De cómo Google Maps se convirtió en un espacio para el ‘artivismo’
Dos artistas de diferentes continentes cuentan cómo manipularon la plataforma para hacer visibles sus defectos
Sucedió en una protesta por los derechos de los trabajadores en Berlín, hace tres años. El artista alemán Simon Weckert abrió Google Maps en su teléfono inteligente, vio que la aplicación indicaba un atasco, y comprendió que Google no diferenciaba entre coches y personas. Así empezó a planear una instalación que recreara lo que había descubierto. “Solo necesitaba smartphones, no personas”, cuenta a EL PAÍS por videollamada Weckert, quien consiguió 99 terminales. Obtuvo unos 40 de amigos a los que logró convencer de vivir sin el móvil por un día. El resto los alquiló.
Con los 99 teléfonos en un pequeño vagón rojo, Weckert se paseó frente a las oficinas de Google en la capital alemana. “Esa es la parte activista del proyecto”, dice. Hace cuatro años, cuando iban a abrir las oficinas de la compañía, había muchas protestas de los locales en contra de que abrieran porque la gente tenía miedo de que la zona se gentrificara. El estudio de Weckert, en esos años, estaba ahí también. Google canceló entonces la apertura, pero hace alrededor de año y medio se instaló ahí de forma discreta. “El edificio no tiene el logo de Google”, explica el artista berlinés. “Solo una pequeña estampa en el timbre indica que ahí se ubican sus oficinas”. Weckert quiso enseñarle a la gente su localización y que, de cierta forma, se están escondiendo. La fecha de la actuación tampoco fue una coincidencia. El artista planeó hacerlo una semana antes del cumpleaños número 15 de Google Maps, que se celebraría el 8 de febrero de 2020.
Google no contactó a Weckert directamente, pero le mandó un mensaje indirecto. “Un par de portavoces de Google le dieron la noticia a The Guardian y otros medios”, dice el artista, y comentaron que Google se alegraba de que alguien les indicara sus errores.
Una respuesta más directa y negativa, sin embargo, la recibió un proyecto que el artista llevó a cabo en 2019 llamado Google Maps Borders, en el que demostró en su página web, a través de una interfaz de programación de aplicaciones, que las fronteras nacionales están representadas de manera diferente dependiendo del país desde el que se esté mirando Google Maps. Con ello, demostró que Google apoya la visión del gobierno regional respectivo para no perder al mercado local en sus servicios de mapas en línea.
El proyecto de Weckert era interactivo para que el espectador pudiera ver por sí mismo cómo las diferentes fronteras políticas cambian dependiendo del país. Una semana después, Google había modificado la interfaz de programación para que ya no se pudiera llevar a cabo esta comprobación. “Presentía que Google se metía a mi página y por suerte logré tomar pantallazos de los mapas”, recuerda Weckert, cuyo proyecto ahora se muestra en fotos.
“Los mapas han sido usados a través de la historia para impulsar influencias o representar intereses, y el referente de mapas hoy en día, quizá para el 80% de la población mundial, es Google Maps”, dice Weckert sobre por qué comenzó a cuestionarse cómo gestiona la compañía la forma en que tantas personas ven los mapas. “Al final es una corporación cuyo objetivo es hacer dinero”, opina el artista. “Quise demostrar que a pesar de ser una herramienta muy útil, puede ser manipulado de varias maneras”.
Jason Isolini es un artista conceptual con sede en Brooklyn, Nueva York. Solía trabajar como fotógrafo para ciertos negocios de hostelería, tomando fotos de 360 grados para subirlas a Google Maps. Ahí es cuando pensó en intervenir la plataforma con imágenes esféricas. Su primera intervención fue una especie de memorial para Elaine Herzberg, una mujer sin hogar que fue atropellada el 18 de marzo de 2018 por un coche sin conductor de Uber mientras cruzaba la calle. El coche detectó a Herzberg seis segundos antes de atropellarla, pero no activó los frenos de emergencia. “El hecho de que el vehículo no se detuviera es importante, porque genera preguntas sobre la fiabilidad de la inteligencia artificial”, explica Isolini a EL PAÍS. “También podemos cuestionarnos sobre cómo nuestra posición económica podría determinar la decisión que la inteligencia artificial tome por nosotros en el futuro”, dice. “Además, el hecho de que Elaine Herzberg no caminara por un cruce de peatones demuestra que el comportamiento humano, que las compañías tratan de anticipar constantemente, puede ser imprevisto. Tanto el físico como el virtual”, agrega Isolini.
En el lugar del accidente en Google Maps Street View (Mill Avenue y Washington Street en Temple, Arizona), había una mezcla de arte y fotografía que pretendía ser un memorial para Herzberg. Ya no está porque Google la retiró. Había una serie de objetos que guiaban al usuario por la zona del suceso; una bolsa de plástico de supermercado, un edificio de la empresa de Uber y una lata de maíz. “Mi trabajo intentó crear una trayectoria imprevista para el usuario utilizando ideas relacionadas con este accidente”, explica Isolini. “Traté de pensar en escenarios conocidos dentro del comercio, como el llamado abandono del carrito, en la que las empresas tratan de evitar al cliente que deja de comprar abruptamente”, dice.
Otra de sus intervenciones tuvo lugar en un centro de recepción, empaquetado y envío de mercancías de Amazon. La empresa registra decenas de ideas cada año en la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos, entre ellas un almacén submarino o jaulas de metal para transportar a sus empleados dentro de los almacenes (por su seguridad). Ninguna de estas se hizo realidad. Pero en 2017, Amazon presentó una patente para crear una torre de varios pisos, con aperturas que permitieran la entrada y salida de drones, llevándose los paquetes de clientes, que fue aprobada en 2020. “Quise hacer una especie de sátira sobre esta patente”, dice Isolini, quien intervino el centro de distribución de Amazon con drones que despliegan comida por los aires. “Todos los medios que dieron la noticia hablaban sobre la posibilidad de entregar comida a domicilio en dichos drones y no pude evitar imaginar un mundo donde las palomitas de maíz y los refrescos caen del cielo, y la gracia que tiene el fracaso de la innovación”.
Jason Isolini describe a estas intervenciones como performances, a pesar de ser virtuales. “El arte para mí es acción, ya sea porque estés creando una pintura o interviniendo en un espacio público. Por eso el net.art [una forma de arte que utiliza los recursos de la web para la creación de la obra] ciertamente no está excluido”, dice.
Tanto Weckert como Isolini piensan seguir por la línea del artivismo (acrónimo formado por las palabras activista y artista) a través del hackeo de Google Maps. “Todavía hay muchas posibilidades”, dice Isolini. Weckert, por su parte, ya está trabajando en un nuevo proyecto que plantea otra forma de generar tráfico falso en Google Maps. El artista berlinés lo ejemplifica con los jugadores de Pókemon Go, quienes alteran su ubicación para conseguir pokemones más raros. “¿Sería posible hacer esto con 99 smartphones en un mismo cuarto? ¿Colocar su GPS en cualquier parte del mundo que yo elija? ¿En la cima del Monte Everest?”, se pregunta Weckert. Lo sabrá pronto si Google deja de vigilar sus proyectos.
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