Paxlovid: el fármaco contra la covid que ha costado más de 160 millones y casi no se usa
Pfizer anunció que su medicamento podría reducir en un 89% las hospitalizaciones de los pacientes de más riesgo, pero los médicos en España son reacios a recetarlo por incompatibilidades con otras medicinas
A finales de 2021, un año después de aprobarse las vacunas frente al coronavirus, Pfizer anunció que tenía listo un tratamiento efectivo para la covid. El Paxlovid mostró en los ensayos clínicos que podía reducir en un 89% las hospitalizaciones de los pacientes con pronóstico más grave. Parecía el complemento ideal a la inmunización para las personas más vulnerables y cuya vida corre más riesgo con el virus: mayores de 60 años con otras patologías. Pero desde que se adquirió, en febrero, su uso ha sido residual en España.
El Gobierno, como la mayoría de los de su entorno, se lanzó a comprarlo al poco de que lo aprobase la Agencia Europea del Medicamento. Adquirió 344.000 tratamientos por una cifra que está sujeta a cláusulas de confidencialidad; el Consejo de Ministros que aprobó la compra concedió un crédito extraordinario de 253,4 millones de euros al Ministerio de Sanidad para este gasto (principalmente) y otros relacionados con la respuesta a la pandemia. En Estados Unidos (que además compró mucha más cantidad, lo que suele abaratar el precio), cada tratamiento se fijó en 530 dólares. Con esta referencia, en España los tratamientos habrían costado unos 164 millones de euros (al cambio de febrero), aunque probablemente la cifra sea mayor, dada la menor capacidad de negociación de precio del país.
El Ministerio de Sanidad no cuantifica cuántos de estos fármacos se han usado hasta ahora, pero varias fuentes sanitarias lo cifran en menos de un 5% de los que se han comprado, lo que supondría alrededor de 13.000 tratamientos. “Es un desastre que no se usen medicamentos que hemos pagado entre todos y que pueden salvar muchas vidas”, decía la semana pasada Rodrigo Abad, médico de familia de Asturias, en el congreso nacional de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), al que EL PAÍS acudió invitado por la organización.
En opinión de Abad, la escasa prescripción se debe fundamentalmente a dos razones: la falta de conocimiento que muchos médicos de Atención Primaria tienen del fármaco y las múltiples interacciones con otros. En su prospecto advierte de que no debe tomarse simultáneamente que casi medio centenar de preparados. “Pero de ellos, solo una decena son de uso frecuente y a menudo se podrían dejar durante el tiempo que dure el tratamiento con Paxlovid”, explicaba en una charla patrocinada por Pfizer.
El medicamento, que es la suma de dos antivirales (nirmatrelvir y ritonavir), está indicado precisamente para las personas con más riesgo de una mala evolución de la covid: mayores de 60 años, frecuentemente con comorbilidades, lo que hace más probable que estén tomando alguno de los fármacos con los que no se puede combinar. Según Jesús Sierra, de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, no siempre es fácil quitar un tratamiento para introducir el Paxlovid, que tiene que tomarse en los cinco días siguientes a los síntomas para que sea efectivo. “Si, por ejemplo, estás tomando estatinas para el colesterol, que son muy frecuentes, no da tiempo a eliminar el fármaco y empezar con el Paxlovid”, asegura.
En un contexto en el que las infecciones por covid son cada vez más leves, también se han relajado los diagnósticos. Las personas que tienen síntomas no siempre acuden al médico, muchas veces se hacen una simple prueba de antígenos en casa y es muy posible que en estos primeros cinco días ni siquiera hayan pasado por el médico de cabecera.
A estas barreras para su uso se suman otras que apunta Roger Paredes, jefe de servicio de enfermedades infecciosas del Hospital Trias i Pujol de Badalona: “Se está infrautilizando en comparación con otros países por varias razones. Una es el circuito que se ha impuesto en muchas comunidades autónomas: lo receta el médico, lo tiene que validar un farmacéutico central, pasa la orden a la farmacia, a la que tarda un día en llegarle. El paciente tiene que hacer varias gestiones y muchas veces se queda por el camino y no llega a recibirlo”.
Todas estas dificultades, coinciden los consultados, hacen que el médico de familia rara vez acuda a este tratamiento, incluso en casos en los que sería potencialmente beneficioso para el paciente. “Con las vacunas cada vez hay menos casos graves. La percepción en la consulta seguramente es de que muy pocos tienen mal pronóstico. A un médico que en su día a día receta todo tipo de fármacos le llega uno nuevo, antiviral, que no tienen mucha tradición, con muchos problemas de interacciones, y es difícil que se detenga a examinarlas para prescribirlo, lo que es muy comprensible. Esto se traduce en que al final tengamos muchas hospitalizaciones que se podrían haber evitado”, señala Paredes.
Efectividad real del fármaco
Más allá de los ensayos clínicos, el nirmatrelvir, uno de los componentes del Paxlovid, ha demostrado muy buenos resultados en el mundo real. Un estudio realizado en Israel y publicado en septiembre en el New England Journal of Medicine mostraba un 81% de eficacia en personas mayores de 65 años, la mayoría vacunadas e infectadas con la variante ómicron (los ensayos se hicieron fundamentalmente con la variante delta en personas no vacunadas). Entre los que recibieron las pastillas, la ratio de hospitalización fue de 15 personas por 100.000 habitantes, mientras que entre los que no, llegó a 59 por 100.000 habitantes. En personas más jóvenes no ha dado resultados significativos, pero no es un medicamento que esté indicado para ellas.
Con la población mayor vacunada, las tasas de hospitalización han bajado enormemente con respecto a antes de las inyecciones. Esto hace que para evitar una hospitalización sea necesario administrar pastillas a muchos más pacientes, lo que dispara los costes del tratamiento, en comparación con su efectividad real. Necesitaría ser prescrito a una gran cantidad de infectados para que tuviera un efecto reductor significativo en el número de hospitalizaciones. Justo lo contrario de lo que está sucediendo en España.
El resultado es que hay más de 300.000 tratamientos comprados que en teoría empezaban a caducar a principios del año que viene. Ante esta posibilidad, Pfizer informa de que se ha actualizado la caducidad para pasarla de un año a 18 meses, lo que daría más margen antes de tener que tirarlos a la basura, pero siempre que se acelerase enormemente el ritmo de prescripciones: al actual se tardarían más de 10 años en gastar todos. Sin embargo, no es infrecuente ir actualizando la fecha de caducidad para evitar desperdicios. “Se revisa el principio activo de un lote y si se mantiene, se alarga su vida útil. Llevamos una década haciéndolo con el tamiflú [del que se hizo un gran acopio para combatir la gripe A]”, asegura Jesús Sierra.
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