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‘Vikingos’ afronta su Ragnarök

La popular serie llega a su final con diez últimos episodios en los que, afirma su creador Michael Hirst, “se puede esperar lo inesperado”

Una escena de la temporada final de 'Vikingos'. En vídeo, tráiler de la última temporada de la serie. Vídeo: FOTO Y AMAZON PRIMER
Jacinto Antón

Un largo viaje llega a su fin, una saga se acaba: el sábado y domingo se estrena en TNT completo el último tramo de la serie Vikingos, la segunda parte de la sexta temporada con la que todo concluye y se cierra una aventura iniciada en 2013 (aunque se prepara un spin-off ya, Vikings: Valhalla, cien años después de la serie original). Así que toca subirse al drakar, aferrar la espada y encomendarse a Odín, Thor o Freya -ahí cada cual- para afrontar lo que viene, que según el creador de la serie va a ser de aúpa. Incluso no se descarta (“hay una fuerte posibilidad”) otro águila de sangre (el estremecedor tormento vikingo). “El espectador puede esperar lo inesperado, estos episodios están llenos de sorpresas”, advierte en una entrevista con EL PAÍS por videoconferencia Michael Hirst (Bradford, Reino Unido, 68 años ), sorteando los spoilers.

Los últimos capítulos, del 11 al 20, lo que se ha dado en llamar la sexta temporada B, han de resolver muchos cabos sueltos. La invasión de los rus que amenaza Kattegad, la suerte final del moribundo Björn, ese Cid hiperbóreo; el destino de Ivar Sin Huesos, el viaje al extremo occidente de Ubbe, o dónde diablos está Floki… ¿Cómo afronta su particular Ragnarök, el final de su mundo, Hirst? El autor que se ha conectado desde un estudio con techo de madera a dos aguas que parece la quilla de un barco ríe con ganas. “Ha habido ya bastantes Ragnaröks, hace tiempo que acabamos de rodar y he tenido un largo período de luto. Estoy satisfecho de que he podido acabar mi saga de manera apropiada. Quería un buen final y creo que lo es, confío en que nadie va a sentirse decepcionado. He trabajado muy duro para ello. Dicho esto, claro, acaba la historia, van a morir muchos de los personajes importantes, algunos con los que había trabajado largo tiempo y a los que había cogido cariño. Fue muy emotivo para mí escribir los episodios finales y ver cómo se rodaban. Al mismo tiempo hubo una sensación de alivio, tras vivir dentro de las sagas escandinavas día y noche durante siete años estaba exhausto. Al principio no sabíamos que íbamos a ir tan lejos, 89 episodios…”.

Al preguntarle qué es lo más sorprendente que ha descubierto de los vikingos en su largo viaje, Hirst responde: “Me encontré con ellos por primera vez escribiendo un guion hace muchos años sobre Alfredo el Grande, que los combatió. Tuve que hacer una investigación y me di cuenta de que todo lo que creía saber estaba equivocado. No conocía de verdad sus creencias, su actitud hacia las mujeres era más emancipadora de lo que suponía. Cuando tuve la oportunidad de escribir la serie quise explicar todo eso. La gente me decía ‘no puedes escribir desde el punto de vista de los vikingos porque eran los malos, el otro, el que entraba en tu casa para saquear, violar, matar’. Pero, por supuesto, hay mucho más en los vikingos que eso. Y esa fue la razón para contar mi historia. Centrada en una familia ordinaria de granjeros. Los vikingos amaban a sus mujeres y a sus hijos. Eran incursores, piratas, pero también granjeros. Lo que considero mi trabajo es conectar el pasado con el presente. Y una de las razones de hacer la serie, esa saga familiar de Ragnar y sus hijos, fue humanizar a los vikingos, que siempre han sido demonizados en la imaginación popular y en la ficción”.

El escritor se felicita porque consiguió que la gente se identificara con Ragnar, Lagertha y los demás. “Las series solo funcionan si hay esa identificación, y en Vikingos ha ocurrido: los espectadores quieren saber qué sucede a los personajes y los echan de menos cuando mueren”. Hirst considera uno de los éxitos de la serie haber conseguido plasmar la vida espiritual de los vikingos. “En otras series, como Juego de tronos, el espacio religioso de la sociedad que se muestra es solo un telón de fondo, no se explora, no sientes que los personajes tengan una espiritualidad real. Pero en Vikingos quise que la gente entendiera que las creencias de los antiguos escandinavos formaban parte de su día a día, de su cotidianeidad. Los vikingos compartían espacio con sus dioses y experimentaban toda una serie de relaciones con el Otro Mundo muy reales para ellos. Los vikingos fueron los últimos paganos, pero todos fuimos paganos alguna vez y me pareció muy interesante que la audiencia reconectara con ese sentimiento y esos valores espirituales. La verdadera diferencia entre nosotros y los vikingos no está en la guerra, el combate, en Europa hemos vivido mucho de eso. Es algo mucho más profundo lo que los hace diferentes: lo que creían”.

Ivar sin Huesos y el ejército rus, en uno de los capítulos finales de la serie 'Vikingos'.
Ivar sin Huesos y el ejército rus, en uno de los capítulos finales de la serie 'Vikingos'.

Pese a todos los escenarios explorados en la serie, Hirst es consciente que se han dejado en el tintero algunas experiencias históricas fundamentales de los vikingos, como la de Irlanda. “Por supuesto, lo más irónico es que rodábamos en Irlanda, en las afueras de Dublín, ¡una ciudad vikinga! Usamos el paisaje irlandés para representar Noruega -aunque hicimos algunas tomas allí de paisajes que no teníamos en la isla, como cumbres nevadas- pero la rica aventura irlandesa de los vikingos no sale. En mi descargo he de decir que aparecen muchos otros lugares. En ese aspecto también descubrí muchas cosas de los vikingos: cuando empecé a escribir la serie no sabía que habían atacado París, o que navegaron alrededor del Mediterráneo. Vikingos tiene mucho de viaje porque eso es lo que significaba la palabra: merodeadores, viajeros, incursores. Hacer el vikingo era esencialmente ver mundo. Al tener éxito la serie e irse haciendo más grande en recursos pudimos seguir a los vikingos en su viaje”.

El creador de la serie admite que se inventó la invasión rus de Escandinavia. “Sí, pero me pareció lógico, y quería llevar de vuelta a casa a Ivar y Hvitserk con el ejército rus. No escribo para educar a la gente, sino para entretenerla, ese es mi trabajo. Sin embargo, que la gente aprenda con mis historias es muy importante para mí. Hace unos años me invitaron a ver el Museo de los Barcos Vikingos en Oslo y el director me guio en una visita privada. Me dijo que era en agradecimiento porque la serie había hecho que aumentaran los visitantes al triple, y porque había devuelto a los noruegos el orgullo de tener antepasados vikingos”. Cuando le digo a Hirst que el nuevo audiovisual, espectacular, del museo incluye unas escenas que son un homenaje al arranque de la serie, con lo que los vikingos de ficción se juntan con los barcos de verdad, se exclama: “¡No lo sabía!, qué detalle, les estoy muy agradecido”.

Volviendo al rigor histórico, “la serie no es un libro académico, pero hemos tratado de que no haya ningún disparate y todo sea al menos verosímil. Nunca he dicho que la serie sea históricamente fiel -tampoco está claro qué es la fidelidad histórica con los vikingos: muchos puntos están en discusión- pero he tenido un asesor histórico y cuando he seguido una línea argumental ficcional le he preguntado siempre: ‘¿es plausible?’. Más allá de eso mi serie tiene su propia verdad interna, con elementos de ficción, por supuesto. La vida a menudo no tiene forma o sentido, pero la ficción ha de tenerla”.

¿Qué personaje le ha costado más matar? ¿Athelstan, Aslaug, el conde Haraldson de Gabriel Byrne? “Supongo que Ragnar. Aunque siempre supe que moriría, tenía que hacerlo porque la suya fue una muerte famosa, está descrita en las sagas. Pensaba matarlo al final de la primera temporada, pero Travis [Fimmel] era tan bueno, me enamoré del personaje y no lo maté hasta el fin de la cuarta temporada. Fue un adiós muy duro, pero por otro lado muere de una forma tan asombrosa”. No todo el mundo puede hacer su salida desde un pozo de serpientes, desde luego. Hirst añade que le advirtieron de que no matara a Ragnar, que sería el fin de la serie. “El propio Travis pensaba que sin él no podríamos continuar, así que se llevó una gran sorpresa cuando en el primer capítulo tras la muerte de Ragnar hubo una auténtica explosión de las cifras de audiencia”. El escritor apunta que otra muerte que le costó mucho fue la de Lagertha. “La adoraba y quise darle también un buen final”. A otros personajes los quiso matar varias veces y no pudo, literalmente escaparon. Es el caso de Harald y de Hvitsker.

¿Es fan Michael Hirst de Los Vikingos, la película de Richard Fleischer que tantos llevamos en el corazoncito? “La recuerdo muy bien. Tony Curtis vestía una faldita risible y no paraba de gritar todo el rato sin que se supiera muy bien por qué. Creo que la rodaron enteramente en Mónaco. Era todo bastante ridículo. Luchaban alrededor de un castillo medieval. Pero la idea de hacer la serie vino de esa película, me preguntaron si podía hacerse algo sobre vikingos y yo dije que me gustaría probar”.

Hirst está de acuerdo en que uno de los episodios más impactantes de la serie fue el de los sacrificios humanos en Upsala. “Sí, es un buen episodio, quería mostrar algo diferente, cómo un vikingo elige él mismo ser sacrificado. Quería que la gente entendiera cómo funcionaba la mente de ese pueblo”. Fue algo escalofriante. “Tenía que serlo”, señala Hirst. ¿Y qué ha sido de Floki? Su creador echa balones fuera. “Es un espíritu libre, yo mismo no podía pararlo. Toda sociedad tiene sus locos sagrados y él lo es, además del constructor de barcos, tan necesario: el embaucador, el tramposo, a imagen del dios Loki. Ha sido crucial en la serie, ¡adoro a Floki!”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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