La desigualdad territorial en las ayudas a la acogida familiar: 120 euros mensuales en Murcia y 616 en Navarra
El coste medio de la crianza de un niño en España asciende a 672 euros, por lo que ninguna de las comunidades autónomas está proporcionando el apoyo económico suficiente a las familias acogedoras, según un informe de la Cruz Roja
“Los padres biológicos son los padres porque te parieron, pero padre es el que te cría, no el que te hace. Ayuda, protección, cariño, tu guía. Si vives con unos padres que no te saben cuidar, no tienes todo lo necesario”, cuenta Joel, de 13 años. Sus padres tienen problemas de adicción, y él y sus cuatro hermanos crecieron expuestos al riesgo y al abandono. Sus derechos no estaban cubiertos, hasta que los servicios de menores les retiraron la tutela a sus progenitores para llevarlos a vivir a un centro residencial y luego les encontraron una familia de acogida. Joel y sus hermanos son cinco de los 18.892 menores de edad en acogimiento familiar —según los datos más recientes del Ministerio de Derechos Sociales—, frente a las 17.008 que estaban en acogimiento residencial, en centros especializados.
El acogimiento familiar es una alternativa de cuidados para niños, niñas y adolescentes que se encuentran en situación de desamparo, con el fin de proporcionarles un entorno casero estable cuando las circunstancias les impiden desarrollar su vida con la familia de origen. Aunque debe priorizarse frente al residencial, es una medida de protección de la infancia que es competencia legislativa de las comunidades autónomas, entre las cuales se constatan grandes desigualdades, de acuerdo con un estudio de la Cruz Roja sobre la evolución de esta alternativa en España que se ha publicado este jueves.
Así, el apoyo económico que la administración pública presta a las familias para un acogimiento simple oscila entre los 120 euros al mes en la región de Murcia y los 616 euros en la Comunidad Foral de Navarra. En Castilla La Mancha, la remuneración mensual es de 570 euros, mientras que en Madrid es de 216. Para acogimientos especializados —aquellos en los que los menores tienen problemas de conducta o de salud mental—, la horquilla va desde los 393 euros de La Rioja hasta los 1.020 de la Comunidad Valenciana. Con la estimación de que el coste de la crianza de un niño o niña en España asciende a 672 euros por mes, ninguna de las comunidades autónomas está proporcionando el apoyo económico suficiente a las familias acogedoras para cubrir los costes de la crianza, reza el estudio.
La voz de los actores implicados
“El acogimiento familiar no debería ser gravoso económicamente, no debería hacer mella en la economía de la familia, pero la hace, pues las familias asumen los gastos del niño como si fueran propios, y esto no debería ser así”, denuncia Carlos Chana, responsable del Programa de Infancia y Restablecimiento del Contacto Familiar en Cruz Roja. Según el estudio, las familias opinan que son insuficientes las ayudas para los costes de la crianza, a los que se suman costes extraordinarios para cubrir necesidades específicas. Además, reclaman más información, sobre la historia, pero también sobre el futuro de los niños, para acompañar y dar una respuesta más adecuada y para gestionar bien los duelos y las separaciones.
“La primera vez vino mi madre de acogida y hablé de bastantes cosas con ella y me cayó bien. En la segunda visita vinieron mis dos hermanos mayores. Y luego llegó el día de irse, me fui y ya nunca más supe nada de ese centro. Voy a hacer ahora tres años con esta familia (...)”, relata en ese informe el joven Joel, cuya opinión sobre el acogimiento es muy positiva. En general, los niños de acogida están contentos con el cambio que ha supuesto en sus vidas poder tener sus necesidades materiales y afectivas cubiertas, especialmente relevante entre quienes han vivido en centros residenciales, según el estudio.
Chana, de Cruz Roja, prosigue: “Disponer de padres y madres de acogida es algo reparador para estos niños que han sufrido desamparo, en clave de integración comunitaria, de establecimiento de rutinas, de creación de afectos. Sin embargo, esta modalidad de cuidado debe tratarse siempre teniendo en cuenta el conflicto de lealtades. Tiene que ser complementaria, nunca suplementaria”. En su opinión, “para los niños de acogida, es muy importante que se tenga en cuenta y se favorezca la preservación de sus orígenes y que se les ayude y acompañe en las relaciones que mantengan con sus familias de origen”. Además, “no hay que olvidarse de los hijos biológicos de las familias de acogida, que tendrán que compartir habitación, juguetes y la atención de sus padres”, añade.
El proceso de acogimiento familiar
Antes de que un niño, niña o adolescente sea separado de su familia de origen, se verifica de manera objetiva la constatación de situación de desamparo, es decir, que no estén cubiertos sus derechos. El primer paso es la creación de un plan de intervención familiar; cuando este falla, se busca la acogida en la red de familia extensa (abuelos, tíos u otros familiares directos). Si esto no fuera posible, se busca una familia externa, analizando cualitativamente y de manera individualizada cuál es la mejor para cada niño, trabajando su acomodación y acoplamiento y asegurando su seguimiento y apoyo.
Hay variedad de motivaciones para acoger a niños en situación de desamparo, según el informe. Prevalece una gran sensibilidad hacia los problemas de la infancia y vocación por la justicia social. El testimonio de Carmen, de Almería, lo confirma: “Nosotros no tenemos hijos biológicos y yo trabajo en el área de mujer, y en la planta de arriba está el área de Servicios Sociales. Viví en directo la retirada de un menor y se me quedaron marcados los ojillos de ese niño cuando lo retiraron. Y eso me hizo... Estuvimos pensando si la adopción o el acogimiento y nos decidimos por el acogimiento”.
También el de Marta, de Almería: “Acogimos a dos hermanas que tenían en aquel entonces seis y 12 años, hace casi ya cuatro años, la mayor tiene ahora 16 años. La motivación era darles una familia y bueno, nosotros también, ser una familia todos. No podíamos ser padres biológicos, pero no queríamos adoptar porque nos dimos cuenta de que los niños adoptivos salen más, pero niños de acogida no salían. Porque no querían niños institucionalizados, que habían pasado seis o siete años en un centro de menores o que tenían visitas con sus familiares. Nosotros sí”.
Aunque el porcentaje de resoluciones de idoneidad de las familias que se ofrecen como acogedoras es altísimo (92,8%), no todas las familias son idóneas para asumir este proceso. “El acompañamiento y el soporte es fundamental en este proceso para todas las partes”, asegura Chana. “Es imprescindible cuidar la tención psicológica con el niño y con la familia, que se enfrenta a un doble reto: el propio de la crianza y el de afrontar e intentar paliar las consecuencias que ha tenido la exposición del niño al desamparo”, concluye.
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