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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La WWW según su Inventor

Bill Clinton manifestaba ante el Congreso, en su discurso sobre el Estado de la Unión de 1998: "Deberíamos hacer posible que todo el mundo explorase todas las posibilidades del ciberespacio. Piensen en esto: la primera vez que pronuncié ante ustedes un discurso sobre el Estado de la Unión, solamente un puñado de físicos utilizaban la World Wide Web, literalmente un puñado de personas. Ahora, en las escuelas, en las bibliotecas, casas y oficinas, millones y millones de americanos surcan la red todos los días".

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Tim Berners Lee, creador de la World Wide Web

"Un puñado de físicos", decía Clinton. Y era verdad. Un puñado de físicos en un campo, el de la física de altas energías, en el que se llevan a cabo experimentos que involucran a grupos de, con frecuencia, cientos de personas, no necesariamente residentes en el mismo lugar, y que, consecuentemente, sienten con especial virulencia cualquier problema que dificulte, retrase simplemente, la comunicación entre ellos. Precisamente como una solución ante esta dificultad, un graduado en Física de la Universidad de Oxford, Tim Berners-Lee, propuso en 1989 la idea de la WWW.

Es cierto que por entonces ya existía Internet, una red de redes global por medio de la cual se comunican los ordenadores enviando información, que fue iniciada a finales de la década de los sesenta por el departamento de Defensa de Estados Unidos, que deseaba desarrollar una red de comunicaciones que pudiese sobrevivir a una guerra nuclear, pero ni estaba todavía implantada en Europa (fue en 1989 cuando el CERN, un centro europeo de investigación en física de altas energías, abrió sus primeras conexiones externas a Internet), ni estaba libre de serios problemas (aunque se había inventado ya el correo electrónico, éste no formaba un espacio en el que la información pudiera existir permanentemente y se pudiera acceder a ella).

La WWW fue una respuesta a esos problemas. Y fue precisamente mientras trabajaba para el CERN, sensibilizado ante los problemas de comunicación, mantenimiento y actualización de información que este organismo padecía, cuando Berners-Lee la inventó. El progreso fue lento al principio, pero la red creció de forma explosiva después de que Mark Andreesen y sus colegas en el National Center for Supercomputing Applications de la Universidad de Illinois creasen el navegador Mosaic que podía mostrar no sólo textos sino también gráficos y formas interactivas.

Y Berners-Lee ya se dio cuenta en su primera propuesta que la solución que proponía no afectaba únicamente al laboratorio de altas energías de Ginebra: "Los problemas de pérdida de información pueden ser especialmente graves para el CERN, pero en este caso (como en algunos otros), el CERN es un modelo en miniatura de cómo será el resto del mundo dentro de unos cuantos años. El CERN se encuentra ahora con problemas a los que el resto del mundo tendrá pronto que enfrentarse".

Tejiendo la red, que Berners-Lee ha escrito con la ayuda de Mark Fischetti, explica estas cosas y muchas más. En modo alguno se centra exclusivamente en la relación de la WWW con el CERN; de hecho, hace tiempo que Berners-Lee no trabaja en esta institución: es director del consorcio World Wide Web y trabaja en el Laboratorio de Ciencias Informáticas del Massachusetts Institute of Technology, y sus puntos de vista sobre la red van más allá de lo meramente técnico o comercial (él nunca quiso explotar económicamente los derechos de invención que le pudiesen corresponder), extendiéndose por cuestiones del tipo de cómo puede ser el futuro que la aguarda.

Se trata de un libro que algunos lectores - seguramente cada vez menos - pueden encontrar en ciertos momentos un tanto engorroso, no agraciado con un estilo literario fácil ni hermoso; no incorrecto, simplemente poco agraciado. No es, ciertamente, una novela, ni un ensayo filosófico, ni siquiera estrictamente un texto de divulgación. Sí, y aunque sea difícil de clasificar, una obra cuyos contenidos tienen que ver, profundamente, con el mundo en que vivimos, y, aún mucho más, con aquél en el que pronto viviremos.

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