“Nadie posa, todo es real”: por qué nos fascina encontrar imágenes de nuestros abuelos en Google Maps
Las grabaciones de las calles de Street View esconden recuerdos inesperados de muchas familias. Hay quien visita esos rincones para revivir un pasado desaparecido
“Mi abuela llevándome al cole en 2008”. Así describe María Carreón una foto de una versión antigua de Google Maps en Granada. Su abuela iba desde un pueblo de la Alpujarra, Capileira, a Granada para acompañarla en época escolar. Un día, años después, Carreón miraba el recorrido que hacía hasta el cole y allí estaba ella por sorpresa con su abuela. “Tener una foto así me parece un recuerdo precioso, porque no hay móviles de por medio, es un momento capturado tal como fue”, dice ahora.
Carreón no es la única que ha repasado las calles de su infancia en busca de huellas de su pasado. Street View, la aplicación de Google Maps que recorre las calles de todo el mundo, permite visitar las versiones anteriores. Allí pueden verse abuelos asomados en puertas, paseos anodinos con una mascota que se fue hace poco o alguien barriendo ante una tienda que ya no existe. El vehículo de Google (ya no graban solo con coches) que graba las vías para Street View tiene un punto de vista único: parece conservar una mirada ajena, borrosa, como si nadie hubiera tomado aquella foto y solo fuera un tiempo congelado. Docenas de personas comparten periódicamente en redes sus recuerdos de Maps.
Mi abuelo paseando por el pueblo en 2015. Fallecido en 2019. pic.twitter.com/IIFji11C64
— Jorge (@Jorge16180) December 23, 2024
Es un recuerdo que toda la familia comparte en su memoria, pero que nadie tuvo la idea de reflejar en foto, excepto el ojo que todo lo ve de Google, con el añadido que la expresión de la persona es de completa banalidad: nadie sonríe, nadie posa. “Mi abuelo solía bajar de su casa a revisar el jardín de casa de mis padres. Algo que nunca nadie fotografiaría en la familia, pero que probablemente esté en el recuerdo de todos”, dice Jorge, de Madrid, sobre una imagen de su abuelo en El Oso (Ávila).
“Es una sensación rara, al final les pillan en la cotidianeidad del día a día y por un momento es como si nada hubiera cambiado”, dice Cris, de Badajoz, que conserva una imagen en la puerta de casa de sus abuelos y la hermana de su abuelo. En este caso, los dos hermanos ya han fallecido: “La sensación de verlos en la puerta de la casa de mis abuelos es sentir por un momento como si aún estuviesen en el presente”, dice Cris.
Y ahí sigue él también. Que bonito poder verlo de vez en cuando donde siempre🥹 https://t.co/D7EBAUuJ7W pic.twitter.com/rpMGyYGuQ2
— Reme ۞💚 (@reme_roman) December 23, 2024
La nostalgia es un elemento básico en estas recuperaciones del pasado: “Lo que yo siento al verlo ahora es mucha nostalgia, verlo tan joven me hace recordar a aquella época, donde yo era pequeña y él estaba tan bien. Creo que la diferencia de verlo ahí a verlo en videos o fotos hechos por nosotros mismos es el punto de casualidad y espontaneidad, en un momento cotidiano y sin esperarlo”, dice Reme Román, de Cádiz.
Estos hallazgos, la mayoría casuales, según los seis usuarios consultados por este periódico, podría ser un recuerdo sin mayor importancia. Al fin y al cabo, todas las familias tienen hoy montones de fotos y vídeos de sus miembros. Pero estas fotos añaden una capa distinta: “Para mí es una manera de mantenerlos vivos. Capturar un momento del espacio-tiempo al que podemos viajar cada vez que lo necesitamos. Son momentos reales, banales y costumbristas. Nadie posa. Todo es real. Es una forma de aferrarnos a nuestros recuerdos”, dice Juan Antonio Mariscal, de La Línea de la Concepción (Cádiz).
En el caso de Mariscal la naturalidad es especialmente impactante. Su abuela materna volvía de la compra: “Sale [en la imagen] con su abrigo de diario y su pelo algo despeinado porque ese día hacía aire. Con un par de bolsas blancas en las manos, donde llevará probablemente calabacines para rellenarlos, acelgas para tortillitas, boquerones para hacer moruna o con suerte manzanas para la tarta que solía hacerme”, explica.
No solo puede pasar el tiempo para las personas, sino también para los edificios, como le ocurrió al abuelo de Alberto González, de Don Benito (Badajoz): “Fue captado un momento cotidiano, está leyendo una carta en la puerta de su casa que recogió antes de entrar, y ahora su casa ya no es como era, y ver la casa tal cual, da un extra de morriña”, explica.
Las cámaras de Google graban periódicamente calles de todo el mundo para Street View. Aunque esas imágenes se renueven, todas las versiones anteriores son accesibles. Cris por ejemplo creyó haber perdido la imagen de sus abuelos cuando Maps volvió a recorrer las calles del pueblo: “Pasó el tiempo, la app se actualizó y pensé que se había perdido”, explica, hasta que se dio cuenta de que no: “Averigüé a través de TikTok que se podían ver fechas pasadas de Google Maps y volví a dar con ello”.
No todos los lugares se renuevan con la misma periodicidad. Google Maps y Street View tienen verdaderos devotos. No solo hay un juego global basado en la aplicación, sino que hay gente que observa con atención cómo ha quedado la fachada de su casa, las plantas del jardín o una botella olvidada en su porche y esperan una nueva actualización.
Aunque la mayoría de los encuentros con el pasado sean casuales, hay también, por supuesto, quien busca en sus calles a ver si aquel día algún familiar salió a la calle: “No sabía que se podía hacer lo del Street View con otras fechas, y cuando lo leí me picó la curiosidad y empecé a recorrer mi pueblo, y de repente me pareció ver a mi abuelo, con su característica boina y su muleta, me acerqué y era él. Ya no estaba con nosotros cuando descubrí esto”, dice Miguel Allande, de Pola de Lena (Asturias). “Me invadió una sensación de tristeza, pero a la vez de felicidad y nostalgia al encontrar otro recuerdo de mi abuelo que no esperaba”, añade.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.