_
_
_
_

“Cómo la contracultura construyó Silicon Valley”

Tierra de 'hippies' y 'yuppies', San Francisco intenta encontrar las razones de su singularidad

Leslie Berlin y Mitch Altman durante la conferencia.
Leslie Berlin y Mitch Altman durante la conferencia.R. J. C.

Él tenía el pelo con mechas rosas y canas, largo y con la frente descubiertas. Ella, muchos datos y colecciones históricas en su departamento de la universidad. El debate atrajo a lo más granado de Silicon Valley. El título tenía un atractivo innegable: “Cómo la contracultura construyó Silicon Valley”. El Instituto de Estudios Integrales de California juntó hace pocos días a Mitch Altman, uno de los promotores de la creación libre con tecnología, con Leslie Berlin, autora y responsable de los archivos de la historia de Silicon Valley en la universidad de Stanford.

Altman se creó un intercomunicador cuando era niño, para hablar con su hermano. En 1986 lanzó un producto que le hizo saltar a la fama, un pequeño llavero que podía apagar cualquier televisor de entonces. Fue la pesadilla de bares y aulas. “Me enamoré de todo lo que se hablaba en las conferencias de hackers, en el sentido de buscar soluciones rompiendo lo establecido”. Altman cree que ese despertar se dio en la Bahía de San Francisco, en lugar de en París, Nueva York o Chicago, porque había capital, amor por la tecnología, un gran poso cultural y una fuerte preocupación por la seguridad nacional. “San Francisco ha sido, desde la fiebre del oro, el lugar donde venimos los raros, los que no tienen nada que perder. Es el sitio para explorar y probar cosas”, proclamó.

Berlin, más comedida, intentó encontrar los motivos del florecer de esta zona: “Parte del secreto del éxito es que se pasa el testigo. Se comparte la experiencia y a partir de ahí se busca cómo mejorarlo. Buscan perpetuarse”.

A Steve Jobs le ha perseguido la misma acusación, la de copiar la interfaz gráfica de otros. Se dice que él lo vio en PARC, el laboratorio de Xerox, donde ya tenían un ratón, y lo aplicó en su Macintosh. Bill Gates hizo lo propio en Windows a partir del lanzamiento de Apple. Altman cree que acusar de plagio es un juicio demasiado tajante: “Íbamos a clubes con nuestros cables y placas, aprendíamos los unos de los otros o terminábamos el trabajo entre todos. Lo que no se le ocurría a uno, se le ocurría a otro. No es algo tan estricto como la propiedad de ahora”.

Otra de las claves del éxito según los ponentes reside en la forma de encarar los retos. “Estos weirdos (raritos) tomaban riesgos. Muchos eran de fuera de aquí, venían a reinventarse. Salvo Gordon Moore (cofundador de Intel y creador de la Ley de Moore), que es de Pescadero, muchos vinieron atraídos por los contratos de Defensa. Esta era una zona bonita, barata y con buen tiempo. Podía tener un trabajo bien pagado sin haber pasado por la universidad”, dijo el creativo.

Más información
Pedradas y disparos contra los autobuses de Google y Apple
Una chapa interactiva para la solapa: cambia de eslogan cada día
¿Por qué no hay mujeres ponentes en las conferencias de la feria de la electrónica de Las Vegas?

La guerra de Vietnam supuso una golpe interno dentro de la comunidad tecnológica: “En 1968 se comenzó a ver el rechazo. Muchos ya no querían seguir trabajando para proyectos de Defensa. Fue así como empezaron a sentirse más cerca del movimiento hippy, con consejos de empresa en los que se fuma Marihuana, reuniones en saunas o empleados que dejaban negocios para formar parte de Atari, una de las primeras empresas de videojuegos”, dijo la historiadora.

Altman explicó cómo los fondos de procedencia estatal generaban un dilema adicional, el de la propiedad intelectual y las patentes: “Esto se ve ya en Apple. Woz (Steve Wozniak, cofundador) quería hacer todo abierto. Muchos aquí querían dar acceso a la información y eran idealistas, pero si tu proyecto lo financiaba Defensa, no se podía”. En su opinión, hoy se vive un momento parecido: “[Edward] Snowden apunta en esa dirección. Nos avisa de cómo corporaciones ceden información al gobiernos”.

También se habló de drogas, de su uso tanto recreativo como experimental para llevar la capacidad productiva y creativa al máximo. “Es difícil medir el impacto porque ya era gente muy capaz e inteligente la que comenzó a experimentar y los que se suman hoy. ¿Lo hubieran hecho sin el estímulo? No lo sé. También se puede pensar lo contrario, que lo consiguieron a pesar de los efectos”, remató el promotor de łos Maker Space esparcidos por todo el mundo. Berlin aportó su opinión: “En parte es una de las leyendas alimentadas por la Costa Este, que exageró mucho con lo que se decía que pasaba en Xerox y Berkeley, se creen que aquí solo comen tofu. Se ríen del cliché, de la anécdota pero no ven han cambiado el mundo”.

Todos salimos con las mismas dudas que antes del encuentro, pero mereció la pena escuchar reflexiones de los orígenes de este faro que marca las tendencias en todo el mundo, que crea productos de impacto en generaciones y que crea oportunidades económicas inesperadas. Basta con citar la AppStore como ejemplo de generación de negocio que hace 10 años no existía.

Allí estuvieron algunos españoles especialmente inquietos en lo tecnológico e intelectual, Antonio Marzo y dos de los habitantes de lo que fue la embajada informal, Villa Maravilla, Christian García Almenar, experto en seguridad de día, buscador de nexos entre Burning Man y fallas en su tiempo de ocio, y el diseñador Álvaro Domínguez de Luna.

Altman se despidió marcando el comienzo de una nueva época y un canto a Silicon Valley: “¿Quién dejaría atrás su vida por una pepita de oro? Los que vinieron aquí. Aquí se viene a buscar una nueva vida, aquí vienen los que ven soluciones en lugar de problemas. Tengo mucha curiosidad por todo lo que se va a crear a partir del bitcoin”.

Síguenos en Twitter y en Flipboard

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_