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Inteligencia artificial
Tribuna
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ChatGPT y el método socrático

La inteligencia artificial se incorporará también al aula, porque ninguna tecnología que sea útil ha dejado de utilizarse

Milagros Pérez Oliva
Inteligencia artificial ChatGPT
Un usuario consulta en su móvil la web de GPT.Gabby Jones (Bloomberg)

Mientras los docentes se esfuerzan por desarrollar métodos de enseñanza capaces de incorporar las nuevas tecnologías y capturar la atención de unos alumnos cada vez más saturados de estímulos, la tecnología avanza a una velocidad que deja obsoletas las innovaciones antes incluso de que lleguen a implantarse. El pasado 30 de noviembre la compañía Open AI, creada en 2015, lanzó al mundo su ChatGPT, un sistema de inteligencia artificial basado en los modelos neuronales del lenguaje, capaz de hacer de forma autónoma y en cuestión de segundos un resumen perfecto de un informe, traducir un texto, construir un soneto, redactar una noticia o crear un cuento.

Esta nueva herramienta ha generado grandes expectativas. En cinco días logró más de un millón de usuarios y está siendo la gran novedad tecnológica de este año. Las prestaciones que ofrece suponen un salto más disruptivo del que en su momento fueron los motores de búsqueda. El acceso rápido a cualquier información depositada en la red permitió un gran salto en todos los trabajos relacionado con el conocimiento. ChatGPT va más allá. No se limita a ofrecer, como hace Google, una relación de accesos a webs y datos que luego hay que valorar, ordenar, relacionar e interpretar. La propia herramienta hace ese trabajo.

Es cierto que todavía tiene importantes limitaciones, entre ellas que no es capaz de distinguir lo que es verdadero de lo que es falso, si está bien presentado, y que la información que ahora maneja es la producida hasta 2021, pero como recordaba el investigador Michael Wooldridge, del Instituto Alan Turing de Londres, harían falta mil vidas humanas para poder leer todos los textos que tiene introducidos en el sistema. Si en sus primeros pasos ofrece unos resultados tan espectaculares, en un lenguaje tan natural, qué no será cuando tenga acceso a la última información disponible en la red y mejore sus programas de autoaprendizaje.

Todo esto va a tener un impacto enorme en todos los ámbitos relacionados con el conocimiento, pero especialmente en el aula. En los procesos de aprendizaje. Si disponemos de calculadora, ¿para qué aprender a dividir o dedicar tiempo a hacer ejercicios de cálculo? Con el ChatGPT se planteará el mismo viejo dilema, pero aplicado a todo lo que se puede aprender. Hasta ahora, el reto de los docentes era enseñar a los alumnos a buscar en Internet. A discernir entre las fuentes fiables de las que no lo son. A saber interpretar los datos obtenidos y utilizarlos de forma rigurosa y creativa.

Cualquier profesor puede ahora averiguar si el trabajo de un alumno es un mero corta y pega. Basta con hacer una búsqueda en Google para descubrir un plagio. Con ChatGPT va a ser prácticamente imposible discernir de dónde procede la información. Porque todo lo que crea es un trabajo original… hecho a demanda. Y puede utilizar el lenguaje de una forma más precisa, rápida y con más gracia que muchos estudiantes. Y con el tiempo, podrá hacerlo también de forma más creativa.

Todo esto simplifica el acceso a la información, pero complica la enseñanza y el aprendizaje. Al final, la inteligencia artificial se incorporará también al aula, porque ninguna tecnología que sea útil ha dejado de utilizarse. Pero habrá que saber manejarla y es posible que al final del camino, todas estas innovaciones nos conduzcan, paradójicamente, de vuelta a la oralidad. Será la única forma de evaluar. Que el alumno utilice las herramientas que quiera y pueda para buscar la información, pero que sea capaz de explicar el resultado. En persona y de viva voz. Eso llevará a poner más énfasis en la pregunta y en las consecuencias de la respuesta, que en la tecnología. Se trata de incorporar la inteligencia artificial en el aula como una extensión de nuestro cerebro, y utilizar la propia inteligencia, como siempre, para cuestionar las respuestas y resolver los dilemas que se nos presenten. Larga vida al método socrático.

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