El dron que juega al ping pong llegará muy lejos
Un nuevo modelo de drones 'inteligentes' prescinde del control remoto; en un futuro se aventurarán a trabajar a distancia y ayudar en el rescate de víctimas de terremotos
Por definición, todos los drones son ligeros en fondo y en forma a propósito. En la forma, porque así surcan con más facilidad los cielos. En el fondo, porque también tienen que ahorrar en consumo de energía: su cerebro suele quedarse en tierra para, desde ahí, enviarle al aparato volador las instrucciones necesarias. El problema es que este esquema confía en que siempre haya una buena calidad de conexión entre el dron y su base. Cuando hay que enviarlo muy lejos o cuando esa conectividad falla, más vale que el aparato lleve su cerebro a bordo, aun con las pegas que eso supone: más peso, menos agilidad y mayor consumo de energía.
Los creadores escogieron un dron ya existente, un IRIS+, para tunearlo a fondo
Para demostrar que se puede cuadrar el círculo, a un equipo de investigadores de IBM en Estados Unidos no se le ha ocurrido mejor idea que poner uno de estos drones inteligentes a jugar al tenis de mesa. "Ojo, que el objetivo de este proyecto no es solo jugar al ping pong", advierte tan pronto como se le refiere el deporte el investigador Hendrik Hamann desde su despacho en Yorktown Heights (Nueva York). Se fijaron en el ping pong porque les ofrecía "un banco de pruebas muy interesante" para probar que los drones con inteligencia a bordo pueden ser una realidad. Hamann, director del grupo de analítica física del laboratorio Watson IBM Research, confía en que sirvan para explorar zonas remotas o llevar a cabo operaciones de búsqueda y rescate.
El investigador escogió un dron ya existente, un IRIS+, para tunearlo a fondo: "Reprogramamos la placa del procesador, instalamos placas de Raspberry Pi (un ordenador de placa reducida usado en clases de secundaria) para el procesamiento a bordo, y una serie de cámaras para dotarlo de un sistema de visión, además de sensores ultrasónicos y unos beacons luminosos (una especie de balizas que emiten señales) para ayudarnos a seguirlo". El experto repara en que en la lista falta algo y añade enseguida: "Bueno, ¡y una pala de ping pong, claro!". El experimento aparece recogido en un artículo presentado en la conferencia de diseño de ordenadores de la IEEE, la mayor asociación mundial de ingenieros de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones.
Lo más difícil no ha sido entrenar al dron, sino dotarlo de un sistema de visión independiente para que navegue por derecho propio. "Estamos todavía mejorándolo. Nos ha llevado meses trabajar en ese aspecto. Mientras, nos servíamos de un sistema que simulaba un GPS [basado en Kinect] para saber dónde estaba exactamente el dron a cada momento". Ese sistema, una vez mejorado, es el que permitirá que el dron deje su espacio de confort, la mesa de ping pong, para aventurarse en zonas peligrosas o inaccesibles para los humanos. "Una de sus futuras posibilidades será evaluar los daños tras un terremoto y guiar a los equipos de rescate", avanza esperanzado Hamann. Por si le da por marcharse a la aventura antes de tiempo, un cable mantiene atado en corto el aparato y restringe sus movimientos al pequeño espacio de la mesa.
De momento, a esa mesa y al deporte de las palas también tiene fijado el dron su destino: "Estamos mejorando el tiempo de respuesta del aparato para que pueda jugar más rápido. También el sistema que le permite seguir la bola de ping pong y predecir su trayectoria", señala Hamman.
¿Se han planteado enfrentar a dos drones como antesala de unas olimpiadas robot? "Para poner a jugar a un dron contra otro primero tenemos que mejorar sus sistemas". Como ya están a ello, se puede interpretar la respuesta del ingeniero como un "todavía no".
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