo, se ha convertido en la madre perfecta.
Pose es sobre todo la historia de una familia, la que forma Blanca (Rodríguez) Evangelista con todos esos chicos que, como dice Pray, “nunca han tenido un hogar”, y encuentran uno en el que se les respeta y se les quiere por lo que son y por todo aquello que pueden llegar a ser, se les da valor y, al hacerlo, sorpresa, se convierten en una pequeña fuerza de la naturaleza, un algo imparable. Uno a uno, los hijos, y también las otras madres —desde Angel hasta la soberbia y genial Elektra— que han rodeado durante estas tres temporadas a los Evangelista, han crecido hasta convertirse en auténticos titanes del voguing.
Pose ha cartografiado el mapa de un continente inexplorado y ha dado valor a aquello que creía no tenerlo
Se han roto, en estos tres años, una infinidad de barreras en el a veces rígido, esclerótico, universo de los estudios. Por ejemplo, ha sido Pose la ficción que ha contado con el mayor elenco de actores transgénero de la historia —no es que haya más de 50 personajes trans, es que todos han sido interpretados por trans—, y también con la mayor cantidad de creadores trans de la historia —directoras y guionistas, como Janet Mock o Gwyneth Horder-Payton, están detrás de buena parte de los episodios—. Y si en American Horror Story mostró cuán sexy podía ser una mujer de más de 70 —con Jessica Lange y Frances Conroy a la cabeza— aquí, Murphy deja claro que había que permitir a un actor negro protagonizar una serie sin ser heterosexual.
Porter ha llegado a decir que jamás creyó poder llegar a ninguna parte por no encajar con el estereotipo. “Yo no era Denzel Washington ni Will Smith ni Eddie Murphy, ¿cómo iba a protagonizar nada siendo tan gay?”, confesó poco después de ser nominado al Emmy y al Tony, premios que ganó. “Decían que yo era el protagonista, pero a mí no me parecía que lo fuera, no podía serlo, ¿acaso había existido un protagonista negro así antes?”, se preguntaba. Ya existe. Y de eso va Pose. Y todo lo que toca Ryan Murphy —aquí acompañado de su habitual colaborador Brad Falchuk, y de Steven Canals—. De que ciertas cosas que no existían, existan. De que las historias que jamás se contaron, o que fueron notas al pie en otras historias que para nada tenían en cuenta a los protagonistas de esta historia —gente de color, como dijo Murphy, a la que el VIH intentó llevarse— sean al fin Historia con mayúsculas.
Y no solo la historia de cómo de devastador resultó el VIH, ni de cómo se escondió y se ignoró esa devastación, ni de hasta dónde llega aún la culpa por algo de lo que nadie tiene culpa, sino también de cómo la cultura del ball (la que celebra la diversidad de razas, géneros, y orientación sexual) fue adoptada por el público general sin ser jamás reconocida, y aquí la segunda (y portentosísima) temporada tiene todos los ases en la manga. Es en ella donde aparece el central y sísmico (en dicha cultura subterránea) Vogue de Madonna y donde se tiene la sensación de que algo está cambiando, de que por fin su mayúscula influencia (en la cultura pop) va a ser reconocida sin que acabe siéndolo del todo en realidad. “No es una escena, son nuestras vidas”, dice en un momento dado el personaje que interpreta Porter, y la ficción más personal del prolífico y brillante Murphy lo ha dejado bien claro por fin.
Pose
Creadores: Ryan Murphy, Brad Falchuk y Steven Canals.
Intérpretes: Mj Rodriguez, Billy Porter, Dominique Jackson, Indya Moore.
Género: drama. Estados Unidos, 2018–2021.
Duración: Tres temporadas.
Plataforma: HBO España.
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