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Rusia mete baza en el negocio de los satélites

Los días de su guerra fría tal vez hayan pasado, pero Rusia y Estados Unidos están enzarzados en otra batalla, en esta ocasión un enfrentamiento tecnológico por el monopolio estadounidense de la navegación por satélite.

Según las autoridades moscovitas, la agencia espacial rusa tiene previsto lanzar a finales de año ocho satélites de navegación que prácticamente completarán el sistema del país, llamado Glonass, acrónimo de Global Navigation Satellite System [Sistema Global de Navegación por Satélite].

El plan es que el sistema empiece a funcionar sobre territorio ruso y partes adyacentes de Europa y Asia, y en 2009 abarque todo el mundo, para competir con el Global Positioning System [GPS] de Estados Unidos. Pero Rusia no es el único país que intenta romper el monopolio estadounidense en tecnología de navegación.

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China ya ha lanzado satélites para crear su propio sistema, llamado Baidu. Y la Unión Europea también ha empezado a desarrollar un sistema rival, Galileo, aunque el proyecto se ha paralizado porque los contratistas privados dudan de su potencial para generar beneficios.

El sistema ruso es el más adelantado, financiado con los ingresos que el Estado obtiene del petróleo. Lo que impulsa en parte la batalla tecnológica es la posibilidad de dar a la navegación por satélite muchos más usos de los que la mayoría conocemos: proporcionar instrucciones de conducción a los viajeros. Sectores tan dispares como la agricultura y la banca lo están integrando en su funcionamiento.

La navegación por satélite puede proporcionar una plataforma para servicios como publicidad específica, con direcciones que aparecen en las pantallas del móvil cuando un usuario camina, por ejemplo, cerca de un Starbucks o un McDonald's.

Las ventas de dispositivos GPS se están disparando. El mercado mundial de aparatos alcanzó los 11.000 millones de euros en 2006, de acuerdo con el GPS Industry Council, un grupo sectorial de Washington, y se está expandiendo a un ritmo del 25-30% anual.

Pero la batalla por el control de la tecnología de navegación también oculta el temor a que Estados Unidos pueda aprovechar su monopolio —a fin de cuentas, el ejército desarrolló y controla el sistema— para apagar las señales en tiempos de crisis. "Dentro de unos años, la actividad empresarial sin una señal de navegación será inconcebible", comenta Andrei G. Ionin, analista aeroespacial que trabaja en el Centro para Análisis de Estrategias y Tecnologías, ligado al Ministerio de Defensa ruso.

"Todo lo que se mueve —aviones, trenes, yates, personas, cohetes, animales valiosos y mascotas preferidas— usará una señal de navegación". Cuando eso ocurra, los países que prefieran depender sólo del GPS, dice, caerán en una "trampa geopolítica" de dominio estadounidense de una importante infraestructura de la era de Internet.

Estados Unidos podría en teoría negar señales de navegación a países como Irán y Corea del Norte, no sólo en tiempos de guerra, sino como forma de sanción económica de alta tecnología capaz de distorsionar redes energéticas, sistemas bancarios y otros sectores, opina.

La política declarada del Gobierno estadounidense es la de proporcionar señales sin interrupción a todo el mundo. Naturalmente, el proyecto de Rusia tiene consecuencias para los ejércitos de todo el mundo al proporcionar un sistema de navegación no controlado por el Pentágono, lo cual complementa la política exterior cada vez más enérgica de Moscú.

Según los expertos y los ejecutivos del sector, el sistema ruso también está calculado para influir en la industria de aparatos de navegación para particulares, un sector en rápida expansión, al prometer una ligera ventaja técnica sobre la disposición exclusiva del GPS. Los aparatos que recibiesen señal de ambos sistemas serían presumiblemente más fiables.

El presidente Vladimir V. Putin, que a menudo habla del Glonass y de sus posibilidades, ha animado a sus científicos a hacer un producto asequible y de fácil manejo. "La red debe ser impecable, mejor que la del GPS, y más barata, si queremos que los clientes escojan el Glonass", comentaba Putin en una reunión gubernamental sobre el sistemacelebrada en marzo. "Sabéis cuánto me interesa el Glonass".

Para funcionar en todo el mundo, un sistema necesita un mínimo de 24 satélites, el número de los que dispone el GPS, sin contar los recambios en órbita. Un receptor debe estar en la línea de visión de al menos tres satélites en todo momento para triangular una posición exacta. Para calcular la altitud, se necesita un cuarto satélite. A medida que los competidores introducen sistemas, los aparatos capaces de recibir señales distintas al GPS estarán con más frecuencia en la línea de visión de tres o más satélites.

Jeremy D. Ludwig afirma que estaría dispuesto a pagar más por un aparato equipado con un procesador capaz de detectar las señales de navegación rusas. Recuerda un viaje reciente por Colorado, cuando se encontró con que el GPS de su Blackberry había perdido inexplicablemente la señal, justo cuando él quería saber qué salida tomar de la autopista a Denver. "Si no sabes qué salida tomar, ya estás perdido", comentaba Ludwig, estudiante de arte, en una entrevista telefónica desde Colorado Springs.

Ésa es la actitud con la que cuenta Rusia, aunque también intenta fabricar sus propios receptores para particulares, hasta el momento sin mucho éxito. Garmin, el mayor fabricante estadounidense de navegadores por satélite, tiene más del 50% del mercado estadounidense, pero aún no ha adoptado una postura respecto al Glonass. "Estamos esperando", declara Jessica Myers, una de sus portavoces.

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