Los políticos deberían dar las gracias a Bosé
En la mayor crisis sanitaria que ha sufrido el mundo en más de un siglo, la discusión pública se centra en las declaraciones vitriólicas de la farándula en ‘prime time’

Si yo tuviera algún poder en la política sanitaria, por pequeño que fuera, le mandaría un jamón a Miguel Bosé y tendría un detallito con Tamara Falcó y Victoria Abril, sin olvidarme de Jordi Évole, a quien enviaría, por lo menos, un tarjetón de agradecimiento firmado por mi puño y letra. Gracias, les diría, por quitar tanto peso de mis machacados lomos. Gracias, porque cuando habláis, el debate se centra en vosotros y no en quienes negocian con las farmacéuticas y en los consejos interterritoriales que deciden cuántos cuñados pueden estar juntos en una barbacoa.
En la mayor crisis sanitaria que ha sufrido el mundo en más de un siglo, la discusión pública se centra en las declaraciones vitriólicas de la farándula en prime time. El año pasado, los políticos responsables parecían Rafa Nadal en la final de Roland Garros. Con qué potencia devolvían la pelota a los ciudadanos, usando como raqueta un concepto de la filosofía política cuya utilidad era desconocida hasta entonces: “responsabilidad individual”. Mientras los vecinos se señalaban entre sí desde los balcones, llamando asesino al señor que bajaba la basura sin mascarilla, pocos pidieron cuentas por la escasez de recursos sanitarios y la torpeza de la gestión. Hoy, calmada la inquisición de los balcones, son las celébritis ibéricas radicalizadas en internet -como si fueran agentes del Estado Islámico, pero en magufo- quienes desvían la atención con eficacia.
Los gobiernos europeos han ido más allá del ridículo en el tema de las vacunas, toreados por alguna que otra farmacéutica e incapaces de imponerse a la histeria colectiva de los trombos. Sin embargo, despierta mucha más indignación el “chao pescao” de Tamara Falcó en El hormiguero, al decir que se niega a ponerse la AstraZeneca, que el atolondramiento de los ministros de sanidad. Qué fácil es ser político con vasallos tan despistados.
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