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Quinta Temporada
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Upload’, el más allá de ‘The Office’ y ‘Black Mirror’

Greg Daniels ha creado en Amazon una comedia que, entre risas, lanza mensajes sobre el capitalismo vampírico y las relaciones tóxicas

Robbie Amell, en una imagen de la serie 'Upload'. Vídeo: Tráiler de la serie.
Eneko Ruiz Jiménez
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Hace ocho años que se acabó la versión estadounidense de The Office. Da igual. Incluso ante la avalancha semanal de chisporroteantes novedades, la serie protagonizada por Steve Carell sigue siendo una de las más vistas en las plataformas y de las más comentadas en redes sociales. Más de lo que jamás lo fue mientras se emitía. No hay cadena que no busque una heredera digna. Una comedia que cualquier tipo de público vea en bucle como quien baja diariamente a por el pan. Al buscar encapsular ese triunfo, además, las productoras han convertido a sus guionistas en los nombres más cotizados de la comedia. Ellos, sin embargo y gracias a la comodidad de ese éxito, decidieron probar y crear proyectos que se salieran del carril.

Después de una década trabajando juntos, a Mike Schur y a Greg Daniels se les pegaron hasta las ideas. Al acabar The Office (y Parks and Recreation), Schur lanzó una serie sobre la ética que define la muerte y la vida desde el más allá, el cielo y el infierno. La llamó The Good Place y volvió a capturar la misma magia. Daniels, por su parte, fue fichado por Amazon Prime Video y en 2020 estrenó su primer proyecto en la plataforma, uno largamente gestado en su mente. Se llamaba Upload, y, también, era una serie sobre la ética que define nuestra muerte y la vida en el más allá. Dos que comparten mesa de guion, acaban siendo de la misma condición.

Upload comienza cuando un joven prometedor muere en un accidente (o no) con su coche autónomo. Pero en este 2033 nadie muere en realidad. Su mente y su supuesta alma son automáticamente trasferidos, por petición de su novia, a un mundo virtual idílico donde la esperara hasta que ella muera. Todo está ahora a su alcance, por un módico precio. Todo salvo una conexión humana. Este argumento quizás confuso pasó, por desgracia, demasiado desapercibida.

Greg Daniels, durante un curso en un instituto de Washington el año pasado en Los Ángeles (California).
Greg Daniels, durante un curso en un instituto de Washington el año pasado en Los Ángeles (California).Alberto E. Rodriguez (AFP)

Además de compartir temática sobre segundas oportunidades, tanto The Good Place como Upload son comedias de ciencia ficción y conceptos gigantescos, con reminiscencias al cine de Albert Brooks (El cielo próximamente). Es un terreno que ha permanecido vetado en televisión por ser la perfecta receta del desastre para la larga duración. Pero en el fondo, ambas funcionan por lo mismo que lo hizo The Office, y cualquier comedia televisiva que se precie. Algo muy lejano a cualquier concepto rimbombante. Todas tienen un alma brillante y optimista, y unos personajes imperfectos que evolucionan porque buscan ser mejores personas. Es difícil no sentirse identificado en ellos.

Podríamos decir que Upload es la hija bastarda de The Office y Black Mirror. Un universo complicadísimo que solo funciona porque se dibuja sobre conceptos muy simples. En esta utopía, el más allá es algo que puede comprarse, una aplicación de realidad virtual en la que todo es un negocio. Pero cualquier utopía tiene unas gotas de distopía para enganchar. Este más allá está lleno de anuncios molestos y emplazamiento publicitario. Todo sigue dependiendo aquí de tu estatus social, y las desigualdades se vuelven todavía peores. Desde el hotel al que te destinan hasta la calidad del desayuno (porque, aunque muerto no necesites comer, no puede haber paraíso sin barra libre de desayuno).

Esta idea imposible nació del lugar más inesperado. En los ochenta, Daniels pasaba sus días caminando por Nueva York buscando inspiración para construir sketches en Saturday Night Live. Un anuncio de CD hizo que se le encendiera la bombilla una tarde: ¿hasta dónde podrá llegar el digital? ¿Cuántas cosas analógicas podrán ser digitalizadas? ¿Podríamos digitalizarnos nosotros? Una idea preclara que, aunque no tenía visos de triunfar como un gag cómico efímero, se ha vuelto incluso más actual con el tiempo. Ya en 2008 intentó convertirla en libro, si bien poco imaginaba entonces que iba a acabar siendo una empresa dedicada precisamente a venderlos la que terminaría llevando su predicción a buen puerto. Fue una suerte del destino y la muestra ideal de que el capitalismo y la tecnología acaba adaptando cualquier idea para convertirla en beneficio. Si existiera la posibilidad, Amazon sería la primera en privatizar la muerte.

Ese es el concepto grande. Después está el íntimo, y más importante. En los lugares más desesperantes, también nace la esperanza. Cuanto más complicado sea el concepto, más sencilla tiene que ser su estructura. Así se introduce la conexión de una buena comedia con su audiencia: sus particulares Jim y Pam representan ahora el amor imposible entre un muerto digitalizado y su asesora (o ángel). La sosez encantadora de Robbie Amell y el aura de perdedora con glamur de Andy Allo nada tienen que envidiar a Tom Hanks y Meg Ryan. La tensión sexual no resuelta pasa esta vez por el píxel. Es corazón convierte a la serie de Daniels en una mirada futurista que resulta, al menos emocionalmente, mucho más realista que Black Mirror, sin esa negatividad a veces impostada a su espalda. San Junípero en versión larga. El mensaje nace, eso sí, desde la absurdez y la contradicción. Como la propia existencia; a ratos divertida y a veces triste.

Pero nada de su mensaje es triste. Desde un caparazón aparentemente inofensivo, lleno de la luz y el color de una utopía de coches autónomos, Upload acaba hablando sobre las preguntas importantes de la humanidad, desde el capitalismo salvaje y vampírico (la ironía de Amazon no se nos escapa…) hasta el amor tóxico. Conceptos tan atemporales como las segundas oportunidades y el libre albedrío en una mezcla de géneros que incluso se atreve con un misterio corporativo nacido en Silicon Valley. Entras en la serie por las risas y sus ideas tecnológicas, y te quedas por un discurso sobre la necesidad de conectar (y conectarse) que no podría ser más actual. 10 capítulos llenos de humanidad para la era digital. Le damos un like y nos suscribimos.

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Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.

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