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Elena Irureta y Ane Gabarain: “Si llegamos a saber la repercusión de ‘Patria’, habríamos ido aterradas a trabajar”

Las actrices describen cómo fue rodar el abrazo más icónico de la televisión española reciente

Ane Gabarain y Elena Irureta, en la churrería Santa Lucia en San Sebastián.
Ane Gabarain y Elena Irureta, en la churrería Santa Lucia en San Sebastián.James Rajotte
Tom C. Avendaño

Hace hoy una semana se emitía una escena tan poderosa que se ha hablado de ella durante los siete días siguientes. La del abrazo —furtivo, tímido, inevitable— entre Bittori y Miren, las sufridas protagonistas de Patria (HBO España). Con ese gesto, la enconada rivalidad entre las dos mujeres, heridas cada una desde un extremo del conflicto vasco, quedaba matizada y la serie más esperada del año, concluida con sobresaliente alto para sus muchos fieles. Quien también habló del abrazo durante estos días fue Elena Irureta, la veterana de 65 años que da vida a Bittori y disecciona la escena con clásico apego vasco. “Todo el mundo ‘el abrazo, el abrazo, el abrazo’. Bueno, pues es un abrazo. No nos parecía una escena difícil”, cuenta al teléfono desde su casa en Zumaia, el pueblo de 10.000 habitantes en el que nació y vive.

Al otro lado de la línea está Ane Gabarain (57 años), quien da vida a Miren y habla desde su San Sebastián natal. Completa, cosa que suele hacer, las palabras de su compañera y amiga de hace ya cuatro décadas sobre aquel día. “Yo sí tuve un pequeño bloqueo. Ese abrazo tiene una gran carga simbólica, cada espectador lo va a interpretar como quiera. Y por esa carga, había en el ambiente esa cosa como de gran respeto. Me creó mucha presión”, recuerda.

La dificultad que supone actuar en un proyecto como Patria radica precisamente ahí, en que es una historia profundamente simbólica y llena de metáforas. Bittori es, en cierta manera, todas las viudas de víctimas de ETA y Miren, todas las madres de terroristas. Su historia no es solo suya, es la de toda una sociedad (a la cual, incluso, se le puede poner el rostro de Arantxa, la hija de Miren que sufre un ictus: herida, casi paralizada por completo, pero viva y en vías de recuperarse).

Sin embargo, es imposible interpretar a un símbolo: actuar, por definición, es buscarle corazón y rasgos a un ser humano concreto. Equilibrar una cosa con la otra, humanizar entendiendo la trascendencia social y política del texto, ha sido el reto de estas actrices. “Te tienes que abstraer. Si no, te vuelves loca. Te entran unos miedos y unos bloqueos que no puedes actuar”, explica Gabarain, con la voz grave y soltando de vez en cuando alguna risita. “Te tienes que centrar en tu tarea, e ir a lo concreto, al personaje, la secuencia, el momento. Luego ha habido este tsunami de análisis y mensajes, de entrevistas, y hemos sido conscientes de la expectación que tenía la historia y de todos los ojos que había mirándote con lupa. Hostia, esto si llegamos a ser conscientes en el rodaje, vamos cagadas a trabajar”.

“Yo cuando leo un personaje intento desmenuzarlo de arriba abajo. ¿Por qué dice esto, por qué dice lo otro? Y entender lo que le pasa. No tengo que estar de acuerdo con todo, pero entenderlo sí”, añade Irureta. “Al principio pensé, pero qué rencorosas son, qué esto, qué lo otro. Pero poco a poco vas a entrando y dices, bueno, ha caído en una depresión. Tiene esto, tiene lo otro. En Bittori busqué imitar a mi madre, aunque luego ella era más cariñosa. Intentas acercarlo, acercarlo y al final te lo haces tuyo. Y venga, a defenderlo a capa y espada”.

Añade su compañera: “Como seres humanos, el gran conflicto es que no tienen empatía con el dolor del otro. En el caso de Miren, comete errores garrafales por no saber gestionar bien sus sentimientos. Se arruina la vida a sí misma por su amor de madre. Claro que hay política y hay historia, pero son personajes con nombres y apellidos y con biografía, con circunstancias. ¿Que luego transciende? Sí. Pero hemos querido por encima de todo contar historias de seres humanos”.

Si en esta llamada cuesta arrancarles la épica solemne habitual en otros actores, sobre todo cuando actúan en un proyecto como este, es porque estas dos mujeres no se consideran estrellas. Ni Patria les ha cambiado esa idea, esa humildad del currante veterano.

—Pues a mí no me ha cambiado la vida. No lo sé, no sé si soy famosa, no sé. ¿Tú, Ane?

—Yo no me siento famosa.

—En absoluto.

Gabarain retoma las riendas de la conversación: “Somos currantas, llevamos mil años trabajando, somos muy conscientes de lo que es esta profesión, este oficio, esta carrera de fondo. Hemos tenido la inmensa suerte de hacer Patria y es un trabajo estupendo, pero uno más. Hay que seguir y hay que cotizar, que en nuestro sitio es muy difícil sumar cotización”.

Tráiler de 'Patria'.

La complicidad les viene del roce. Se conocieron a principios de los ochenta, en una escuela de teatro, y desde entonces han compartido escena varias veces, sobre todo en Bi eta bat, la primera sitcom grabada en euskera (junto con José Ramón Soroiz, el Txato de Patria). Cada una tiene una buena carrera por separado: Irureta ha estado en La ardilla roja, Hola, ¿estás sola?, El comisario o Al salir de clase y Gabarain, en La comunidad, 800 balas o Periodistas. Pero en el imaginario colectivo, es fácil verlas juntas.

Para diferenciar sus caracteres, sirve un detalle que describe un compañero del elenco de Patria. Cuando se bloquea en una escena, Irureta avisa a sus compañeros: “Vamos a hacer bien”, como para alejarse de lo anterior, el “mal”. Gabarain, sencillamente, explota. Suelta su frustración en 20 segundos de mala leche y luego vuelve. “Es mi mal carácter, me cago en todo, la gente me mira como ‘a esta qué le pasa’ y ya”, describen. Quedan así, pues. Ane, explosiva. Elena, introspectiva, lacónica. Cuando se rodó la complicada escena en la que un grupo de abertzales ataca el autobús en el que van Miren y Bittori, uno de los actores se acercó a Irureta y le preguntó cuál era su método para actuar como lo hace. Le dijo sencillamente: “Lo que hay que hacer es aprenderte bien el texto y hala, a ver lo que sale”.

Al colgar, Irureta recuerda que Gabarain va esta noche a Zumaia con la obra de teatro que está representando. Irureta ya tiene su entrada. Esta noche, Bittori y Miren se abrazarán de nuevo.


La nutrida cantera de los intérpretes vascos

Parte del éxito de Patria reside en haber jugado con acierto la baza de la veracidad. La clave de las interpretaciones de Irureta y Gabarain está no solo en los grandes momentos de rabia y esperanza, sino en detalles mucho más pequeños y casi costumbristas. La manera de moverse por la cocina, las miradas en la mesa, la forma de cargar por la calle con una bolsa de pescado…

“Hay algo ahí, que lo tenemos, como vascos, algo en el carácter, en el ADN”, sopesa Gabarain. “En nuestro caso, como madres, como mujeres con caracteres fuertes, más. Hemos querido huir de los estereotipos, que los personajes fueran un poco de carne y hueso. Que bueno, hay detrás una manera de ser, unos arquetipos, pero sobre todo hemos querido que sean. Tenemos una edad, una vida, conocemos a mucha gente, y con eso ya vamos armados. Aitor [Gabilondo, el productor] tenía claro que quería actores vascos, y eso ayuda, tenemos mucho conocimiento de muchas cosas, grandes y pequeñas”.

La decisión de rodar solo con actores vascos ha servido, además de para potenciar la ambientación de la historia, para poner el foco sobre una cantera de intérpretes bregados en grupos de teatro de Bilbao, San Sebastián o Vitoria, en producciones de ETB como Goenkale o Vaya semanita y en películas de cineastas como Alex de la Iglesia, Enrique Urbizu, Daniel Calparsoro, Borja Cobeaga o el trío de directores de Handia. Ahí están los casos de Álex Angulo, fallecido en 2014, Ramón Barea (premio Nacional de Teatro en 2013), Najwa Nimri, Asier Etxeandia, Miren Ibarguren o Mariví Bilbao-Goyoaga, que alcanzó la fama al final de su vida gracias a Aquí no hay quien viva.


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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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