Digitalización y competitividad: ¿hacía falta una pandemia?
Desde la crisis de 2008, las políticas de competitividad, industria e I+D en España han sido residuales
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acaba de presentar el Plan de Digitalización de Pymes, el Plan de Digitalización de las Administraciones Públicas y el Plan Nacional de Competencias Digitales. Dichos planes se suman a los ya presentados de Inteligencia Artificial, Conectividad y 5 G, entre otros. Total, una previsión de movilización de más de 15.400 millones de euros en inversiones públicas, financiados por los Fondos Europeos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia.
Vaya por delante que cualquier iniciativa ambiciosa y, aparentemente bien dotada, es bienvenida y necesaria. El mundo que viene será digital o no será. La covid ha situado la ciencia, la tecnología y la innovación en el centro de nuestras vidas. De repente, hemos echado en falta industrias tecnificadas y laboratorios científicos de primer nivel para resolver nuestros problemas económicos y sanitarios. Y hemos agradecido disponer de buenas conexiones y sistemas digitales. La salida de la pandemia inaugurará un mundo de alta competición tecnológica entre el sistema de innovación norteamericano y el sistema de innovación chino, ambos capaces de crear gigantes como Google, Amazon, Huawei o Tencent. Uno de los primeros actos del recién estrenado presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha sido firmar una serie de órdenes ejecutivas para impulsar la manufactura avanzada estadounidense y recuperar la fortaleza industrial perdida ante China (y revitalizar sus clases medias). La crisis sanitaria ha cogido a Europa con el pie cambiado, con una política industrial débil o casi inexistente, un elevado grado de dependencia tecnológica de Asia y EE UU, y los datos de los europeos en manos de compañías americanas. Europa debe encontrar su lugar este parque jurásico de grandes depredadores digitales, que lucharán sin piedad por la supremacía digital global.
En ese contexto se circunscriben las ayudas europeas: un esfuerzo gigantesco por situar al continente a la altura de sus rivales. Y en ese marco de despliegan los planes de competitividad y digitalización en España. Unos planes repletos de buena voluntad, que pretenden apoyar segmentos tan importantes como las pymes, el turismo o las asociaciones empresariales innovadoras (clústeres). Encomiables los objetivos de extender la capacitación digital a lo largo de toda la vida profesional, desde la educación básica al sistema universitario y a la formación continua. Necesarios los programas de ciberseguridad, inteligencia artificial y 5G. Las iniciativas, en conclusión, deben felicitarse, y ofrecen la posibilidad de situar a España donde debía estar.
Y digo donde debía estar (en pasado) porqué debía estar en mucha mejor posición ya antes de la crisis. Los planes presentados significan una gran oportunidad para recuperar el tiempo perdido. Pero también requieren una reflexión autocrítica: ¿debíamos esperar ese flujo de recursos europeos, coyunturales y debidos a un acontecimiento inesperado ―la covid―, para digitalizar nuestros sistemas productivos y administrativos? ¿No teníamos capacidad, estrategia y disciplina para haberlo hecho de forma continua y permanente antes de la pandemia?
España se desconectó de la carrera tecnológica internacional con la crisis de 2008. Desde entonces, las políticas de competitividad, industria e I+D han sido residuales. Y es en esta área de tecnología profunda donde los planes actuales presentan una cierta debilidad: se percibe un foco en la política de absorción tecnológica (apoyos a las empresas y administraciones para que usen tecnología digital), y una cierta debilidad de política de generación de tecnología (mayores inversiones en I+D, mayor esfuerzo en el impulso a las empresas y startups con tecnología propia). Los países que lideren el futuro y prosperen no serán aquellos que usen las tecnologías (eso es un factor higiénico, necesario pero insuficiente), sino aquéllos que las generen y controlen. Y me hubiera gustado también un mayor protagonismo de la industria en los objetivos finales. Una meta prioritaria es conseguir que España se reindustrialice bajo el paradigma de Industria 4.0, un modelo de industria digital, rápida, reconfigurable, competitiva globalmente y conectada a las fuentes de conocimiento.
Xavier Ferràs es Profesor de ESADE
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