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Mascarillas en farmacias y centros sanitarios: ¿ha llegado el momento de levantar la última restricción de la pandemia?

Portugal acaba de suprimir la obligatoriedad, mientras el Ministerio de Sanidad defiende en España el uso de cubrebocas como norma general “independientemente de que haya covid o no”

Mascarillas
Uso de mascarilla en el interior de una farmacia del centro de Madrid.Claudio Álvarez
Pablo Linde

En una farmacia de Madrid, el cliente frena en seco en la entrada. Ve a la dependienta con la mascarilla puesta y recuerda que se le ha olvidado la suya. Desde el mostrador, la boticaria le hace con la mano una señal para que entre: “Adelante, no pasa nada”. “Cada vez más clientes vienen sin ella y no vamos a dejar de atenderlos a todos”, justifica pidiendo anonimato. Lo hace porque, técnicamente, está incumpliendo el Real Decreto 65/2023, de 7 de febrero, que estipula que todavía es obligatorio llevar el cubrebocas en centros sanitarios, sociosanitarios (los trabajadores y visitantes) y oficinas de farmacia. La utilidad de la medida, último reducto de la pandemia y cuyo seguimiento se va diluyendo con el paso del tiempo, es cada vez más cuestionada. Portugal, que mantenía hasta ahora una norma similar, acaba de eliminarla.

Un artículo de opinión en la revista científica Annals of Internal Medicine, firmado por ocho expertos en enfermedades infecciosas de algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, pedían este martes acabar con ella, bajo el título Uso universal de la mascarilla en centros sanitarios: una estrategia pandémica cuyo tiempo ha terminado, por ahora.

Consideran que las mascarillas fueron “críticas” para proteger a la población en un contexto de inmunidad limitada, escasa capacidad para hacer pruebas y falta de medicamentos, como las vacunas. Pero creen que con la situación actual ya no tiene sentido mantenerlas en los centros sanitarios de forma generalizada, sin tener en cuenta otras variantes: “Los requisitos de uso de las mascarillas en la atención médica han continuado durante más tiempo que en la comunidad, porque estos entornos tienen una mayor proporción de personas con alto riesgo de complicaciones de infección. Sin embargo, el contexto y las condiciones de la pandemia han cambiado radical y favorablemente desde que se adoptaron inicialmente estos requisitos, y la política de salud pública basada en evidencia también debe adaptarse en respuesta”.

Los firmantes reconocen que puede evitar algunos contagios en este tipo de dependencias, pero apuntan que esto tiene costes: “Las mascarillas impiden la comunicación, una barrera que se impacta de manera desigual en los pacientes, como aquellos para quienes el inglés no es su idioma materno y los que tienen problemas de audición y dependen de la lectura de labios y otras señales no verbales. El aumento del esfuerzo auditivo que se requiere cuando se usan máscaras en los encuentros clínicos se asocia con una mayor carga cognitiva para los pacientes y los médicos. Las máscaras oscurecen la expresión facial, contribuyen a sentimientos de aislamiento; e impactan negativamente la conexión humana, la confianza y la percepción de empatía”.

Aunque la situación en Estados Unidos (y la controversia con la mascarilla) no es idéntica a la española, el debate está abierto, y es fácil encontrar a médicos con posturas a favor y en contra. La respuesta no es fácil, en opinión de Pedro Gullón, de la Sociedad Española de Epidemiología: “Los entornos sanitarios son de mucho riesgo y no tengo claro si debería mantenerse para épocas de gripe o virus respiratorios. Tengo dudas tanto para el sí como para el no. Parece muy buena idea de primeras, porque son sitios donde es fácil de implantar y el seguimiento puede ser bueno, pero la relación médico paciente puede complicarse, como dice el artículo. Las evaluaciones empíricas de su utilidad son complicadas de hacer, así que es una medida difícil de evaluar”.

“Independientemente de que haya covid”

Preguntado por EL PAÍS sobre la posibilidad de revisar la norma en España, el Ministerio de Sanidad responde: “Se debe de tratar de usar las mascarillas en centros y servicios sanitarios como norma general, independientemente de que haya covid o no y que a partir de ahí se pueden hacer excepciones o valorar situaciones particulares. En todo caso, en esta cuestión, para la toma de decisiones, la Ponencia de Alertas tiene claro que debe primar el beneficio para los pacientes”.

En Portugal ha entrado en vigor esta semana la derogación de la norma que obligaba a llevarla en centros sanitarios y residencias. La normativa, publicada el martes en el Diario de la República, reconoce que el uso de la mascarilla “continúa siendo una importante medida de prevención” de contagio, pero “se considera oportuno cesar en la obligatoriedad” de utilizarla en los citados entornos. El Gobierno luso levanta así la última restricción sanitaria que seguía en vigor con motivo de la covid, si bien sigue recomendando el cubrebocas para personas vulnerables en situaciones de riesgo.

Desde que comenzó la pandemia, algunos especialistas en salud pública la vieron como una oportunidad para concienciar a la población sobre una buena utilización de esta herramienta, que fuera un recurso que emplear en adelante en población vulnerable que vaya a espacios de riesgo en épocas de alta transmisión, para aquellas personas sanas que tienen síntomas de alguna infección respiratoria (tos, estornudos...) o en los propios hospitales como medida de precaución. En definitiva, alejarse de la dicotomía mascarillas obligatorias siempre o nunca, y amoldarlas a circunstancias, personas y momentos concretos.

Rafael M. Ortí Lucas, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempsph), opina que es momento de analizar las situaciones concretas donde sí puede ser útil, en lugar de mantener el uso generalizado. “Lo que hay que hacer es establecer criterios, actualizar protocolos y usarlos de manera estricta, pero todo en el ámbito sanitario. Ahora tiene poco sentido que en ámbitos administrativos, en despachos, que donde no hay pacientes, tengamos que comportarnos de manera diferente que, por ejemplo, en un tren”, sostiene Ortí Lucas, quien cree que en otros ambientes sanitarios sí se debería mantener: ”Bien porque trabajas con vulnerables, pacientes en aislamientos con los que está indicado, con covid u otras enfermedades... En una consulta de infecciosas, por ejemplo, el personal tendría que llevarlas siempre, pero igual en la sala de espera de traumatología, no”.

¿Y qué hay de las farmacias? No es raro que hagan la vista gorda cuando el cliente no la lleva, como la que iniciaba este artículo. En otras es frecuente que los dependientes se acerquen a la puerta a dispensar los medicamentos y a cobrar para no infringir la ley. El Consejo General de Colegios Farmacéuticos responde que aunque “afortunadamente” la situación no es la de hace un año, es necesario seguir todavía alerta. “En especial en todos los centros sanitarios y establecimientos sanitarios, incluidas las farmacias, ya que todavía vemos a diario casos positivos y sospechosos. En este sentido, y como establecimientos sanitarios, desde la red de farmacias seguiremos los parámetros e indicaciones de las autoridades sanitarias competentes en este tema, como siempre lo hemos hecho”, señala un portavoz.


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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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