Pepe Colubi: “Reírte de ti mismo implica que permites que se rían de ti, estás expuesto”
El escritor y humorista publica nuevo libro mientras su programa ‘Ilustres ignorantes’ va camino de cumplir 13 años
Pepe Colubi (Madrid, 54 años) veía mucha tele y se convirtió en uno de los primeros críticos televisivos modernos de este país. Era gracioso, mucho. Y entró en Ilustres ignorantes, el programa que tras trece años en antena emite actualmente #0 y en el que, junto a Javier Coronas y Javier Cansado, ha terminado conformando un trío cómico imprescindible. Colubi también tiene un podcast en Radio Primavera Sound sobre reggae. Estos días presenta Dispersión, el tercer volumen —tras California 83 y Chorromoco 91— de las aventuras de Pipi, su desastroso pero entrañable alter ego. Situado en la década de los noventa y en el momento en el que se entra en los treinta y hay que esforzarse mucho para seguir fingiendo que la vida no va en serio, Dispersión es un divertido, lúcido y tierno retrato personal y también generacional. Nos atiende por videollamada desde su casa en Esplugues de Llobregat.
Pregunta. Vivimos una ola de revisionismo de los años noventa. ¿En qué visión encaja Dispersión? ¿En la colorida, optimista y pop?
Respuesta. La visión que doy es la mía. Todo arrancó con el grunge, cuya historia me parece una metáfora vital maravillosa: llega el nuevo punk y acaba pegándose un tiro en la cabeza. Es un guion perfecto para cualquier psicoanalista. En mi entorno había mucha precariedad pero también mucho dinero. Podías desenvolverte con algo de carpe diem y salvabas los meses. Lo hedonista y las miras cortas pero intensas definen mucho aquella década.
P. ¿Ser patoso y consciente de sí mismo salva a su alter ego de convertirse en un canallita?
R. En el fondo, Pipi es buena gente. Es autolesivo en el sentido más inocuo, solo quiere ir tirando y pasarlo bien, es resultadista. Nada de esfuerzo, solo resultado.
P. ¿Mantener después de 30 años a los amigos del colegio es un éxito o un fracaso?
R. Yo lo digo siempre: hay pandillas que desarrollan lazos tóxicos durante muchos años. Planean cumpleaños, vacaciones… algo asfixiante. Yo celebro esa amistad que no hace falta ser regada de forma presencial constantemente.
P. ¿Aspiró alguna vez a aquello de vivir de los padres hasta que se pueda vivir de los hijos?
R. Un poco… Lo que ocurre con Pipi es que le redime el remordimiento.
P. ¿Hay algo especialmente cándido en la generación X?
R. Creo que en todas. Incluso la más comprometida y la más desidiosa termina siendo cándida. Mientras aguantemos el chaparrón siempre habrá un hueco para llegar más abajo. Se está realmente bien cuando se está en el fondo, porque ya no se puede bajar más.
P. Usted, por el tipo de humor que hace, termina muchas veces traspasando la frontera de…
R. Sí.
P. Espere, hombre. ¿Cree que a usted se le perdonan ciertas bromas…?
R. Sobre secreciones.
P. Sí, sí… A ver, ¿cree que se celebran sus barbaridades y no se censuran porque las dice usted, porque sabemos que es buena gente y, en cambio, en otros esas barbaridades son un simple reflejo de su profunda estulticia?
R. Algo de eso hay. Es verdad que yo he salido limpio de situaciones muy asquerosas… Me has hecho pensar… Bueno, creo que se me ve la intención, hago burla de mí mismo, y si alguien empieza a hacer burla de uno mismo, ¿por dónde lo atacas? Si un juego de este calibre te ofende, tal vez el problema está en ti.
P. ¿Cómo afecta a sus relaciones sexuales ser alguien con tal querencia a la broma marrana?
R. Hay una frase que dijo alguien en Twitter, y me da pena no recordar quién, que decía: “El 90% de las personas piensa que Pepe Colubi es un cerdo, pero ay de ese 10%”. En la cama hay que ser un cerdo cordial. No digamos que no a nada sexual que se proponga desde la cordialidad.
P. ¿Hay algo preventivo en el humor autolesivo? Antes de que me llamen algo les digo que soy ese algo…
R. Puede ser, pero no es tan consciente la cosa. Aunque no lo expreses de forma autolesiva, ser capaz de reírte de ti mismo implica que permites que se rían de ti. Estás expuesto y debes aceptar que hay gente a la que no le gustas. El desarrollo de Ilustres ha sido un plan preparado por un ser superior. No soy un cómico como Cansado o Coronas, menos mal que los tengo a ellos para cuando pasa eso recoger mis restos y llevarme hasta la playa.
P. ¿Es una broma mala propia peor que una broma mala ajena?
R. Pues fíjate, yo creo que una de las claves para haber durado tanto es que no me importa tanto si fallo. Hay una figura en el libro Generación X de Douglas Coupland que habla de esos momentos de vergüenza en los que encoges los pies dentro de los zapatos. Es un gesto muy íntimo que te libera, como tensar las nalgas.
P. ¿Qué significa para usted Ilustres ignorantes después de 13 años?
R. Ilustres son mis padres. Me cayó el programa del cielo cuando ya tenía 40 años. Se mantiene una respuesta constante de la gente, un interés por este formato tan sencillo en apariencia, pero que apela a la sincera amistad sin exigencias entre tres personas que traen a dos invitados y se ponen hablar del mundo y sus tonterías.
P. Policía de balcón, aplaudidor, negacionista, ayusista… ¿Qué personaje de la pandemia es usted?
R. Abogo por el optimismo, sin justificación, solo como arma de supervivencia. Fui de aquellos que creían que iban a ser solo dos meses malos, y así llevé el confinamiento bastante bien. Con las preparaciones de la novela he estado entretenidísimo. Eso sí, recuerdo con cierto disgusto lo de los balcones y los aplausos. En los momentos dramáticos se permiten niñerías y cursilerías.
P. ¿Cómo se relaciona usted con los jóvenes? ¿Desde la displicencia y el paternalismo o a partir de la idea de que si se esfuerza lo suficiente aún puede pasar por uno de ellos?
R. Pues mira, ahí soy radical. Ni lo uno ni lo otro. A ver, para empezar debes contar con el interés del interlocutor para establecer cualquier diálogo, pero si tiene interés el diálogo con la juventud puede ser fluido.
P. ¿Le ha llegado ese momento de empezar a pensar en cómo desearía que fuera su tercera edad?
R. Es fácil pensarlo cuando aún no tienes grandes achaques. Si tienes más de una cita médica agendada todo el tiempo, ya puedes empezar a entrenar para lo que viene. Veo a Javier Cansado con 65 años y quiero llegar al javiercansadismo, tener esa lucidez, esas ganas, esa agilidad y ese salero.
P. ¿Se siente pionero de una nueva forma de hablar de televisión en la prensa?
R. De nuevo, parece que tuve suerte. En 1999 publiqué La tele que me parió. Había un vórtice que se abrió. El libro eran memorias de la televisión que había visto. De repente, me convertí en crítico de tele. Sentí que, por lo menos, era un libro oportuno.
P. En el próximo volumen, si sigue esta progresión, va a tener que convertir en cómico el éxito…
R. Hombre, si seguimos la vida paralela entre Pipi y autor, pues sí. Dispersión es casi un manual de buscarse la vida a base de golpes flojos protagonizado por un pícaro de tercera. Por ejemplo, le encargan escribir un libro y el libro es un fracaso. Pero él está orgulloso. El éxito es que lo encarguen y acabarlo. Que el libro no lo lea nadie ya es tangencial.
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