Teletrabajo: atentos a la historia
La modernidad actual es el teletrabajo. Sus ventajas se parecen a veces a un caballo de Troya en el que trabajo y vida se fusionan en detrimento de la segunda. ¿El precio de la nueva libertad?
La historia del futuro del trabajo lleva a sus espaldas un sinfín de nuevas eras, refundaciones y cambios de paradigma. Pero esta vez, hay que admitirlo, parece que va algo más en serio. El cambio corre peligro de ser superficial. E incluso de ir en contra de los intereses de muchos, aunque a primera vista parezca lo contrario.
Tras la llegada de la covid, nos hemos limitado a trasladar la oficina a nuestros domicilios. Nuestros improvisados despachos, nuestros horarios y costumbres se han adaptado a las herramientas tecnológicas imperantes. Y no al revés, como sería deseable.
La tecnología facilita el trabajo. O lo condena. La tecnologización de nuestra vida ha ido, por lo general, acompañada de precarización. No es, claro está, un proceso reciente; ni la una es la única causa de la otra. Pero su relación resulta innegable.
Desde California nos llegan modelos importados por Glovo y Uber, en los que “la cultura del éxito y del máximo beneficio se alía con las ventajas de la comodidad”, como explicó recientemente David Trueba en este periódico. “La ciudadanía apoya la precarización laboral porque la considera una condición irreversible de la modernidad”.
Y la modernidad actual es el teletrabajo. Sus ventajas se parecen a veces a un caballo de Troya en el que trabajo y vida se fusionan en detrimento de la segunda. ¿El precio de la nueva libertad? •
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