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Un bloguero populista reta a la cúpula china

El periodista Zhu Ruifeng lleva una campaña independiente contra la corrupción de los políticos del país

Con cinco teléfonos móviles sonando constantemente no resulta fácil hoy en día captar la atención de Zhu Ruifeng, un periodista chino cuya campaña independiente contra la corrupción le ha granjeado unos elogios reservados a las estrellas del pop y ha hecho que un escalofrío recorra a la jerarquía china.

“Silencio, estoy hablando con la BBC por teléfono”, decía recientemente, haciendo callar a sus seguidores y a los periodistas en la librería donde ofrece sus opiniones la mayoría de los días.

Zhu, antiguo trabajador inmigrante con estudios de bachillerato, se ha convertido de la noche a la mañana en una celebridad en China desde que publicó hace dos meses un vídeo grabado en secreto de una joven de 18 años manteniendo relaciones sexuales con un funcionario de 57 de la ciudad de Chong-qing, en el suroeste de China. El funcionario perdió su trabajo. Zhu consiguió un millón de nuevos seguidores en su microblog.

Zhu promete hacer públicos seis vídeos sexuales más que pronostica incomodarán a otros tantos funcionarios. “Estoy librando una guerra”, asegura. “Aunque me den una paliza de muerte, no revelaré mis fuentes y tampoco entregaré los vídeos”.

“Antes, cuando alguien tenía un problema, decíamos que acudiera a la policía. Ahora les aconsejamos que acuda a los ciudadanos de Internet”

Como era de esperar, Zhu, de 43 años, se ha ganado enemigos dentro del Gobierno. En enero, se presentaron en su apartamento cinco hombres con tarjetas de identificación de la seguridad del Estado. Mientras vociferaban desde el otro lado de su puerta cerrada, llamó a periodistas extranjeros, mandó mensajes de texto a sus abogados y envió un SOS electrónico a las multitudes. Se marcharon después de que aceptase presentarse en comisaría para ser interrogado.

Al día siguiente, al salir de la comisaría contó a los seguidores que le esperaban cómo había burlado a los agentes durante las siete horas de interrogatorio. “Les reté a que me encarcelasen y luego a que imaginaran cuántos premios de derechos humanos y de periodismo iba a ganar”, se jactaba.

Su comportamiento altanero y su colérica indignación han llegado a encarnar la furia popular ante las irregularidades de los funcionarios que han proliferado al mismo ritmo desenfrenado que la economía china.

Al no tener credenciales de periodista, Zhu se rodea de redactores y seguidores, con la esperanza de que así disminuya la posibilidad de desaparecer en el agujero negro del aparato de la seguridad del Estado. “Aquí, en suelo chino, a los periodistas ciudadanos como él les resulta casi imposible sobrevivir mucho tiempo”, señala Zhan Jiang, experto en medios de comunicación de la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín.

En principio, los objetivos de Zhu encajan con los de Xi Jinping, el nuevo líder del Partido Comunista. Xi ha censurado la corrupción, y ha advertido de que los funcionarios deberían ser llevados ante la justicia. Los resultados han sido mínimos, pero las denuncias de Xi han impulsado a los buscadores de escándalos como Zhu a aprovechar el momento. Las revelaciones empiezan a menudo con alguna información de una amante rechazada o de algún colega confabulado con ella, y acaban con una revelación en Internet.

Los ciudadanos normales y corrientes han llegado a depender de la Red para imponer un castigo justo, aunque a menudo equivalga a la justicia del populacho, indica Zhu. “Antes, cuando alguien tenía un problema, decíamos que acudiera a la policía”, afirma. “Ahora, cuando alguien tiene un problema, les aconsejamos que acuda a los ciudadanos de Internet”.

La reciente fama de Zhu ha atraído a detractores, entre los que se incluyen algunos periodistas chinos que critican sus ansias de darse publicidad y cuestionan su fuente de financiación. La insinuación de que Zhu tiene algo que ocultar se ha vuelto tan insistente que llamó por teléfono a un periodista para facilitar un desglose de sus finanzas. Dice que una gran parte de sus ingresos procede de investigaciones realizadas para medios de comunicación extranjeros o de donaciones de partidarios adinerados.

Zhu confiesa que su pasión por enfrentarse a la corrupción se remonta a la década que pasó trabajando duramente como mezclador de cemento y como vendedor de zapatos en la provincia de Henan, donde se crio. En 2001, después de invertir en un pequeño hotel en Xinxiang, lo perdió casi todo cuando el Gobierno local expropió y demolió la propiedad. No consiguió nada con su demanda para obtener una compensación. “Fue entonces cuando descubrí que los tribunales también mienten”, señala.

Por el momento, parece que existen discrepancias en el partido. La agencia estatal de noticias, Xinhua, publicó recientemente un artículo relativamente halagador sobre su altercado con los agentes estatales.

Pero la fama se ha cobrado un precio en su vida personal. Dice que su mujer, oficial del Ejército de Liberación del Pueblo, ha sido acosada por las autoridades, que la han amenazado con transferirla a una parte remota del país a menos que él ponga fin a su cruzada. A finales de enero, Zhu presentó una demanda de divorcio. Dice que era la única manera de proteger a su esposa, pero también admite que los dos habían llegado a ver el mundo de forma diferente. “Ella ama su uniforme; ama el partido”, asegura. “Supongo que quiere al partido más de lo que me quiere a mí”.

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